Emille Pov: Haaa…Mi bella París. Ahora mismo me encuentro en uno de los balcones que tiene el hogar de mi madre y admiro embelesado la absoluta belleza de la ciudad que se ha proclamado orgullosa como: “La ciudad del amor” Sus perfectas y simétricas calles se asemejan a un laberinto transitado por autos y personas que hacen que toda la cuidad cobre vida. Ya es avanzada la tarde, pero aún está el sol como rey absoluto del inmenso cielo y, como cereza del pastel, el hermoso orgullo de París rodeado de sus impresionantes jardines. La torre Eiffel. Tan hermosa e impresionante como siempre; tan visitada, tan anhelada, pero, a su vez, tan solitaria. De alguna manera, así me siento yo. —Hijo…—escucho la voz de mi madre llamarme a mis espaldas y yo me giro a verla de reojo—Tu hermana me llam