La mente de Kerem era un torbellino de confusión, estaba siendo demasiado blando con Zeynep, ella tenía que aprender a respetar las tradiciones, aunque él no estuviera del todo de acuerdo, eran la identidad de su pueblo. Quería cambiar algunas cosas, pero sin perder el respeto por las ancestrales tradiciones, además, tampoco le agradaba que se había dado cuenta de que ya veía a Zeynep con otros ojos y enamorarse de nuevo no lo permitiría, eso lo haría débil. Kerem apretó la mandíbula al escuchar la manera en la que le había hablado la chica —Cuidado con tu tono, mujer. Puede que seas mi esposa, pero yo sigo siendo tu dueño. —¡Yo no soy propiedad de nadie! —estalló Zeynep. —No soy una cosa que puedas poseer. Soy un ser humano, con mis propios deseos y voluntad. —¡Mientras vivas bajo mi