Ariel es un hombre taciturno, camina por la vida sin hacer mayor aspavientos, su mutismo y su capacidad desarrollada de observación lo hace ver como un ser raro, extraño. Analiza cada pregunta para luego responder, amante de Shakespeare y sus obras, su preferida es, “La tempestad”
Suele hablar solo, reflexiona en voz alta, analiza cada paso, cada respuesta, se silencia cuando alguna pregunta le incómoda. Lleva consigo siempre su guitarra con la que recuerda con cariño a su padre.
Siete años atrás, fue internado en el psiquiátrico con el diagnóstico de esquizofrenia, ni el sabía lo que ocurría, a sus 32 años sigue sin entender lo ocurrido, siete años atrás comenzó a tener alucinaciones con un lobo, el cual con la mirada le pide ayuda, y el comienza hablarle como si estuviera presente llamando la atención de su madre y su hermana que comienzan a cuestionar su salud mental.
Ha vagado entre Brasil y Ecuador en busca de alguna explicación por lo que le sucedía. Se internó en la selva brasileña, con chamanes, se sometió a rituales para buscar entre sus recuerdos alguna conexión entre él y aquel lobo. Las alucinaciones comenzaron al cumplir los 25 años y fueron en aumento en cada año que pasa, ahora son tan recurrente que aquello lo tiene muy alerta, en especial cuando está dando su taller de literatura en la Universidad y cuando está junto a Vivian.
Al llegar a Concepción buscó un lugar para rentar en los suburbios, pero sólo encontró un pequeño lugar en “La agüita de la Perdiz”. Sus vecinos lo miran un tanto extraño, las mujeres no pueden evitar darse vuelta a mirarlo, y como no lo harían, con sus estatura promedio, lo atractivo de su físico mas sus ojos color turquesa, poco común, su pelo color miel, que encaja a la perfección con su piel trigueña, lo hacen ser un hombre bastante atractivo.
Es amable, generoso, empático y siempre que alguien necesite ayuda, el está ahí para brindarla. Así ha Sido en cada lugar donde ha estado, así se gana la confianza y el cariño de la gente.
Sin recursos, sin r************* , sin ningún tipo de tarjeta, así aprendió a vivir, así viaja más ligero, así le había enseñado su padre, a no ser esclavo de ningún tipo de deuda. Cada libro que compraba, luego de leerlo lo regalaba a alguien aficionado a la lectura o sino a alguna biblioteca municipal, o vecinal. Su vida la ha vivido entre ir y venir de Brasil, Ecuador y el psiquiátrico, en este último, perfeccionó su inglés y francés, leyó y escribió poesía, el estaba seguro que no padecía de esquizofrenia, algo sucedía, y desde pequeño sintió una extraña conexión con alguien mas, como si ese alguien fuese parte de su sangre, sentía tristeza y dolor de manera inesperada.
Desde que conoció a Vivian su vida comenzó a dejar de ser gris, para su propia sorpresa, ve el mundo con otros ojos, sonríe a menudo y en especial cuando piensa en Vivian.
Recordaba con frecuencia las caricias de su padre, en especial con cada porrazo, donde el dolor le duraba unos segundo, hasta que su padre lo alzaba en sus brazos y susurraba al oido,—Tranquilo mi León, todo estará bien, el dolor y la pena se componen con un abrazo—, pero ahora que estaba grande, aquello no surtiría el mismo efecto.
A sus 32 años no solo enseña literatura en una de las Universidades más importante de Concepción, también tenía un título en psicología y otro en enfermería. Maneja el idioma portugués a la perfección, el inglés y el francés, su vida estaba marcada por las perdidas de seres importantes para él.
Vio morir a su padre de un paro cardiaco, a su abuelo por un cáncer a la próstata, a su abuela materna no la extraña en absoluto siempre lo trato con desdeño, como si fuera portador de alguna enfermedad contagiosa y letal, por otro lado le hermana de su padre lo mimaba, regaloneaba como si fuese su hijo .
” Dime dónde te duele para quererte más ahí”, siempre le hizo mucho sentido, en especial por todo el amor que recibía de las personas a las cuales amaba. Entendía el mundo y al amor de forma diferente al resto. El amor para el era aquello que se daba sin la necesidad de que el otro lo pida, era ser feliz si el otro lo era, quería que el mundo fuese casi una utopía. Desde pequeño se sintió atraído por lo artístico. Para él los “no”, a secas no existían, tenían que ser argumentados, su cerebro siempre funcionó de forma diferente. De pequeño recibía bullying en su colegio, siempre llegaba a casa con golpes, y su tía se encargaba de poner hielo en los chichones, y le repetía aquella frase vez que era golpeado, “Dime donde te duele…”, y le llenaba de besos en donde él le indicaba.
Justo cuando había aprendido a como estar solo, después de años añorando la compañía de los que más había amado, y que se habían ido uno a uno, llegó Vivían a su vida, apartándolo de su soledad y sus recuerdos.
