—¿Por qué no estás aquí? —preguntó mi amiga al teléfono. Volví a llorar, no fue difícil, no hacía tanto tiempo de que yo me había serenado un poco. —No voy a ir —dije tan claro como mi doloroso llanto de me permitió. —¿Por qué? —cuestionó Lucy alarmada—, ¿qué pasó?, ¿por qué estás llorando? —Él dijo que la verdadera madre de Mary iba a estar ahí, que yo no podía ir. Mis gemidos hicieron enfurecer a una chica que en serio me quería. Lucía comenzó a gritar insultándolo, dijo que iría por mí y no hice más que esperar que ella llegara. Yo no tenía las fuerzas ni de levantarme del suelo donde Gabriel me había dejado, mucho menos de levantarme, tomar mis cosas y salir de un lugar donde claramente no era necesitada. —¿Qué pasó? —cuestionó Lucía entrando, furiosa, a mi habitación. Frunc