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Cuando Sergio llegó a su departamento, se sentía tan solo, tomó su teléfono, quiso llamarla, pero supo que ella no respondería. Llamó a Felicia, ella respondió de inmediato. —Hola, Felicia, ¿Virginia está contigo? —No, ella no ha llegado, señor Sergio, pero qué bueno que me llama, estamos a menos de quince días de la boda, por lo que ya le devolveré su tarjeta. —Ah, bien, dime, ¿ya compraron el vestido de novia? —No, es que Julieta es tan estresante, no ha elegido nada de eso, pero, creo que puede usar el vestido de su madre, si le hacemos unos arreglos. —Tengo una mejor idea, llévala mañana a la boutique que te dirè, a las diez de la mañana, ahí comprará su vestido, yo pagaré por èl. —Bueno, siendo el padrino de bodas, se hará como usted lo quiera, mañana lo veré ahí. Sergio colgó