Sin poder evitarlo, Kaia giró la cara hacia él, puso una mano en la nuca y lo atrajo hacia ella. Lo besó con ganas y para hacerle entender lo que quería. Él se separó sorprendido. Pudo ver que en los ojos de Kaia había fuego y ver como se mordía el labio, hacia que sus ganas comenzasen a aparecer. Se volvieron a besar. Él respondió al beso con frenesí y deseo. La levantó de la tumbona y puso su espalda contra la fría columna de mármol del porche de la segunda vivienda. Ella rodeó su cintura con sus piernas, para sentirlo cerca sin romper el beso. Ya no podían retrasarlo por más tiempo. El deseo estaba latente en el ambiente. Se separaron pero no se quitaron la vista de encima. La respiración de ambos estaba agitada y sólo habían comenzado. — Si quieres verme como en mi cuarto,