Se fue...y aquello era la señal con la que empezaba mi infierno....
- Em... Hola – dije dudosa con una reverencia – No hagamos esto más incómodo de lo que ya es. Solo decidme donde se encuentra mi habitación y no me veréis más. – sus ojos me miraban como esperando que dijera algo más – Creedme, odio esto tanto como vosotros.
- Que haremos contigo...- dijo Namjoon en un suspiro algo molesto – hizo una pausa -, ¿te duele?
No entendí muy bien a lo que se refirió hasta que vi la palma de mi mano:
- Ah, ¿esto? No me duele, pero gracias – sonreí con algo de timidez por su repentina preocupación.
- Mejor – miró hacia otro lado.
- Jimin, llévala a su dormitorio.
- ¿Yo? ¿Por qué? – se quejó.
- Ha sido por ti por quién nos hemos quedado más horas ensayando. – le miró con una sonrisa desafiante.
El chico, Jimin, suspiró sin más remedio y me miró:
- Sígueme.
Y eso hice. Fuimos hasta la habitación en un completo silencio.
La casa era mucho más bonita de lo que ya aparentaba por fuera – cosa que me sorprendía, ya que esta se veía preciosa – entramos por un pasillo de apenas un par de metros que daba a la cocina comedor: unos muebles bastante modernos y grandes perfectos para preparar los mejores platillos, en medio había una isla para comer o incluso para preparar postres. Enfrente había una mesa bastante grande con diez sillas. Un pasillo era la separación que había hasta el salón. Este tenía un par de sofás bien cómodos y grandes, la mesita para el café que había delante hacía juego con estos. Una pantalla plasma colgaba de la pared, y varias decoraciones decoraban el resto de esa zona.
Subimos las escaleras, que daban a la planta de arriba, donde se encontraban los dormitorios y el servicio.
- Esta es tu habitación, el baño es esa puerta que hay al lado de nuestro cuarto. Si necesitas algo... que espero que no... – soltó, enfadándome – pregúntale a alguien, supongo que alguno te ayudará. – se fue.
Suspiré con profundidad para poder calmarme y entré en el cubículo. Cerré la puerta: era una habitación algo deteriorada comparada con el resto de la casa. Parecía como si se usara de trastero. Por suerte tenía lo básico: una cama, aunque para mi sorpresa esta era redonda y muy cómoda, un armario y un espejo. Definitivamente mañana me encargaría que rediseñar mi habitación. Tiré mi maleta a cualquier parte – no sé ni dónde cayó – y me dejé caer en la cama.
Realmente mi vida ha cambiado en tan solo unas horas. ¿Qué voy a hacer ahora? Obviamente los chicos y yo no nos llevamos para nada bien, y no creo que lo hagamos, al menos por el momento. No sé cuánto tiempo pude estar navegando en mis pensamientos, pero sé que, al menos una hora mínimo, tuvo que pasar.
Levanté mi mano y me quedé observándola. La abrí y cerré varias veces. Realmente me escocía. Decidí salir al baño y lavarla. Mientras estaba en ello, un zumbido en mi pantalón me sacó de mis pensamientos.
Park Soo Min (23:30): En la cocina hay un pequeño botiquín, segundo mueble de arriba. Cúrate la magulladura.
Me aterraba la idea de encontrarme con alguno de los miembros, pero ya era bastante tarde y se escuchaba el ruido y las charlas que estaban teniendo en su dormitorio. Fue por eso por lo que decidí ir en busca de aquel botiquín. Puesto que no quería encender ninguna luz para que no se notara mi presencia – además, tampoco sabía dónde se encontraba el interruptor – fui con la linterna del teléfono móvil. Lo puse encima de la mesa y me subí encima de una silla que había puesto delante del segundo mueble con antelación.
- ¿Qué haces? – asustada por la voz repentina, me bajé de la silla.
- Nada – me apresuré a decir mientras salía casi corriendo del lugar.
Una vez en mi habitación...suspiré...
¡Qué vergüenza! ¡Qué ridículo!
Me lancé en la cama y pataleé varias veces mientras ahogaba un pequeño grito en la almohada. Puse la mano en mi bolsillo para coger el móvil...
No...
Me senté repentinamente en la cama mientras movía la cabeza a modo de negación. ¿Enserio? ¿Cómo podía ser así de torpe?
- ¿Buscabas esto? – aquella persona levantó la mano: tenía mi teléfono – no deberías dejarte el móvil por ahí y menos con el ambiente que hay en estos momentos.
Me quedé sin aire, no le escuché ni entrar al lugar.
Lanzó mi celular a la cama.
