Narra James Karen y yo aminoramos la marcha cerca de la intersección para esperar a que cambiara el semáforo para poder cruzar la calle, y estudié su perfil. No giró la cabeza, pero la tensión que recorrió sus hombros y el endurecimiento de su mandíbula dejaron en claro que sabía que la estaba mirando. —Estás molesta por mi cita para cenar— eso la hizo girar la cabeza hacia mí. —Yo... No—seguí mirándola hasta que el desafío en mis ojos la hizo agradable e incómoda. Sus hombros se hundieron. —¿Qué..? –dije pero ella no habló—.Uno, programé esa cena a principios de semana, y dos... —No es asunto mío, lo sé—respondió. —No me acosté con ella—pasé mi pulgar por la suave piel de su muñeca, preguntándome si su pulso latía tan rápido como el mío—. No podía dejar de pensar en ti, y en cóm