Narra James
No sabía qué pensar de la mujer sentada frente a mí. No era el tipo de mujer que normalmente me gustaba, pero desde que había subido al tren, no había podido quitarle los ojos de encima.
En realidad, fue antes de eso, cuando la vi correr hacia el tren. Nunca había visto a nadie correr tan rápido con tacones, y dos veces pensé que se iba a caer seguro. Como alguien que normalmente agachaba la cabeza y no tenía en cuenta a los demás a favor de usar el tiempo de viaje para trabajar, no era precisamente un experto en la etiqueta de los viajes en tren, pero seguramente la mayoría de los seres humanos decentes no serían tan egocéntricos como para ignorar a alguien que estaba pegado a unas puertas que podían abrirse en cualquier momento.
Había observado con exasperación cómo los hombres se quedaban allí parados y hablaban, ignorándola por completo. Podría haber resultado gravemente herida.
No debería molestarme tanto que no levantara la voz y les dijera que se fueran, pero lo hizo. Yo era partidario de la filosofía de "no hay que intentarlo". Eso me había llevado a donde estaba hoy.
En el tren, frente a una mujer que tenía unas piernas largas y sexys que no podía dejar de imaginar envolviéndolas alrededor de mi cintura. Y esos pechos... Para no ser otro idiota en el tren, me esforcé por no mirarlos con descaro, pero eran jodidamente fantásticos, presionando contra la tela transparente de su camisa como si se negaran a ser completamente contenidos.
A juzgar por su cabello despeinado y castaño rojizo, alguien más se me había adelantado en reproducir todos los pensamientos perversos que pasaban por mi cerebro. Esas ondas parecían haber sido arrastradas contra una almohada o un colchón repetidamente.
Agarré mi computadora y la puse en mi regazo, porque estaba empezando a excitarme la idea de ser yo quien la presionara contra un colchón. Pasar mis dedos por esa maraña de cabello y tirar de su cabeza hacia atrás mientras bajaba la blusa, dejaba libres sus pechos y pasaba mi lengua sobre ellos para ver si sabían tan increíbles como se veían. De repente, odié al tipo que le había despeinado el cabello esta mañana, lo cual era completamente irracional. No me puse celoso. Tenía “relaciones” convenientes y sin compromisos para desahogarme de vez en cuando, pero lo único con lo que estaba comprometido era con mi empresa. Con los grandes cambios que se avecinaban, así seguiría siendo también.
—¿Estás…? —la mujer que me hizo pensar en cosas sucias a las 7:20 de la mañana de un lunes negó con la cabeza—. No importa.
—¿Qué? —a juzgar por la forma en que había «intentado» pedirles a esos tipos que se fueran, tuve la sensación de que empezaba y terminaba las frases con frecuencia.
—Parecías enfadado, como si fueras a matar a alguien, y luego cambiaste a... no sé. Decidido, supongo, lo que espero que no sea la determinación de matar a alguien, que sé que probablemente no lo sea, y esto está saliendo realmente mal. Básicamente, solo quería asegurarme de que estabas bien, pero estoy segura de que lo estás, y que probablemente estés ocupado... —hizo un gesto hacia mi portátil que había sido más por necesidad de mi reacción hacia ella que por la necesidad de trabajar, aunque me gustaba aprovechar bien mis cuarenta minutos de viaje al trabajo. Me daba tiempo extra para responder todos los correos electrónicos que se habían acumulado durante la noche para que, una vez que llegara a la oficina, pudiera ponerme a trabajar con la lista de tareas pendientes del día.
—Creo que ya he hecho todo el trabajo que podía hacer en mi viaje–dije. Dudé entre darle mi tarjeta o conseguir su número. Pero no tenía el aspecto de una chica de ligue, y cualquiera de esas dos cosas parecía más propia de alguien que salía con alguien, y yo ya tenía más que suficiente con lo que hacer en ese momento.
