Capítulo 12

872 Words
Se despertó temprano aquella mañana, removiéndose apenas para no despertar al hombre que dormía a su lado. No sabía cómo había accedido a aquello pero no se arrepentía, después de todo había sido una noche perfecta, realmente Rodrigo había cumplido con cada una de sus promesas y la llevó varias veces al cielo, haciéndola tomar distintas posiciones donde, en cada una, lo sentía de modos diferentes, a veces más profundo en su interior y otras con tanta superficialidad que parecía querer volverla loca. Miró rápidamente al sujeto que estaba a su lado, completamente dormido, y se decidió abandonar sin más aquella habitación, después de todo estaba demasiado intrigada por cómo le había ido a Marco, aunque seguro le preguntaría qué hacía tan temprano allí, estaba segura que alguna buena mentira podría inventar. Salió con suavidad de la cama, se vistió intentando hacer el menor ruido posible y abandonó el cuarto sin mirar atrás, sin notar notar aquel castaño la observaba desde la cama, aliviado al saber que escapó sin decir una palabra, sin tener que forzar una incómoda conversación que ninguno quería tener. Rodrigo suspiró con una mezcla extraña en su pecho, se giró y continuó durmiendo un par de horas más, después, cuando despertara con la mente descansada idearía algún plan que lo quitara de esa estúpida situación en la que solito se había colocado. Emma se terminó de arreglar y bajó en silencio hasta la puerta principal, salió sin hacer ni un solo sonido y, desde la entrada de aquel lujoso hogar, llamó a su amigo por teléfono. —Emma — saludó un adormecido Marco al otro lado. —Abrime, estoy afuera — ordenó y cambió el peso de su cuerpo hacia la otra pierna. Carajo, el idiota la había dejado adolorida y sensible, esperaba que con el pasar de las horas la molestia disminuyera. Sonrió cuando la puerta se abrió, dejando ver a su dormido amigo, con el pelo completamente revuelto y los ojos apenitas abiertos. —Buen día, bonita — saludó y sonrió apenitas. —Buenos días, vamos a tomar mate y me contás cómo te fue anoche — dijo rebosante de energía. Marco la contempló con desconfianza y entrecerró los ojos para analizarla más detalladamente. Ese brillo en su amiga, junto con aquella gigantesca sonrisa, le decían que ella había tenido mejor noche que él. —¿Cogiste?— preguntó aunque sonó más a una afirmación. —Algo así. No te hagas el otro, decime qué pasó ayer y dejame pasar — ordenó. —Dale, vení — invitó dejándola pasar para luego seguirla hasta la cocina donde ella misma colocó el agua a calentar y rebuscó en las alacenas para dar con el equipo de mate. —Ahora largá todo — dijo sentándose frente a él en la cómoda isla. Marco se acomodó mejor en la silla y relató sus sensaciones de aquel encuentro, esos que parecían siempre acabar truncos, que simulaban ser una cosa pero en el fondo eran otra, esos en los que él tenía que aguantar sus ganas y estudiar cada pequeña cosa que hacía. Es que no podía entender qué pasaba, por qué ese flaco lo intimidaba tanto a la vez que lo calentaba como ninguno. No podía creer que su suerte lo terminara llevando a engancharse, otra vez, con ese pendejo que nunca lo registró. Supuso que tantos años de amor platónico habían decantado en esto, en hacerlo un tipo inseguro que no se creía merecedor de tan distinguida compañía. Bueno, Emma se encargó, a base de palabras pocos suaves, en indicarle el problema de su pensamiento, lo poco que se estaba valorando y lo alto que colocaba a un hombre del que poco sabía. Le explicó que, a su parecer, Tomás solo era distante, que tal vez no pasaba nada si él intentaba dejarse llevar un poco. —Puede ser — dijo sin estar muy convencido, es que por nada del mundo quería arruinar esa oportunidad que tanto había esperado —. Ahora contame de tu noche, porque esa cara de felicidad no me pasa desapercibida — ordenó el castaño y sonrió al ver a su amiga sonrojarse. Bueno, mejor que cambiaran de tema antes que comenzara a comerse la cabeza él solito. La muchacha no se contuvo de contar cada detalle de aquella noche, solo reemplazando al idiota de Rodrigo por algún otro tipo que Marco no conocía y no lo haría jamás. —¡Bien por vos!— exclamó el castaño realmente contento por su amiga, por esa que desperdició más de un año al lado de un imbécil que nadie soportaba. Emma sonrió avergonzada. Bueno, Rodrigo podía ser un idiota, pero no por eso le sacaría puntos en su buen desempeño en la cama, mucho menos después de la forma en la que la cuidó, en el que estuvo atento a cada detalle de sus reacciones, de asegurarse que ella disfrutaba tanto como él, que nada, absolutamente nada, le recordara esa espantosa primer experiencia ni las veces que estuvo con Tadeo, tipo egocéntrico que solo buscaba su propio placer y jamás, nunca, se preocupó porque ella también alcanzara el orgasmo. No, si Tadeo acababa ahí terminaba todo, por más que ella se quedara con ganas, con muchas ganas.
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