Salí sin mirar a nadie derecho a mi camioneta, no me di cuenta si alguien me saludó o si choque gente.
La desbloquee, entré, cerré la puerta y solté un suspiro. Bueno solté el suspiro de mi vida, prácticamente largué mi alma por la boca, tan idiota voy a ser
-maldición, es un bombón, un bombón muy hetero. Y me lo dijo maldición!
Choqué las palmas en el volante y traté de calmarme. Nunca me fijé tanto en un hetero como en Sebastián.
Esa cara, la cara más linda que he visto en mis ventiocho años, los ojos marrones más dulces y ese pelo desordenado que revolverlo me hizo ir al cielo.
¿En qué estaba pensando? No puedo ir por la vida aplastando y besando chicos hermosos contra la pared, y si me daba una paliza? Uno nunca sabe cómo reaccionan los demás.
Pero yo lo sentí, no lo puedo negar, sentí después de unas semanas que sebastian estaba interesado en mí, sentí la cámara en mí, cada vez que me enfocaba con su lente sentía un cosquilleo que hacía erizar los pelos, y la forma en que se quedaba viéndome perdido en su mundo. Eran señales
-si, señales de que es muy hetero con una reacción hacia un tipo que no entiende, idiota Nick
El primer día que lo vi, con vergüenza entrando al vestuario, un desconocido en medio de veinte tipos todos tomándole el pelo. Noté su forma de ser tan dulce y libre. Y cuando lo toqué, ahhh, estaba pensando como presentarme y hablar con él, al ser nuevo en el equipo no sabía cómo participar en muchas situaciones, y el universo hizo que me diera cuenta a la misma vez que él que mi taquilla estaba mal organizada y fue el momento justo, noté cuando me miró, realmente me miró, noté sus ojos y el interés y cuando vi la confusión en su mirada me apagué rápidamente.
No era buena idea emocionarme con un tipo confundido, eso arrojaba dos opciones: o me usaría para quitarse la confusión o me usaría para descubrir que quiere en su vida, mientras mi corazón sería el único perjudicado.
Podría disfrutar enseñándole lo que sea que quiera, pero el resultado siempre sería el mismo. Mi corazón roto.
Las semanas pasaron y las señales eran cada vez más fuertes y más confusas, podría jurar que tenía su laptop llena de fotos mías, no es que sea orgulloso o vanidoso, pero me encanta gustarle, aunque darme cuenta de que no sabe lo que es o por qué le gusto es doloroso y me hace un patético.
-mierda!
Llego a mi departamento, un piso que comparto con mi amigo, un vendedor de historietas, Mike y con mi amiga Ros, actualmente es ayudante de peluquería en un salón de belleza a pocas calles.
El piso es cómodo y para nada elegante, ninguno cobra lo suficiente para permitirnos algo mejor, pero nos arreglamos para vivir bien.
Entrando ruego que estén durmiendo para que no me ataquen con preguntas, obvio que saben que me gusta Sebastián nos contamos todo, o casi todo. Y a veces, no sé cómo, logran ser insoportables. Por suerte están dormidos así que voy directo a ducharme y acostarme, me es imposible no acordarme de la boca suave y dulce de Sebastian, de sus manos firmes e inexpertas tocando el cuerpo de un hombre. Esos ojos marrones llenos de fuego y hambre, y siento como mi pene está duro y firme sobre mi estómago, y así vuelvo a la rutina de masturbarme pensando en él como todas las noches antes de dormir desde hace unas semanas.