Cuando Sergio abrió los ojos, no sabía en donde estaba, intentó levantarse, pero la cabeza le dolía tanto, como si fuera a estallarle.
—¡Ah! —se quejó.
—¿Estás bien, hijo?
Sergio frunció el ceño al ver a ese hombre.
—¿Padre? ¿Qué me pasó?
—Tranquilo, estás en mi casa, tuviste un accidente, estampaste tu auto contra un árbol, parece que manejar no es lo tuyo, hijo, pero estás bien, iba detrás de ti en mi auto, pude alcanzarte, el doctor vino a verte, dijo que estás bien, aun así, mañana debemos ir a tomar una tomografía, el doctor quiere descartar una conmoción cerebral.
Sergio se quedó perplejo, tocó su cabeza, en la frente tenía una venda.
Se recostó.
—¿Cómo me lograste traer aquí?
—Bueno, no sin ayuda, la gente acá me conoce, me ayudaron —dijo el hombre.
Sergio asintió. Logró
