En busca de la salvación..

1303 Words
A medida que leía el diario de su padre, Ariel recordaba la alegría que le provocaba cuando el lo alzaba en su hombros, recorrían el bosque y se bañaban en la cascada a la cual Ariel a sus 12 años la llamó “La tempestad”, en honor a la última obra de Shakespeare. Mantenerse despierto no era problema. No había tiempo que perder, a su hermano le queda apenas dos meses de esperanza para revertir el hechizo y sino lo logra, ambos estarán perdidos. Al ir leyendo cada escrito de su padre, Ariel lentamente se acerca a un debacle, hurgar en el pasado lo llevará al conocimiento de verdades y acontecimientos que es mejor que continúen dormidos. Su deseo se está transformando en ansiedad al no encontrar aún la fórmula para romper el hechizo. —Cariño, es necesario que descanses— sugirió Vivían poniendo sus brazos en el cuello de Ariel, mientras el se encuentra sentado hojeando unas partituras dejadas por su padre. —Lo haré, ya sabes que las noches son días para mí y los días noches. Quiero que tú descanses. Te acompaño y me quedaré a tu lado para vigilar tus sueños. Al día siguiente contestó la llamada de su padre. —Hijo, es hora que mi madre y mi hermano sepan quién eres. —Eso será una gran sorpresa para tu hermano. —Así será. Paso por ti al mediodía. Almorzaremos en casa de mi madre para que te conozcan. Al hacer la entrada a la casa, primero lo hizo Rafael y luego Ariel, al ver Andrés a Ariel, caminó con paso firme y con furia dijo—Tú, ¿Qué haces aquí?, — y antes que diera el siguiente paso, Rafael lo agarró firme por el brazo y dijo molesto —Ni te atrevas a agredir a mi hijo. —Tú, ¿tú hijo?, — tartamudeo Andrés, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar. —Si, Ariel es mi hijo, y lo ayudaré a buscar justicia, no solo por lo que le han hecho, sino que también lo apoyaré para hacer justicia por Daniel, su amigo. Andrés enmudeció ante tal declaración. El era poderoso en Concepción, Rafael lo era en dinero y contactos fuera de la ciudad. Y sin duda, Rafael moverá toda su influencia para hacer pagar a quienes han dañado a su hijo, y eso incluía a su madre. —Y bien madre, ¿No le darás la bienvenida a tu nieto? Adela de Canessa palideció. Muy pronto Rafael averiguaría el papel que jugaba su madre en la separación de los gemelos, y el porque había ocultado la existencia de ellos. —Bienvenido Ariel. Su voz sonó temblorosa, esbozó una sonrisa. Su remordimiento, si es que lo había, lo disimulaba muy bien. El mutismo de Andrés, era una victoria para Rafael. Desde pequeño Andrés tuvo toda la atención y preferencia de Adela, Rafael Canessa padre, trató de ser más imparcial, era un hombre de carácter firme, duro en sus castigos. Amaba más su dinero, posición que a su hijo. Andrés no era hijo de Rafael, sin embargo, lleva su apellido debido a que doña Adela enviudó muy joven y adinerada y Rafael aprovechó la oportunidad casándose con ella y rompiendo la promesa con Isabel García. Rafael no era vengativo, no por lo que había vivido con su hermano. Su furia se desató al enterarse del intento de asesinato en contra de Ariel. Eso jamás se lo dejaría pasar. —¿Estás seguro que es tu hijo?, — aprovechó de preguntar Andrés al encontrarse a solas con Rafael en la sala. —Realicé la prueba de paternidad, ¿ Y que crees?, arrojó un 99 por ciento. Rafael disfrutó ese golpe directo a la boca del estómago de su hermano. —Además, seré abuelo, ¿ No te parece increíble? Andrés guardaba silencio, mascando su rabia. Rafael mencionó todo lo bueno, en ningún momento demostró algún tipo de preocupación, la guardaba muy bien en estos momentos, solo disfrutó cada golpe dado al gran y honorable juez. Al almorzar, cruzaron una que otra palabras. El incómodo silencio hizo poner nervioso a Ariel, pero controló muy bien su nerviosismo. Al terminar de almorzar, acompañó a su hijo hasta el psiquiátrico, en habitación donde estuvo encerrado, hizo algunas anotaciones, en los momentos de reflexión y evocación de algunos consejos y mensajes entre línea que le entregó Eduardo, su padre de crianza. Mientras iban de camino, Ariel iba rogando que no hayan pintado, aún la habitación. Tomó fotografía de aquellos escritos y partituras en la habitación del psiquiátrico. Rafael lo llevó de regreso con Vivían y se quedó a ayudar a su hijo a buscar algún indicio que les ayude a revertir el mal lanzado por Isabel. Al llegar a unas anotaciones entre comillas en el diario de Eduardo, Ariel interrumpió el silencio en el que se encontraban para decir. —Está un poco confuso esto…dice que los hijos engendrados con verdadero amor, traerán sobre sus padres un mal que solo puede romperse al unir al padre que no es padre y al hijo que no es hijo…a los cuales el destino los unirá mezclando lo esencial de la vida —Como que está bastante enredado— dijo Ángel, quien estaba con ellos en esos momentos. —Continúa — pidió Rafael a su hijo —Uno de ellos tendrá que enfrentar y derrotar al guardián de la hechicera. —O sea, que existe una hechicera…¿y quién será?,— preguntó dubitativo Rafael. —Debe ser Isabel, mi bisabuela, en el pueblo se hablaba de ella como si continuara viva. —Pero hay algo más— aseguró Ariel, luego continuó leyendo—para debilitar al guardián y a su protectora, tendrán que escribir el nombre con el cual se conoce la hechicera entre quienes le otorgan los poderes. Existe un altar en el corazón de Campanario que solo pueden ver quienes pactan con la oscuridad y aquellos que el destino los ha unido como padre e hijo, solo ellos pueden destruirla y romper el mal conjurado. El nacido de su descendencia y su enemigo se convertirá en el más poderoso a quien la hechicera temerá. Él será el encargado de poner fin al mal que ha encerrado a Campanario por más de un siglo. Hasta ahora es todo lo que he descubierto. Debo esconder el libro, ella se acerca y no quiero arriesgar a mi hijo. —Eres tú, tú eres nacido de su descendencia y su enemigo— dijo con emoción Ángel apuntando a Ariel. Luego caminó de lado a lado al agregar— Eso quiere decir, que si te enfrentas a ella y a su guardián, puede que no sobrevivas. —Si no lo hago, me convierto en lobo por siempre. No tengo alternativa. Vivían, Rafael y Ángel, lo miraron con desosiego. En la mirada de Vivian había pena y preocupación, en la de Rafael tristeza; acababa de encontrar a sus hijos y existía el riesgo de perderlos nuevamente. En la mirada de Ángel había compasión. Se puede ser tan malo, como para arruinar la vida, no solo de una persona, sino de toda una descendencia, solo para satisfacer un corazón oscuro, lleno de desamor y venganza. El miedo estará latente hasta romper con la maldad que une a sus familias y que amenaza acabar con su descendencia. —Debe haber una solución donde el mal sea derrotado por el bien. No puede ganar la oscuridad y yo perder a mis hijos, no ahora que los he encontrado— Rafael habló con determinación y seguridad, guardando su miedo, sabiendo que si lo saca a flote, no ayudará en nada a sus hijos, luego termino por decir—Si con mi fortuna pudiese liberar a mis hijos de pagar por una culpa siendo inocentes, con gusto lo haría.
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