El caballero casi se rió. —¡Nunca saldrán vivos del castillo! —Dejemos que nosotros nos preocupemos de eso —dijo Mykal. Era casi como si el tiempo se hubiera detenido. Durante largos momentos nadie se movió. No se dijo ni una palabra. Todos tenían los ojos fijos en el enfrentamiento entre Mykal y los dos caballeros. La única perturbación era el gran halcón que volaba en círculos. Graznaba y dejaba que la sombra de sus alas girara alrededor, y alrededor, y alrededor. Finalmente, el caballero dio otro paso atrás. Utilizó una llave en un gran anillo de lazo para abrir la puerta. Se elevó en el aire. La sostuvo y les hizo señas para que pasaran. Mykal fue el primero. Eadric y Blodwyn los siguieron de cerca. El segundo caballero fue el último, y bajó y cerró la puerta una vez que volvió a s