Jared Lewis
Hacía mucho tiempo que no venía a este club, pues en lo personal, no me gustaba ver el exceso de atención que tenían los empleados conmigo por el simple hecho de que a mi padre se le ocurrió ponerlo a mi nombre dada la culpa que sentía al haberme dejado a mi suerte. Johnny Lewis siempre había sido un hombre tan ocupado, que jamás se preocupó por darnos la atención que mi madre y yo necesitábamos, por lo que, al final mi madre le había puesto el cuerno con el esposo de su mejor amiga, relación que la llevó a terminar loca, por lo que, ahora se encontraba encerrada en el mejor hospital psiquiátrico de Londres.
Y yo… bueno, yo terminé viviendo con la mejor amiga de mi madre y su esposo, quienes al final, lograron recuperar su relación y hacerla más consolidada. Ahora, a mis veinticinco años tenía todos los medios para poder vivir solo o pasarme la vida viajando, este club me daba muchísimas ganancias por lo que, ni siquiera tendría la necesidad de pasarme días enteros pintando para luego presentar mis obras en galerías de arte, pero, esta era la vida que yo había elegido para mí; vivir con mis tíos para sentirme cerca de Darline y así poder cuidar de ella, además de donar la mitad de las ganancias del club a diferentes hospitales o centros de cuido infantil. Yo era feliz con todo lo que tenía, no necesitaba tener extravagantes cosas para aparentar algo que no sentía.
—Señor Lewis, que gusto tenerlo hoy por aquí —ni siquiera había terminado de llegar a la entrada, cuando el guarda ya me había saludado, se acercó a mí, pidiéndome las llaves del coche.
—Ha quedado bien estacionado, te lo aseguro Tomás —aclaré, levantando una mano para detenerlo.
—Como usted diga, señor; ¿Se le ofrece cualquier otra cosa? ¿Un área personal para que comparta con sus amigos? —preguntó con palabras atropelladas, mientras se dedicaba a mirar a Amanda y a su hermano Brus.
Fruncí los labios mientras me dedicaba a escuchar la forma en que Brus y Amanda se echaban a reír, haciendo que me diera cuenta de que en realidad había sido una pésima idea terminar en este lugar. Hasta la pizzería de la esquina del Big Ben hubiese sido mejor que venir a un sitio donde por más que trataba que no lo hicieran, seguirían tratándome como a un dios.
—Tomás, estamos bien. Ahora, si no te molesta, quiero ingresar a tomar algo.
El alto hombre de piel oscura terminó por asentir en mi dirección, viéndose apenado ante su exceso de atención, por lo que, al final terminé por golpear con amabilidad su hombro, a la vez que le dedicaba una pequeña sonrisa.
—Gracias, Tomás. Estás haciendo muy bien tu trabajo.
—j***r, yo quisiera tener el poder que tiene Jared en este lugar —bromeó Brus, a la vez que se dedicaba a desordenar mi cabello.
Tuerzo una sonrisa, mientras niego con la cabeza.
—¡Qué va! Si me pusiesen a escoger entre tener esto o una familia sencilla y unida, escogería infinitamente la parte de la familia —alargué, dejando salir lentamente la respiración.
—¿Acaso el niño rico está a punto de tener una crisis de ansiedad?
—¡Brus! ¡Basta! —lo regaña Amanda, a la vez que le propina un codazo en su costado—, deja de ser un idiota, ya tu época de secundaria terminó hace muchos años.
Me fue inevitable no echarme a reír al ver la forma en que el grandulón veía a su hermana, a la vez que esta le discutía. Aquella misma escena la veía cada día en casa, cada vez que Emmett estaba en la casa, se desataba la guerra, tanto él como Darline, jamás aprendieron a llevarse como un par de buenos hermanos, dado que Emmett se la pasaba molestándola por cualquier pequeñez, lo que la hacía explotar. La tía Chelsea vivía interviniendo, a la vez que les repetía que parecían un par de niñatos que no habían aprendido a comportarse. Yo solo me divertía al verlos pelear, a la vez que pensaba en si yo hubiese sido igual si tuviera un hermano de sangre.
Ya dentro del club, tuve que aguantar otras extravagantes muestras de respeto por parte de los empleados, quienes no dejaban de ofrecerme las mejores mesas, a la vez de pedir que probara los nuevos cocteles que habían implementado para el club. Al final, terminé por subir al segundo piso, tratando de alejarme de todos ellos. En este momento no era el jefe, tan solo quería ser el pintor que venía a pasar un buen rato.
