Un verano en Paris

Capítulo 1: El encuentro con el adonis Paris, Paris, la ciudad del amor, el sueño de mi Padre siempre fue venir y sentía que esto lo hacía por él, su sueño se hizo el mío, me hacía ilusión pasar por estas calles que tanta ilusión y maravilla se decía. Todo era una belleza, mientras caminaba por las calles, empezando con la primera obra que era un jardín que daba mucha paz, pasaros varias horas y aun no iba por la cuarta parte de este enorme museo, ya ahora en este punto estaba cansada, la magia se había convertido en fatiga y solo quería llegar a la casa donde estaba hospedandome. ¿Aburrida? No, no lo creo, es que ya llevaba demasiado tiempo paseando. Decidí que era hora de irme cuando dieron casi la 1:30 de la madrugada, pero por el cambio de horario sentía que no era tanto, aun estaba adaptándome, así que por el momento no tenía sueño. Caminé hacia las escaleras, mis tacones algo incomodos por lo alto del tacón, ¿por qué se me ocurrió ponerme unos tacones tan altos? eran demasiado altos para tenerlos tanto tiempo puestos, sentía como mis pies empezaban a palpitar justo en el talón, el tobillo y la planta superior. Sentía mis pies hinchados, es que había caminado ya demasiado con unos putos e incomodos tacones, ¿por qué se me ocurrió ponerme tacones? claro, algo elegante, algo de estetica, algo de elegancia, pero que dolor, mis pies no tenían que sufrir mis malas decisiones queriendo verme así de alta solo por elegancia. Me los quité, aquí no aplicaba la frase de primero muerta que sencilla, iba a dejar mis pies lleno de ampollas y luego iba a hace peor, no iba a poder caminar. Me los aguanté en la mano quedando en mi tamaño original. No era muy alta y ahora sin zapatos debía de verme peor que una indigente. La gente se aglomeraba y yo bailaba entre la gente para que no me pisaran los pies, en medio de ese montón de personas que querían pasar de primero, suspiré, joder, pero es que bien elegantes allá adentro y bien orangutanes allá afuera, me aparté para que pasara la manada de orangutanes. Joder, ¿y mi zapatilla? se me había perdido mi puta zapatilla porque solo tenía una en la mano. Me giré los ojos a mí misma, entre todas las cosas estresantes esto se ponía de mal en peor. Me voltee a ver donde había dejado uno de mi zapatilla cuando de repente choqué contra una pared de músculos. -Perdón... Me separé, pero mi voz se ahogó cuando levanté la mirada y me quedé en shock cuando lo vi, mi mirada quedándose trabada en la suya como por arte de magia, como algo del instante, como algo absurdo que solo pasa en las peliculas en Paris. Me quedé completamente hipnotizada ante él probablemente con los ojos brillosos. Mi respiración se disparó completamente descontrolada, mi corazón latiendo desenfrenado, mi estomago sufriendo un revoltijo ante la impresión. Era... un hombre, que alto, y él se quedó mirándome probablemente ante el acoso de mi mirada sorprendida sobre la suya o más bien sobre su cuerpo, su rostro... su todo, me sacaba como una cabeza de altura, tenía unos ojos azules tan profundos que podría perderme en ellos, brillantes como el mismo mar o el mismo cielo oscurecido al borde de una tormenta por el toque de grises. Su cabello era de color n***o, él era todo músculos, joder, su traje le quedaba a la medida de sus hombros anchos y su abdomen y cuando habló creo que me hipnotizó porque su voz era profunda, culta, lenta. -Disculpe, bella dama -dijo- ¿estás bien? Miré su boca, su manera de hablar y pronunciar esas palabras era tan... pero tan sexi, la forma de su boca, de sus labios, de su manera de deslizar la lengua, me hizo pensar en miles de maneras en la que él podría deslizar esa lengua por mi cuerpo o por mis piernas... No. ¿Pero qué estaba pensando? Ahora sentía que mi rostro se había enrojecido un poco, aun no podía respirar con normalidad, sentía que estaba siendo todo un desastre. Pero algo era seguro, no podía apartar la mirada de la suya. -No... no se preocupe, sí, estoy bien. -dije intentando con todas mis fuerzas no tartamudear. él pareció saber que estaba intacta y arrepentida y sonrió un poco, esa curvatura de su boca siendo ahora el foco de mi mirada, tenía que recordar que tenía que mirar sus ojos, tenía que enfocarme en sus ojos para no mirar su boca de esta manera tan descarada. Disimula Danka, ¡disimula! -Lamento el incidente, que tenga una hermosa noche. -murmuró con esa voz hipnótica y sensual que tanto me gustaba y me seducía tan sutilmente, como un buen vino que empieza suave y entonces la intensidad del sabor de hace jadear, así se sentía escucharlo. Que hombre tan, tan... tan culto. Cuando él estaba por salir volteó nuevamente hacia mí, me quedé mirándolo, y es que no podía apartar la mirada de él, mucho menos cuando me dijo de la nada: -Por cierto, hermoso vestido el que traes. Me dio un repaso de arriba a abajo por todo mi cuerpo, sentí como si me hubiera tocado sin hacerlo, casi se me salió el corazón por la boca, aun no me recuperaba y él lanzaba esa arma mortal que era decirme este sensual cumplido, me quedé paralizada por lo que me parecieron años hasta que vi que venía más gente. Cuando se fue aun me había quedado en completo shock. Salí a tomar un taxi y durante todo el camino pensé en su rostro, sus rasgos, su forma de hablar; cuando llegué a la casa fue cuando me percaté de algo que me faltaba. -Mi zapatilla -susurré girando los ojos. ¿Como me pude distraer tanto que ni recordé mi zapato? Tal cenicienta, solo que... no tenía un principe que viniera a buscarme.