Podías oler el aroma de la comida desde afuera. Hemos estado viviendo con porciones pequeñas durante la última semana. El olor era prácticamente embriagador mientras lo seguimos hacia adentro. Nos dirigimos a la cocina y asomamos nuestras cabezas. Inmediatamente todos se detuvieron y se inclinaron ante nosotros. —Por favor, no se detengan por nosotros —les dije y volvieron a cocinar. —Solo vinimos a decirles lo maravilloso que todo olía y a agarrar un pequeño bocado. —Sonreí y se notó que los puso de mejor humor. Me acerqué a la nevera y saqué dos yogures junto con dos botellas de agua. Miré alrededor y vi a uno de los cocineros abrir un cajón para los cubiertos. Me acerqué, tomé dos cucharas y salí con Everest. Lo comimos y para mí, los sabores de fresa y plátano bailaban en mi lengua.