El sol de la mañana bañaba la habitación en una cálida luz dorada. Zeynep se estiró perezosamente, disfrutando de la rara sensación de paz. Pero esa paz fue efímera, rota por la entrada de Kerem. —Zeynep, tengo que ir a Mardin por negocios este fin de semana —anunció sin preámbulos. El corazón de Zeynep se hundió. La idea de estar sola con Neylan, sin la presencia protectora de Kerem, la llenaba de pavor. Kerem, notando su expresión abatida, se sentó a su lado, tomando su mano. —Ey, no pongas esa cara. Quiero que vengas conmigo —dijo con una gran sonrisa. Los ojos de Zeynep se iluminaron, una sonrisa incrédula se extendió por su rostro. —¿De verdad? ¿Puedo ir contigo? Kerem rió, encantado por su entusiasmo. —Por supuesto. No podría dejarte atrás. El viaje a Mardin sería una bocana