Capítulo Uno
Imagina que un día te encuentras caminando, tranquilamente, bajo la luz de la luna mientras piensas en cada maldita cosa que ha pasado en tu vida hasta este día. Pasar las noches vagando de un lado a otro intentando olvidarse del mundo, intentando olvidar las pesadillas constantes. La vida de Cleopatra nunca ha sido fácil, mucho menos después de perder a su mejor amigo por culpa de un accidente, sentir que su muerte la persigue a donde sea que fuera la está matando lentamente y no lo sabe. Intentar acostumbrarte a su falta, rearmar toda una rutina sin la persona que más amabas, sin esa persona que te ha acompañado durante la mayor parte de tu corta vida.
En esa situación se encontraba ella, divagando a mitad de la noche en una zona desierta, caminando sin rumbo, escapando de su casa, de las pesadillas.
No obstante volvió a la realidad al darse cuenta que su teléfono móvil vibraba en bolsillo, lo sostuvo en su mano revisando quién llamaba, era su madre. Dudó si contestarle, no sentía ánimos de hablar con nadie, pero tenía la necesidad de avisarle que estaba viva y pronto regresaría a casa. Escribió un texto rápido diciéndole que pronto volvería, que no la esperase despierta, y lo apagó.
En su caminata nocturna siempre se cruzaba con una vieja fábrica donde solía juntarse con sus amigos antes del accidente, para entrar siempre tenía que cruzar varias rejas y puertas, las cuales cada día se encontraban más oxidadas y rechinando sólo con el soplar del viento.
“Pasó mucho tiempo desde que pisé este lugar por última vez” —Pensó mientras un escalofrío recorría su espalda. Eso no era una buena señal.
Observó el lugar detenidamente, nada había cambiado. Era un lugar enorme y con demasiada suciedad acumulada, tampoco era un sitio muy importante para los del pueblo, una vieja fábrica textil que funcionó pocos años hasta su quiebra. No obstante, no era lo único de lo que se hablaba, por el pueblo recorría un rumor de crímenes cometidos aquí que la policía no pudo resolver.
Revisar todo el lugar era algo tardado y muy cansador, Cleopatra decidió pasar por los lugares conocidos y ya descubiertos, aunque en varios todavía quedaban las botellas vacías junto a cajas de pizzas.
Mientras observaba la caja de pizza recordando la última vez que estuvo aquí, otro escalofrío recorrió su espalda, pero había una razón. Una sombra negra se paró detrás de ella, pero no sentía miedo, se dio vuelta, muy lentamente, esperando que lo peor que pase es que le roben el móvil. Cuando estuvo frente a frente con el individuo se fijó que no era un completo desconocido, esos ojos verdes que resaltan en la oscuridad no son de cualquier chico. Ambos se quedaron inmóviles, esperando que el otro hablara.
— ¿Qué? —preguntó ella, expectante. El chico la escaneaba con la mirada cada segundo que pasaba, sin creer que la tenía delante de él.
— No creo que este lugar sea para que una niña como tú ande sola a mitad de la noche, ¿O me equivoco? —El tono juguetón resonó por todo el lugar, acompañado de la sonrisa ladeada que tanto le gustaba.
— ¿No encontraste algo más inteligente para decir? —Le respondió secamente mientras pretendía ocultar la emoción que sentía al verlo de nuevo.— Ha pasado bastante tiempo y por lo que veo tu cabeza sigue sin ideas, Aaron. —Pronunció su nombre lentamente, bromeando.
— ¿Qué haces aquí?
— Qué coincidencia, te estaba por preguntar lo mismo.
— No lo sé, a la mañana te encuentras jugando al fútbol americano con tu mejor amigo y en la noche vienes a llorar a una vieja fábrica. —Le contestó.— ¿Y tú? No es muy común verte por aquí.
— Necesitaba distraerme y terminé aquí, dejé de tener una vida social después de lo que pasó. Se podría decir que sigo siendo toda una chica rebelde, escapé de mi casita a mitad de la noche y no creo que a mi madre le guste saber que estuve contigo, ya sabes lo que piensa de ti. —Le dice chasqueando la lengua y él pone los ojos en blanco— Siempre es un gusto verte, Aaron, pero por la hora que es —finge revisar su teléfono— ya me tengo que marchar. —Se da la vuelta y comienza a caminar a paso rápido hacia la salida.
— ¡Espera! —Gritó, corriendo detrás de ella.
— ¿Qué es lo que quieres? —Pregunta mientras sigue caminando, los pasos detrás de ella seguían acercándose— ¡Puedes dejar de seguirme! —Al darse la vuelta, frenando de golpe, Aaron choca contra ella. Cleopatra levanta su mirada para cruzarse con la de él, la cercanía era muy tentadora, pero ella ahora no estaba para juegos.
— Escucha lo que tengo para decir, por lo menos, ya hace varios días que estoy intentando contactarme contigo, pero no me atiendes el puto teléfono.
— Te doy cinco minutos, sabes que no me gusta perder el tiempo.
— ¿Podemos sentarnos aunque sea? Es algo de suma importancia. —Dice confiado y ella accede— Vamos a mi coche. —Toma su mano y los saca de la fábrica.