—¡Este lugar es fenomenal! —exclamó el grandulón al dedicarse a mirar todos los tragos que habían dejado sobre la mesa—, ¿Por qué no nos traes más seguido aquí, amigo?
Levanto los hombros, a la vez que tomo uno de los tragos y lo bebo, para después hacer una mueca ante el ardor que provoca al pasar por mi garganta.
—No todos los días se me da por ser masoquista al querer tomar estas cosas tan horribles —inquiero, a la vez que me estremezco al sentir aún el sabor pegado en mi garganta.
Brus deja escapar una carcajada, después levanta uno de los vasos y lo lleva a sus labios, tomando el contenido de un solo trago, sin siquiera hacer una mueca. Me echo a reír al verlo incluso pegar un pequeño grito cargado de felicidad, mientras me dice que soy una nena.
Amanda se apoya en mi brazo, a la vez que deja salir lentamente la respiración.
—Tiene casi treinta años y sigue comportándose como un adolescente —me susurra—, es bueno que no lo conociste cuando estaba en el colegio, causó muchos problemas por molestar a los demás.
—Es un buen tipo —respondo, sin perder de vista la forma en que continuaba tomando sin detenerse—, parece que no lo sacas muy seguido de casa, Amanda.
Pone los ojos en blanco, a la vez que vuelve a regañar a su hermano mayor para que se controle.
—Déjame en paz, Amanda, que debo de aprovechar cuando no tengo de pagar.
—¡Sírvete todo lo que quieras! ¡La casa invita! —expreso, mientras me pongo de pie y estiro una mano hacia la guapa rubia que me dedica una pequeña sonrisa—, ¿Quieres bailar, Amanda?
—Pensé que jamás me lo pedirías —dijo en respuesta, mientras aceptaba mi mano.
La guio hasta el centro de la pista, donde centenares de cuerpos se mueven al compás de la música electrónica. Esto era lo que más me gustaba de venir al club, disfrutaba de poder bailar junto a mi mejor amiga, reírme junto a ella mientras incluso inventábamos nuevos pasos de baile. Adoraba pasar tiempo con aquella mujer que sabía hasta mi más oscuro secreto, pues ella me quería tal y como era, no me señalaba ni me veía con asco al saber que amaba en secreto a la chica que debía de ver como mi hermana, Amanda era sin lugar a duda, un ángel en medio de toda aquella oscuridad que había en mi vida desde que pasé todos aquellos malos momentos por causa de mis padres. Solo con ella, podía ser yo mismo, sin miedo a ocultar mi alma rota.
—¡Espera! —murmura la rubia mientras se detiene y aprieta mi brazo, a la vez que señala hacia la parte de abajo.
Sigo su dedo con la mirada, hasta que visualizo sentada frente a la barra a Darline, con una expresión de amargura plantada en su rostro, con rapidez, busco entre la multitud al imbécil de su novio, encontrándolo en medio de un gran grupo que no deja de moverse. De inmediato frunzo el ceño, mientras me es imposible no apretar las manos en puños.
Me parecía increíble ver que aquella magnifica mujer aún no haya aprendido a valorarse, al querer permanecer al lado de un hijo de puta que estaba lejos de merecerla. Darline Jones era una reina, rodeada de muchísimas personas que la amábamos de forma incondicional, por lo que, no me explicaba qué era lo que la llevaba a estar en una relación con un sujeto como Step.
—Anda, ve con ella —me instó Amanda, dedicándome una pequeña sonrisa.
Desvié la mirada hacia su hermano, quien continuaba pidiendo trago tras trago.
—Pero…
—Yo me encargo de Brus —me interrumpió, llevando uno de sus dedos hasta mis labios—, ve con Darline, sé que te necesita.
Tragué saliva con fuerza, a la vez que un gran sentimiento de culpabilidad me invadía de pies a cabeza. Amanda estaba lejos de merecer lo que vivía a mi lado, ella se merecía el cielo, un cielo que yo no podía darle.
Al final, terminé asintiendo en su dirección, llevo una mano hasta la parte trasera de su cuello y luego me inclino para besar sus labios. Ella se ríe, y golpea levemente mi pecho mientras me aleja.
—No seas estúpido, Jared. Deja de sentirte culpable por todo; yo estoy bien, lo prometo —concluyó antes de darme la espalda para caminar en dirección de su hermano.
Tuerzo una sonrisa mientras me dedico a negar con la cabeza para después girarme y bajar las escaleras con rapidez, dándome cuenta que, probablemente iba a terminar por irme al infierno.