CHRISTIAN
Acabo de salir del departamento de reproducción asistida del Hospital General Dr. Eduardo Liceaga luego de someterme a un montón de pruebas. Yo pensé que solo me iban a dar un vasito de plástico para que lo llenara con mi semen, pero no fue así. Primero me sometí a una entrevista donde me hicieron un montón de preguntas y luego el urólogo registro mi peso y mi estatura antes de realizarme una exploración física donde me reviso el abdomen, las ingles, el pene, la próstata, el volumen y la consistencia de mis testículos, además de realizarme una ecografía testicular y por último tuve que llenar el vasito de plástico con mi semen. Jamás me imaginé que se necesitaran tantos análisis para saber si uno puede tener hijos o no.
Me subo a mi Mercedes AMG G63 negra y pongo rumbo a Garibaldi para darle una sorpresa a mi mejor amigo Fernando, bueno, mejor dicho, mi carnalito del alma, en eso se convirtió, ya que fue de las pocas personas que después del accidente que sufrí siempre estuvo hay para mí sin condiciones a pesar de que yo me empeñé durante un tiempo en alejarlo porque pensé que lo que sentía por mí era lástima y no cariño.
Nada más estacionar la camioneta me dirijo al bar Tequila con Limón, donde trabaja Fernando como mariachi. Al entrar al bar lo primero que se ve es la imagen de la Virgen de Guadalupe en una vidriera de colores y seguidamente empiezo a escuchar el sonido de las trompetas, los violines, las vihuelas, las guitarras y los guitarrones, eso hace que mi corazón se acelere y más cuando veo a Fernando con su traje rojo de mariachi cantando la canción con la que la gente me conoció como cantante. El primer tonto de Joan Sebastian.
Cuando Fernando me ve se queda en shock dejando de cantar y todo el mundo empieza a abuchearlo mientras yo le hago señas para que siga cantando, pero este no lo hace.
Rápidamente, me subo a la tarima para ayudarlo y los demás mariachis al verme se sorprende tanto como Fernando.
- ¡Carnalito! Dame el micro – le pido y este me lo da de inmediato – Por favor toquen la canción desde el principio – les pido al mariachi.
Estos miran a Fernando y al este asentirles todos empiezan a tocar mientras Fernando agarra la trompeta y toca con ellos.
Tomo una bocanada de aire antes de voltearme y comenzar a cantar. Cuando la gente me ve se queda también en shock.
Nada más terminar la canción, la gente se pone de pie y comienza a aplaudirme frenéticamente mientras gritan “Lobo” y me piden que les cante otra canción.
- ¡Ay carnal! No sabes el gusto que me da verte – me dice Fernando con alegría abrazándome una vez el telón se bajó por completo luego de complacer a la gente cantándoles otra canción.
- Lo sé porque yo también me alegro mucho de volver a verte – le digo con una sonrisa.
- ¿Por qué no me dijiste que Panchita y tú regresaban a México para ir a buscarlos al aeropuerto? – me pregunta con curiosidad.
- Porque quería darte la sorpresa – le digo.
- ¡Cof! ¡Cof!… ¡Mil Amores! ¿No nos lo vas a presentar? – le pregunta uno de los muchachos a Fernando.
A Fernando le dicen el Mil Amores porque tiene hartas viejas como dice él.
- ¡Ah! Ahora quieren que se lo presente después de que les dije que yo era su mejor amigo y ustedes no me creyeron – les dice Fernando con ironía.
- Perdón Mil Amores por no creerte, pero la verdad es que todos pensamos que lo decías de broma – le dice un hombre de unos cuarenta años, fuerte, estatura mediana, ojos marrones, de cabello n***o y bigote.
- No les perdonó ni tampoco se lo voy a presentar – le dice Fernando serio cruzándose de brazos.
- ¡Ya carnal, no seas sangrón! – le digo con diversión dándole un codazo.
- Bueno, está bien, se lo voy a presentar – les dice Fernando resignado – Te voy a presentar al más galán de todos después de mí – me dice con diversión – Te presento a Cheche.
Este es un muchacho de unos treinta y tres años, delgado, estatura media, ojos marrones y cabello n***o.
- Y tú deja ese condenado botecito de colonia – le dice a Cheche cuando ve que se está echando colonia detrás de las orejas.
- ¡Ay! – se queja este cuando Fernando trata de quitarle el botecito de colonia.
- Este se la pasa todo el día perfumándose. Es peor que una vieja – me dice mi carnal con diversión.
- Susano Sánchez para servirte – me dice Cheche con una sonrisa extendiéndome su mano.
- Mucho gusto – le digo estrechándole su mano.
- Y este que te voy a presentar ahora y baja las patas de ahí cochino – me dice Fernando primero a mí y después al muchacho al ver que tiene su pierna izquierda sobre el asiento de la silla.
Este inmediatamente retira su pierna de la silla.
- Es el Soñador del Guajiro – me dice mientras lo mira con una sonrisa.
Este es un muchacho de unos veintiocho años, delgado, estatura media, ojos marrones, cabello rizo n***o y bigote.
- Natalio Molina del meritito Guanajuato – me dice extendiéndome su mano.
- Mucho gusto – le digo estrechándole la mano.
- Y este señorón es el Barítono de Hidalgo – este fue el que le pidió disculpas a Fernando por no creerle que somos amigos.
- Mucho gusto amigo. Genaro Monreal para servir a Dios y a la gente buena – me dice mientras me estrecha la mano.
- Y los clones son Chuy y el Vaquero – me dice Fernando.
Estos son de tez blanca, estatura media, algo gorditos, ojos marrones, tienen el cabello n***o y deben de tener unos cuarenta años.
- Mucho gusto – les digo estrechándoles la mano a cada uno.
- Bueno, por ahí anda otro que le decimos el Aventurero, pero debe de andar ahora mismo de aventura – me dice Fernando con diversión mientras todos los demás afirman lo que me acaba de decir – Y también hay otro que le decimos el Búfalo, pero hoy no pudo venir porque su madre está un poco enferma.
- Pero… ¿Es grave lo de la madre del Búfalo? – le pregunto con preocupación y curiosidad.
- Afortunadamente no. Es una simple...
- ¿Se puede saber qué fue lo que cantaron para que la gente se enloqueciera tanto? – les pregunta con curiosidad un hombre de unos sesenta años, gordito, estatura baja, ojos negros y cabello canoso interrumpiendo a Fernando – ¡No puede ser! – dice este sorprendido negando con su cabeza al verme – Christian Lobo en mi bar – inmediatamente se acerca a mí – No sabes el honor que es para mí tenerte en mi bar. ¡Ah perdón! Mi nombre es Concepción Hernández – me dice extendiéndome su mano.
- Mucho gusto – le digo estrechándole la mano, disimulando mi desagrado al conocerlo.
Se preguntarán ¿por qué me desagrada? Resulta que Fernando me contó que los tiene trabajando sin seguro social, además de que les paga menos de lo estipulado por ley.
- ¿Quieres algo de tomar? – me pregunta con amabilidad.
- No gracias. Ya me tengo que ir – le digo antes de voltearme y darle un abrazo a Fernando – Te espero a ti ya los muchachos en la taquería que está a la vuelta de la esquina – le digo rápidamente en un susurro para que nadie escuche.
- Cuídate – me dice Fernando cuando dejamos de abrazarnos.
- Tú también – le digo – Me encanto conocerlos muchachos – les digo a los demás antes de irme.