Una tarde salimos con Lucy de compras a la ciudad, el lugar a donde me iba a mudar era un clima muy cálido lo que no era de mi agrado, por lo que tenia que hacer cambio de mi guarda ropa, pasamos la tarde en el centro comercial comiendo helado y comprando muchas cosas, cuando estábamos en una tienda y me estaba midiendo un sombrero sentí nuevamente esa sensación que hace muchos meses no sentía, una persona me observaba un hombre estaba afuera de la tienda todo vestido de n***o, rápidamente salí para ver quien era y ya no estaba en el lugar, Lucy salió corriendo a buscarme y me pregunto que te pasa por que saliste de repente, no la quise alarmar y solo le dije que pensé haber visto a un amigo, pero estaba confundida, le insistí que entremos y continuemos mirando los accesorios.
Al entrar a la tienda solo me sentía abrumada quería irme a mi casa, esa persona que ya sabia que era real me producía miedo y ansiedad, y me preguntaba por qué de nuevo apareció
- ¿por qué me seguía?
-¿quién era?
¿qué quería de mí?.
Le pedí a Lucy que nos fuéramos ya, que estaba agotada ella me dijo que iría a cine con un amigo, esperaba no hubiese problema en que me regresara sola a casa, no quería alarmar a mi amiga diciéndole que en ese momento más que nunca deseaba que estuviera conmigo que no quería me dejara sola porque pensaba que nada iba a estar bien, pero en cambio solo asentí con mi cabeza y le dije no te preocupes, nos despedimos y tome el camino hacia el tren.
La estación estaba casi vacía, solo se escuchaba el eco de mis pasos mientras caminaba por el andén, esperando impacientemente la llegada de mi tren. La noche era fría, y una ligera bruma comenzaba a envolver el lugar, dándole un aspecto aún más desolador.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, esa sensación de ser observada volvió a apoderarse de mí. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie, solo sombras proyectadas por las luces parpadeantes.
De repente, sin previo aviso, una sombra oscura emergió de la penumbra. Su presencia era amenazante, y antes de que pudiera reaccionar, sentí una fuerza brutal que me empujó contra la pared. El impacto fue tan fuerte que me dejó aturdida por un instante. Solté las bolsas que llevaba, y su contenido se desparramó por el suelo, pero ni siquiera pude darme cuenta en ese momento. Todo lo que podía sentir era una presión asfixiante alrededor de mi cuello, como si unas manos invisibles estuvieran apretando con fuerza, robándome el aire.
Mi visión se nublaba mientras luchaba desesperadamente por liberarme. Intenté patear, golpear, pero parecía que mis movimientos no tenían ningún efecto. La sombra era mucho más fuerte que yo, y su agarre implacable no cedía. Quise gritar, pero ningún sonido salió de mi garganta. Era como si el miedo hubiera paralizado cada músculo de mi cuerpo, dejándome indefensa y a merced de esa presencia sin rostro.
Mi corazón latía con una violencia que casi dolía, y en medio de la confusión logré ver su máscara negra. Era una máscara lisa, sin rasgos, salvo por los ojos que brillaban con una intensidad aterradora, como dos abismos oscuros que me absorbían. No podía ver su rostro, pero su mirada me traspasaba, fría y calculadora. Intenté enfocar mis pensamientos, buscar alguna forma de escapar, pero todo era en vano. Sentí como el mundo a mi alrededor se volvía más y más distante, las luces de la estación se desvanecían y el sonido de mis propios latidos era lo único que escuchaba.
Mi respiración se fue apagando, cada vez más débil, hasta que finalmente no pude más. Mis piernas cedieron y caí al suelo. Mientras me desmoronaba, el miedo dio paso a una extraña calma, una sensación de rendición. Pero antes de que todo se oscureciera por completo, comencé a escuchar voces lejanas, gritos que resonaban en la distancia. Una sirena rompió la quietud de la noche, y una voz suave, llena de preocupación, intentaba alcanzarme:-"Cariño, estarás bien, por favor, háblame. -¿Cómo te llamas?".
No sabía dónde estaba ni qué estaba pasando. Intenté hablar, pero las palabras se negaban a salir. Mis pensamientos eran confusos, como si estuvieran atrapados en una niebla espesa. De alguna manera, me di cuenta de que me estaban moviendo, sentía que me llevaban a algún lugar. Unos instantes después, una luz blanca, cegadora, llenó mi visión.
Voces alrededor de mí discutían sobre mi estado, mencionaban una contusión en la cabeza, signos de asfixia... ¿Asfixia? Quise abrir los ojos, pero todo seguía siendo un borrón.
Poco a poco, la conciencia volvió a mí. Sentí una mano cálida aferrándose a la mía, y cuando finalmente logré abrir los ojos, vi a mi madre sentada a mi lado. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y el dolor en su rostro era palpable. Quise tranquilizarla, decirle que estaba bien, pero me tomó un momento reunir la fuerza para hablar. "Estoy bien", susurré con voz débil. Ella me abrazó con fuerza, y entre sollozos, me pidió perdón por no haberme creído, por no haber visto el peligro antes de que fuera demasiado tarde.