También tengo a esa nueva persona que empieza hoy, lo que significa que voy a empezar el día aún más tarde. Aceptar que la hija de Stuart Taylor trabajara para mí durante las próximas seis semanas fue probablemente una de las cosas más estúpidas que había aceptado, considerando la dirección que estaba a punto de tomar la empresa, pero no pude obligarme a decir que no cuando me llamó.
Lo cual es una debilidad, y no puedes permitirte ser blanda, no ahora que estás tan cerca. Me dije a mí mismo lo mismo que me había dicho desde que llegamos al acuerdo. Que mantendría cierta buena voluntad entre nosotros, incluso después de que todo se viniera abajo.
Por supuesto, si iba a tener a una de las personas de la división de marketing en la oficina, hubiera preferido a una de las más fuertes, no a una que necesitara entrenamiento sobre cómo ser un jefe. Hablando de una maldita pérdida de tiempo.
En lugar de perder más tiempo lamentando una decisión que ya había tomado (una que cumpliría, porque di mi palabra y, honestamente, era lo menos que podía hacer por Stuart), volví mi atención a la mujer que me miraba con sus grandes ojos color avellana. Joder, incluso su maquillaje tenía el aspecto corrido de alguien que había tenido sexo esa mañana.
Habían pasado semanas de mi parte y tenía el impulso irracional de demostrarle que podía hacerla pasar un mejor momento. ¿Qué vas a hacer? ¿Empujarla al minúsculo baño, subirle la falda y llevármela contra la pared?Reprimí un gemido. No, rápido y en un baño no era mi estilo, pero eso no sonaba tan mala idea como se suponía. Necesitaba redirigir mis pensamientos.
Noté que se retorcía las manos, tirando de hilos inexistentes, y esa era la tercera vez que cambiaba de posición las piernas cruzadas (no es que estuviera contando o pensando en tirar por la ventana la decencia básica y las normas sociales, inclinándome hacia adelante y pasando mis manos por ellas para ver si estaban tan suaves como parecían)
—.Soy James, por cierto— dije, extendiendo una mano.
—Karen—ella extendió lentamente su mano hacia mí y la deslicé dentro de la mía y le di un apretón firme.
—¿Gran día?
Me miró, su pecho subiendo y presionando contra esa camisa antes de caer.
—¿Por qué lo dices..?
—Te ves un poco nerviosa.
—Oh, así es como suelo lucir—dijo con una risa autocrítica—.Probablemente porque siempre estoy nerviosa. Pero estoy empezando un nuevo trabajo hoy y quiero causar una buena impresión, así que estoy nerviosa—bastardos afortunados, para quienquiera que trabajara. Se la quedarían mirando todo el día. Por supuesto que no podía permitirme esa distracción, y nunca saldría con un empleado; eso era simplemente una tormenta de mierda esperando a suceder, y ya tenía suficientes tormentas de mierda de las que ocuparme a diario. Se acercó y susurró:—Probablemente debería haber elegido los zapatos sensatos que me puse primero en lugar de estos. Se supone que debo trabajar en ser más seria, pero siento que la vida es demasiado corta para zapatos aburridos, ¿sabes?
Hace veinte minutos, no lo sabría, pero al mirar los tacones de aspecto peligroso en sus pies, ahora lo sabía.
—Elegiste bien. Esos definitivamente causarán una impresión.
—¿Pero tal vez la impresión equivocada?
Pasé mis dedos por mi mandíbula como si estuviera contemplando, luego me incliné y levanté su pie unos centímetros.
—Me quedo con mi respuesta original—sin pensar, rocé mi pulgar por la parte superior de su pie. Su fuerte inhalación envió calor a través de mis venas.
Había algo en esa mujer que me hacía querer hacer algo que normalmente no hacía. Podría llamarla alguna vez. Ir a cenar. Llevarla a casa... No siempre se puede saber el modus operandi de alguien con solo mirarlo. Tal vez estaría bien con algo ligero y casual. Tal vez lo que necesitaba era alguien que la distrajera de su nerviosismo y la hiciera olvidar su nombre por un rato.