- ¿Quién eres? – la pregunta nos dejó petrificados a ambos durante unos segundos – Me refiero a que aún no sé vuestros nombres, por eso pregunto.
- Yoongi, me llamo Yoongi.
- Gracias, Yoongi – dije mientras me ponía en pie para hacerle una reverencia y esperaba que el chico se fuera.
Pero no lo hizo. Al contrario, se acercó más a mí.
Sin decir una palabra, se sentó a mi lado, cogió mi mano y la puso boca arriba en su pierna. Vi que tenía una pomada y un par de algodones. Me aplicó el producto con sumo cuidado y, seguidamente, puso un esparadrapo para proteger la herida.
- Por la mañana, quítatelo y enjuágalo.
Aquello me dejó de piedra. No esperaba para nada ese comportamiento en ninguno de ellos.
- G...gracias – tartamudeé un poco a causa de mi sorpresa.
Cerró la puerta sin decir nada más. Aun así, yo me encontraba bastante feliz por lo sucedido. ¡Tal vez podamos hacernos amigos antes de lo que tenía pensado!
Por suerte, y gracias a mi buen humor, conseguí dormirme en tan solo unos minutos.
Mi primera noche allí había llegado a su fin dejando entrar unos cálidos rayos de luz solar que golpeaban mi cara.
Maldito sol.
Sin más remedio, me levanté y me dirigí a la ducha. Al empezar a desvestirme, vi el esparadrapo en mi mano y me acordé de lo que sucedió hace unas horas.
Eso me puso de muy buen humor. Seguí los pasos que me dijo ayer el chico para que la dichosa herida se curase con rapidez. Una vez lista, me puse una camiseta de manga corta y unos pantalones largos y me dirigí a la cocina. ¡Se me había ocurrido una idea!
Sé que los coreanos desayunan algo que yo, como me he criado en España, no comería en la vida. Sus desayunos eran como un almuerzo para mí. Es por eso por lo que llamé a la secretaria Minji, la cual me dio su número por si algo llegara a pasar.
Le pregunté por los platillos típicos, si alguno tenía alergias o qué me recomendaba hacer. Pondría a prueba mi pequeña sabiduría sobre cocina coreana.
Lo apunte todo en una hojita de papel y la pegue en la nevera para poder leerla mejor.
Me puse a preparar la comida con sumo cuidado, puse la mesa y coloqué los platos y las tazas, dejando así un desayuno de lo más vistoso.
Hace un rato empecé a escuchar ruidos en la primera planta, probablemente ellos estaban en una habitación jugando mientras se despertaban.
Poco después de terminar, bajaron a la cocina y se pararon de golpe frente a mí al ver todo lo que había hecho.
- ¿Qué es esto? – dijo Jungkook, si no me equivoco.
- Buenos días – sonreí en un intento de parecer amable. – No hemos empezado con buen pie y quiero que nos llevemos bien. Empecemos de nuevo.
Pero, contra todo pronóstico, la mayoría empezaron a reírse.
- ¿Lo habéis oído? – se carcajeó Taehyung – se cree que comeremos su basura.
- Pero... - mi sonrisa se borró en cuestión de milisegundos.
- Esta bazofia te la comerás tú – habló uno de ellos, ¿Jimin? Mientras cogía un bol de arroz y me lo tiraba encima.
La rabia me consumía y eso hizo que no fuera capaz de mover un solo dedo.
- ¡Jimin! – gritó Namjoon.
- ¿Qué? ¡Vamos! Solo estoy bromeando. – dejó el cuenco sobre la mesa.
En ese momento, aproveché para huir de aquella humillante escena. Me metí en la habitación y cerré con un buen portazo. Quería llorar de lo increíblemente odiosos que eran. Con fuerza – a causa de lo sucedido – quité los granos de arroz de mi cabeza sin importarme que el suelo se ensuciara. Para disimular la suciedad con la que se quedó mi pelo, lo recogí en una coleta.
Minutos después, cuando me calmé un poco, decidí salir. Vi que ellos habían salido a la entrada: unos estaban jugando por el césped y otros estaban con el móvil o charlando sentado alrededor de la mesa que había en el porche. Vi paquetes de comida allí fuera, donde ellos estaban.
Tal y como predije, la comida estaba intacta sobre la mesa.
>, pensé.
También pensé que lo que iba a hacer era otra tontería, pero, de lo contrario, seguramente su odio hacia mí crecería. Me puse a limpiar la mesa y recoger el arroz que quedó en el suelo. Guardé todo en cuencos de plásticos y los metí en la nevera. Me los iría comiendo poco a poco, supongo. Cogí un paño y una bolsa para recoger el arroz y limpiar el suelo.
