Capitulo Veintiocho

1144 Words
Tengo esperanzas desde que tú estás en mi vida, me llenaste de ilusiones, de vida, de sueños… no me dejes morir. No te tengo miedo Su corazón latía con fuerza, sentía la sangre correr dentro de sus venas mientras una fuerza desconocida invadía todo su ser, de pronto se sintió con valor, con determinación y ya no estaba dispuesta a bajar la cabeza ante nadie. Sus ojos no se apartaron de los de él, no se dejó intimidar pese a estar en el piso con su cabello enredado en la enorme mano de su ex. —No sabes a lo que te enfrentas —siseo con los dientes apretados Santiago antes de soltarla—, todo está a mi favor, tú abandonaste nuestro hogar, alejaste a mi hija de mí y la hiciste pasar por necesidades por tu egoísmo —agregó y se alejó un par de pasos. Camila se puso de pie sin apartar la mirada del hombre que alguna vez amó con todas sus fuerzas. —Y tú me hiciste creer que estábamos casados, me entregaste un acta de matrimonio que resultó ser falsa, eres un bígamo, un cínico, ¡un maldito infeliz! —gritó sin importarle si las personas que estaban fuera de la oficina la escuchaban—, escapé, es cierto y me lleve a mi hija conmigo para protegerla de ti, escapé de ti porque la noche anterior me diste una paliza que jamás voy a olvidar y que Sofía no podrá borrar de su mente por mucho que pase el tiempo. —La voz de Camila no perdió ni un gramo de fuerza, pese a que a medida que hablaba sus gritos se convertían en palabras serenas cargadas de odio y de resentimiento. —Si te hubieses comportado como de costumbre, jamás te habría levantado la mano, pero me faltaste al respeto y merecías un correctivo, no me culpes por tus errores. —El cinismo de Santiago le afectaba, no podía creer que de verdad él hubiese dicho eso con tanta tranquilidad, como si para el casarse significa que la mujer se convierte en una maldita sierva que únicamente debe obedecer a su marido. —Todavía me cuesta creer que de verdad piensas así, me cuesta creer que nunca te conocí realmente y que el hombre maravilloso, el ángel del que me enamoré, solo fue la fachada que utilizaste para manipularme. Mis padres tenían razón y los perdí por tu culpa, por ti les di la espalda y ahora solo tengo a mi hija y tú no vas a quitármela, porque antes te quito la vida. —Camila estaba luchando con las lágrimas que le quemaban los ojos, no lloraba por él, sino por ella, por lo ciega que fue, por la decisión que había tomado, por no escuchar a las personas que siempre habían cuidado de ella: sus padres. —Siempre ha sido así, la mujer debe obedecer a su esposo en todo, su deseo debe ser complacer a su marido, tú lo olvidaste y yo te lo recordé. —Se acercó a ella de nuevo y la tomó de la mano—. Te juro que haré que recuerdes de nuevo cuál es tu lugar. —Sus palabras fueron un juramento que hizo estremecer a Camila. —Jamás… —Sus palabras fueron silenciadas a la fuerza cuando Santiago aprovecho la cercanía y la besó, la tomó con sus dos manos y la obligó a no separarse mientras él invadía su boca con violencia. Camila intentó empujarlo, forcejeó sin éxito, Santiago tenía mucha más fuerza que ella por lo que su única alternativa fue morderle el labio hasta hacerlo sangrar. Santiago liberó su boca al sentir dolor, pero entonces Camila volvió al piso. —¡Maldita! —El impacto resonó dentro de la habitación, al tiempo que un sonido sordo se producía cuando el cuerpo de Camila alcanzó el suelo—. ¡Maldita infeliz! —exclamó de nuevo y le propinó una patada en el abdomen. Camila se quejó de dolor y se cubrió para evitar que de nuevo la pateara, pero Santiago no lo hizo, solo se alejó de nuevo y le permitió ponerse de pie, sabía que no podía lastimarla en ese lugar, afuera estaban sus empleados y si la veían salir en mal estado entonces no podría evitar los rumores. »Lárgate de mi oficina antes de que pierda la poca cordura que me queda —advirtió sin voltear a verla. —¿Cordura? Un poco hombre como tú no tiene cordura ni razón —bufó Camila al ponerse de pie, una línea de sangre le caía desde el labio—, no voy a tenerte miedo, nunca más y ya veremos quien termina de pie al final. Camila salió de la oficina sin esperar una respuesta o un nuevo ataque, le dolía el abdomen, pero no estaba dispuesta a demostrarlo. Cuando la secretaria la vio, se espantó, intentó ayudarla, pero ella solo la rechazó y continuó con su camino, debía pensar en lo que les diría a su hija y su esposo, no podía ocultar su mejilla colorada ni mucho menos disimular el dolor que le hacía crujir el cuerpo. Ella había venido a negociar, pero recordar todas sus mentiras, sus golpes, la llenó de ira y terminó enfrentándose a Santiago, pero no podía ser de otro modo, en todo caso, ella no tenía nada para negociar con él, sabía perfectamente que lo único que lo haría feliz sería que ella volviera a su lado y no estaba dispuesta a hacerlo, menos ahora que tenía la esperanza de ser feliz al lado de Lucas. Decidió caminar, necesitaba pensar en lo que se venía, aclarar sus ideas. Toda su vida parecía estar maldita desde que eligió a Santiago por sobre su familia, sin embargo, estaba consciente de que de no haber sucedido así entonces jamás habría conocido a Lucas, quizás ella estaría en otra ciudad, siendo feliz con alguien más o tan solo disfrutando de su vida sin que nadie perturbe su paz. De pronto su teléfono empezó a sonar, lo saco de su bolso y vio la pantalla, era Lucas, tomo una respiración profunda y contestó: —¿Sí? —¿En dónde estás? Sofía y yo vinimos por ti a tu trabajo, pero tu jefe dijo que te habías retirado temprano a descansar. —Entonces Camila se dio cuenta de que el sol ya empezaba a ocultarse, no sabía cuánto tiempo llevaba caminando, solo sabía que no tenía una solución a todos sus problemas. —Necesitaba pensar a solas, lamento no haberte avisado, no me di cuenta de la hora. —No te preocupes, solo dime donde estás e iremos por ti. Luego de darle su dirección, Camila busco una banca y tomó asiento para poder limpiarse el rostro y maquillarse el golpe de la cara para que Lucas no lo viera.
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