Narra Karen James conducía como si estuviera en una carrera de NASCAR, con una mano en el volante y la otra en mí. Sus dedos acariciaban y jugueteaban, manteniéndome en una constante confusión. Si dejaba que el sentido común entrara, podría cambiar de opinión, así que prefería que usara sus largos dedos para mantenerlo lejos, muy lejos. —¿Posición favorita?—preguntó James deteniendo su dedo a una pulgada de donde yo quería que estuviera. —Yo...—levantó la mano y yo agarré su muñeca con un rasguño y susurró: —No, espera—se rio entre dientes y ni siquiera me importó; necesitaba que siguiera tocándome. Mi corazón latía fuera de control y mis hormonas se estaban volviendo aún más locas—.No estoy segura. La mayoría de las veces siempre termino haciendo la postura del misionero. Mi primer no