El tren se detuvo con una sacudida y ella apoyó su mano en mi rodilla cuando se deslizó hacia adelante. Luego la retiró rápidamente.
—Lo siento.
—Bueno, toqué tu pie, así que creo que es justo.
–Sí, y recogiste mis tampones, así que nos saltamos los intercambios normales con un extraño hace un tiempo—un adorable rubor se deslizó por sus mejillas—¿Puedes olvidar que dije eso? Estoy teniendo un problema con el filtro entre mi cerebro y mi boca, y no quiero que me recuerden como la chica de los tampones. Por eso sigo diciendo esa palabra.
La diversión se apoderó de mí y le lancé una sonrisa.
—Olvidaré esa parte. Pero tocarme... eso se me quedará grabado en la cabeza por un tiempo —se quedó boquiabierta y se sonrojó de nuevo. Dios, el rubor y el dejo de inocencia me excitaron aún más. Seguramente los hombres coqueteaban con ella todo el tiempo, pero ella actuaba como si no pudiera creer que yo lo estuviera haciendo.
Se lamió los labios.
—Yo...
—¿Tienes novio? —pregunté, asumiendo que eso era a lo que se refería con esto, y no quería preocuparme por la respuesta. Fui tras lo que quería, pero traté de no ser un completo idiota e ir tras mujeres que ya estaban comprometidas. Aunque podría hacer una excepción con Karen.
Ella me miró como si pudiera estar loca y luego sacudió la cabeza mientras una sonrisa se extendía por su rostro.
—No tengo novio. Acabo de llegar a la ciudad y mi estadía en Boston es temporal.
Temporal. Música para mis oídos. Claro, podría llamar a uno de mis habituales para rascar la picazón que se apoderaba de mi cuerpo, pero después de mi interacción con Karen me preocupaba que nadie más pudiera hacerlo. Quería escucharla hablar más. Quería ver si terminaba sus oraciones una vez que se sintiera más cómoda. Por supuesto, también quería desnudarla y ver si ese rubor recorría todo su cuerpo. Para dejarla sin aliento lo suficiente como para que no terminara sus oraciones por una razón completamente diferente.Mi parada era la siguiente y decidí que necesitaba cerrar el trato para poder despejar mi cabeza de esta mujer y cambiar de tema por el día.
—Voy a necesitar tu número para poder llamarte en algún momento.
Su mano fue a mi rodilla cuando el tren frenó y, en lugar de retroceder, me usó para sujetarse mientras nos deteníamos. Luego miró hacia la puerta.
—Mierda, no quiero llegar tarde y tener otra pelea con la puerta, pero, sí. Llámame en algún momento.
—Te lo pediré una vez que te lleve afuera a salvo, entonces– deslicé mi computadora portátil en su bolso, me la puse al hombro y tomé su mano. Tenía la sensación de que si no hubiera despejado un camino, ella habría sido la última en bajar y habría terminado en otra pelea con su bolso y la puerta del tren. Una vez que estuvimos a unos pocos pies de la puerta, moví mi mano hacia su espalda y luego levanté mi teléfono.
Ella recitó su número y lo ingresé en mi celular
—.Buena suerte con tu trabajo—dije.
Ella sonrió.
—Gracias. Al menos el día empezó bien. Después de que fuera malo por unos minutos, pero… en fin, ya me entiendes.
Asentí. Mi teléfono sonó, poniendo fin a mi tiempo para disfrutar de Karen, por ahora. Con un gesto de la mano, ella se fue corriendo y yo contesté el teléfono. Tal vez si me quedaba más horas de las habituales durante unos días, podría tener tiempo suficiente para llevar a Karen a cenar.
Y si las cosas iban bien, y me aseguraría de que así fuera, volver a mi casa.