Pues podríais avisar, no se. Aniceto se limitó a hacer un movimiento de cabeza, hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Venga, no perdamos más tiempo, tira eso abajo —ordenó el fontanero a su compañero —, tiene azulejos de sobra, me dijo, ¿no, doctor? Sí —confirmó el propietario —, pero romped lo mínimo posible. Es nuestro trabajo, no sufra —le aseguró el otro, riendo nerviosamente como quien, esforzándose para apiadarse de un pobre ingenuo, no consigue controlar enteramente la propia contrariedad al verse menoscabado. Bien: se tiraron más azulejos de lo previsto, ninguna tubería. Fossi miró al fontanero torciendo la boca en una mueca de disgusto; el albañil, flexionado, miró al fontanero, que se miraba las puntas de los pies. El silencio duró un rato. Lo rompió el propietario c