Justo cuando había pactado consigo mismo no enamorarse, no al menos mientras siga con sus alucinaciones y con el riesgo de volver al psiquiátrico.
Mientras observa por la ventana hacia afuera desde su departamento en el quinto piso, ve lo concurrido del tráfico a esa hora en Avenida Los Carrera. De pronto se estremece al sentir un extraño escalofrío que le recorre el cuerpo, como si aquella sensación le estuviese indicando que algo terrible se aproxima, pensó en su madre, lo mucho que la sigue extrañando, en su padre, y cuanta falta le hace los abrazos de él. Pensó en lo mucho que ama a su hija y que su vida sucumbiría al desastre sin ella. Pensó en Ariel, aquel hombre que la hace sonreír con solo evocar el recuerdo de su cálido abrazo.
La apartó de sus pensamientos el tono de llamada de Ariel, luego del saludo, lo primero que quiso saber, era si ella se encuentra bien, como adivinando el estado de desazón por el cual Vivian estaba atravesando.
Ella respondió de forma afirmativa a la pregunta de él. Mientras habla con el, camina en circulo por su departamento, a la vez que sonríe de manera involuntaria.
Se acercó a la ventana nuevamente, desde allí miro hacia el centro de la gran ciudad, observó las luces titilar.
En tanto Ariel, camina de lado a lado por la acera, alza la mano como forma de saludo a las personas que desplazan por aquel lugar. Acaricia a un viejo perro que se le acerca, sonríe de cuando en cuando, sus ojos brillan como nunca lo han hecho. Su temor está latente, teme a descontrolarse enfrente de ella, como le explicaría que aquellas alucinaciones lo mantienen registrado en la lista de enfermos mentales, como le diría que su diagnóstico es de esquizofrenia.
En aquel lugar ha Sido bien acogido, no solo por tratarse de un profesor Universitario que imparte las clases de literatura en la prestigiosa Universidad que lleva el nombre de la ciudad.
El se ha ganado el aprecio y respeto de los vecinos, es afable, con gran capacidad de empatía. La gente que vive en aquel lugar por años ha Sido estigmatizada, por tratarse de un lugar donde antiguamente se vendía droga, desde luego que agarró mala fama el lugar por un pasado, un tanto oscuro, no solo de droga, también por asesinato y violaciones.
Ariel no le importó aquello, se instaló con la visión puesta, en qué, podría ayudar con la cultura a mejorar el lugar.
Era de apariencia seria, ni aquel color deslumbrante que poseían sus ojos hacían que ocultase su tristeza y confusión.
El lugar era sencillo, su pequeño apartamento tenía todas las comodidades que el requería, al buscar un lugar donde vivir, era como si hubiera buscado un lugar lleno de peligro, era como si buscase un lugar donde lo pudieran exterminar sin la necesidad de hacerlo él.
Al momento de terminar la conversación con Vivian, de inmediato le entró una llamada; pensando que se trataba de ella respondió — olvide decir, gracias por hacerme sentir tan afortunado—, pero la voz al otro lado lo paralizó,— supongo que le has mencionado tu esquizofrenia. Para Ariel, sin duda era Andrés Canessa, honorable juez, que se adjudica el poder de un dios. ¿ Quien habla?,—preguntó, sin embargo, su pregunta recibió como respuesta el tono de que habían cortado la llamada sin nada más que decir. Por un momento palideció, como era posible que cuando su vida comenzaba a ver los rayos de una luz, un tanto tenue, pero al fin luz, alguien osaba apagarla sin más ni menos.Andrés daba inicio a su cacería. Andrés a diferencia de Ariel, se asemeja al actuar de un vampiro, es el tipo de persona que se alimenta de las tragedias humanas par satisfacer su orgullo, su ego y su altanería, siempre a ganador, y está no sería la excepción.
La vida de Ariel pronto comenzara a moverse en declive, a ratos en tranquilidad y luego en desazón.
Al entrar en su departamento, se dejó caer en el sillón, su mirada se volvió dura, sus ojos perdieron el brillo. Se encontraba entrampado en las amenazas del juez. Un suave golpe en su puerta lo saco de sus reflexiones. Casi no recuerda los días posteriores a la muerte de su padre, tampoco recuerda cuando fue que su madre lo empezó a odiar, menos cuando su hermana lo empezó a hostigar. Lo único cierto en sus recuerdo, era la de su abuelo materno, aquel hombre bonachón, alto, pelo muy n***o, contrastando con su piel. Busco una fotografía que lleva en su billetera, donde está el de niño junto a su familia. Siempre le ha llamado la atención que no haya parecido alguno entre el y el resto de su familia. Trae a su memoria lo dicho por su hermana, quizá tenga razón, y el sea tan solo un niño que fue adoptado por que nadie más lo quería. Su existencia se comenzaba a tambalear, y si aquel lobo era solo producto de su mente esquizofrenica.esquizofrénica. Su sensibilidad lo hace caer con facilidad en desesperanza, en su cerebro comienza a repasar una y otra los detalles de lo que le preocupa.