Cuando llegué a casa, eran las cinco de la tarde.
Me quité los tacones en la entrada y caminé hasta el sofá. Por el camino, me quité la chaqueta gris, dejándola en el suelo, y me tumbé boca abajo.
Estaba cansada. No tenía ganas de ir a cenar fuera, pero sabía que ellos no aceptarían un no por respuesta. Siempre que me veían decaída, decían de salir para distraerme, sin saber que necesitaba estar sola.
Resoplé, apoyando los brazos sobre el sofá y me levanté con pereza.
Diez minutos después, mientras me estaba duchando en el cuarto de baño que había en mi habitación, la puerta de la entrada de la casa se abrió.
La voz de un niño inundó el piso.
A las ocho, ya tenía a mi hijo vestido. Le había puesto una chaqueta bomber gris, un jersey en lana merino, de color gris oscuro, y unos jeans Slim de color azul vaquero oscuro.
Mientras me vestía, mis amigas estaban pendientes del pequeño Adriel.
Bajé una vez lista. Decidí ponerme un vestido en punto con textura en color gris y una chaqueta jaspeada en color gris oscuro jaspeado.
Me acerqué a la puerta cuando el timbre se escuchó. Sonreí a la mujer que se encontraba detrás de la puerta y la mujer recién llegada, dijo:
— ¿Estás lista? Joshua nos está esperando en la puerta.
— Sí, claro — le respondí con una sonrisa. — Adri, nos vamos – llamé a mi hijo.
— No vuelvas tarde, ¿de acuerdo, Kaia? — me dijo Jackie, atándose el cordón de la bata alrededor de la cintura.
— Jackie, ¿ahora eres mi padre? En cuanto terminemos, nos vendremos directamente. Mañana tengo que trabajar y Adri tiene colegio — tomé el bolso que estaba colgado en la entrada, mientras que mi hijo salía del piso. — Créeme que no tengo muchas ganas de estar hasta tarde.
— Lo sabemos — dijeron las tres chicas que estaban conmigo.
— ¿Y mi pizza? — se quejó Carolina.
— Mañana p**o la cena. Es que esto ha surgido de pronto — argumenté, encogiendo los hombros.
— Vamos. Ya saben cómo se ponen los niños cuando tienen hambre — comentó Madeleine.
Me despedí de mis amigas y después metí las llaves dentro del bolso, mientras cerraba la puerta.
Las tres bajamos por el ascensor hasta la planta baja y fuera del portal, nos encontramos a una niña castaña con los ojos azules. Se parecía mucho a sus padres.
Los dos, al encontrarse, se pusieron uno enfrente del otro y se sonrieron. Los pequeños se alegraban de verse y de salir a cenar juntos. Sin duda, eran grandes amigos gracias a nosotros, sus padres.
Nos reímos al ver a los niños.
Caminamos por la Calle Archer, que era donde se encontraba su piso, y bajamos por la Calle Regiam, hasta que llegamos a Camino de Rose, que era por la avenida donde encontraba el local, y anduvimos despacio mientras que los pequeños iban por delante.
...
A la mañana siguiente, dejé a mi hijo en el colegio.
La noche anterior, Joshua me dio permiso para llegar más tarde de lo habitual para que pudiera llevarlo. Sabía que me gustaba llevarlo y que se sentía mal hacer que Damián, el traductor de Verlag, lo llevara siempre.
Cuando llegué, me entretuve hablando con Deva bastante rato. Siempre se lo pasaba genial cuando mi compañera comentaba algún cotilleo que circulaba por la empresa.
La conocía desde que se trasladó a Greenwich y siempre me había reído con ella. Siempre fue buena conmigo y sin duda se lo agradecía.
Todos sabían que había sido la novia de Oscar, el antiguo Director General de la Delegación de la empresa Verlag en Boston, aunque anteriormente estuvo en el mismo puesto.
Aunque no lo supiera, todos tenían el cometido de cuidarme por petición de Jorge, pero fingía que no era consciente de ello.
— Me voy para arriba — comenté de pronto.
— Suerte — me deseó mi amiga Deva. — Cuando bajes a desayunar, avísame, que me gustaría desayunar contigo.
— Está bien — le sonreí y me dirigí hacia el ascensor.
Estiré la mano para tocar el botón, pero la mano de un hombre se me adelantó. Al girar la cabeza, mi sonrisa desapareció.
— Vaya, por Dios… que mala suerte tengo — murmuré.
— ¿Mala suerte? Yo pensaba que le caía bien.
— ¿Bien? ¿He dado esa sensación? Pues se equivoca. No me cae bien.
— ¿Se puede saber que he hecho para que no le caiga bien? — inquirió él, mientras ambos entrábamos en el ascensor.
— Ser un hombre.
Esa respuesta hizo que me mirase sorprendido.
Seguramente pensaba "¿esa chica odia a los hombres?"
Desde ese momento, no volvimos a hablar durante el trayecto.
***
Stefan
Ella miraba las puertas de acero con la mirada seria, pero podía ver que había tristeza.
Según había visto en su ficha, llevaba trabajando desde el 12 de noviembre del 2019 como secretaria del Director General pero, desde 8 junio del 2020 hasta 1 de octubre de 2020, siendo el 1 de octubre el inicio de trabajo, había un parón donde ponía que estaba de baja y también se observaba otro parón desde el 22 de febrero del 2021 hasta el 27 de marzo del 2021, pero no ponía el motivo.
Quería preguntarle, pero intuía que ella no me lo diría.
Cuando las puertas se abrieron, Kaia salió con expresión seria, pero seguramente se sintió aliviada al salir del ascensor y de estar conmigo.
En cambio yo caminaba despacio, con una mano en el bolsillo del pantalón y con una sonrisa irónica. Conseguiría que ella me contara porque tenía todo aquello en ficha, aunque ella no me lo dijera tan fácilmente.
Vi que se sentaba en su sitio y decidí acercarme. Apoyé una mano en el escritorio de ella y dije:
— Es una pena que nos llevemos mal pero recuerde, la semana que viene será mi secretaria. Y entonces, tendrá que llevarse bien y sonreírme.
— No creo que eso suceda y…
— Lo acabará haciendo, créeme y será pronto — le aseguré, con una medio sonrisa.
— Es cierto, le sonreiré cuando se marche para Alemania. Mientras tanto, no espere una sonrisa por mi parte — ella colgó el bolso en el respaldo de su silla.
— Conseguiré que me sonría — me echó un poco hacia ella. — Siempre consigo lo que quiero.
Ese comentario irritó a Kaia, pude verlo con facilidad. Apretó los labios para no saltarle y respiró hondo para calmarse.
Dejó la chaqueta en la percha, buscó el teléfono dentro del bolso y, mientras se giraba, me dijo:
— Conmigo está perdiendo el tiempo. No soy de las chicas que van sonriendo a todo el mundo. Ya puede ir desistiendo.
Sonreí de nuevo. ¿Conque esas tenemos?