Felicia y Pablo esperaban, ambos estaban muy nerviosos. —Tengo algo de miedo, ¿y qué tal si el imbécil de Sandemetrio no quiere darnos el dinero del seguro? —¡No puede hacer eso! Ese dinero ya te pertenece, no le conviene negarlo, confía. Miraron al hombre llegar, parecía tan maltrecho como en el funeral, sus miradas se encontraron, pero notaron que ese hombre parecía tener odio en los ojos. Entró y azotó la puerta. Unos segundos después los llevaron a la sala de juntas. —¡¿Qué es lo que quieren?! —exclamó Sergio, severo. —¡Queremos el dinero que le corresponde a mi cuñado! Es el viudo de mi hermana, necesitamos el seguro de vida, señor Sandemetrio, como sabe, mi hermana era nuestro sostén de vida, necesitamos lo que a ella le correspondía. Sergio golpeó la mesa de madera. —Tú sie
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books