- ¿Qué haces? – la misma voz profunda de anoche retumbó en mis oídos.
Y aunque él no se hubiera reído hace un rato, fue quién pagó mi enfado.
- ¿No lo ves? Limpio este estropicio.
- Estos niños no saben controlarse – habló una segunda voz algo más ¿alegre?
Para mi sorpresa, Yoongi le lanzó un trapo al otro m*****o, el cual la cogió sin el menor problema, y se agacharon a mi lado. ¡Me estaban ayudando!
- Hoseok, tú limpia por ahí y yo lo haré aquí.
Este, obediente, lo hizo sin poner ni una pega.
- ¿Qué hacéis, hyungs? – una voz, la cual estaba empezando a odiar demasiado, apareció.
- Limpiar – soltó el tal Hoseok.
- ¿Por qué haces que te ayuden a limpiar, niña? – dijo en un tono despectivo Jungkook - ¿No es suficiente con tenerte aquí?
Ah no, eso sí que no. Iba a levantarme para decirle cuatro cosas, pero otra persona lo hizo por mí.
- Lo de hace un rato no ha tenido nada de gracia, Jimin. Y a ti te digo lo mismo, Jungkook, estas bromas no deben hacerse. – soltó un molesto Yoongi.
- Pero... - empezó a quejarse el pequeño del grupo – No es justo.
- Lo que no es justo es como tratáis a una persona.
- Es ella la que apareció sin más, seguramente camuflada bajo la inocencia. ¡Es una fan obsesiva! – soltó Jimin.
Ya no pude aguantar más.
- Esto me gusta tan poco como a vosotros. O nos llevamos bien o esto será un infierno mutuo – dije desafiante.
- ¡Já! – soltó una risa irónica – Eres una malcriada niña de papá que consigue todo lo que quiere. Seguro que no te soporta nadie, ¡ni tu propia madre lo haría!
Aquello acabó conmigo. Lancé con fuerza el paño con el que estaba limpiando el suelo y salí de allí mientras golpeaba el hombro de Jimin al pasar por su lado – realmente choqué con el sin querer – y salí del lugar pisando con fuerza.
Esta vez me encerré en el servicio. Me senté sobre el váter y abracé mis piernas para enterrar ahí mi cara.
>, eso era lo único que resonaba en mi cabeza. Sin poder retenerlas, las lágrimas comenzaron a resbalar por mi mejilla. Pero no lo permitiría, no iba a dejar que acabaran conmigo tan pronto. Si ellos quieren guerra, tendrán guerra. Veremos cuál de las dos partes se rinde antes.
Estaba claro que ya no tendría nada de contacto con ellos. Los iba a evitar a toda costa, por lo menos hasta que se me pasara el enfado. Por eso, y para distraerme, me encerré en mi habitación, lista para redecorar todo el cubículo. Hablé con el señor Park por teléfono para ver si podía traerme unos cuantos muebles de una tienda ya que yo no podía salir del recinto, y sí, aceptó sin problema. Sabían que había que reorganizar el dormitorio y estaba esperando a que yo dijera algo.
Una vez tuve todos los materiales y decoraciones, las cuales me trajo Park Soo Min en la tarde, me puse manos a la obra: pinté de blanco las paredes, cambié unos muebles y tiré a la basura otros, puse un espejo estrecho de pie, coloqué un par de cuadros en la pared, puse unas sábanas blancas y verdes en mí cama, unos cojines, dos peluches sobre esta los cuales eran un oso blanco y mi Señor Botones. Mi escritorio, el cual está al lado de mi cama, es blanco, ahí estaba mi ordenador, la silla era verde a juego con las sábanas. Enfrente de la cama había un gran ventanal por donde podías ver el jardín, pude ver a los chicos jugando y divirtiéndose....de cierta forma me algo de envidia. Pero ellos me odiaban y yo les odiaba. No había nada que hacer.
Pasé horas y horas reorganizando todo, pero conseguí terminar antes de que Park Soo Min – mi ayudante – y la secretaria Minji que vino para entregar un papeleo a Namjoon, se tuvieran que ir.
¡El resultado era maravilloso!
Los chicos escucharon el ruido que estábamos haciendo los tres y, obviamente, subieron para ver qué estaba ocurriendo. Aunque intentaban no mostrar interés, se les notaba que estaban bastante sorprendidos.
- Podrías hacer un programa para redecorar casas en tiempo récord – bromeó el señor Park.
- Sí, no se nos ha dado tan mal – le seguí el juego.
- Nosotros tenemos que irnos ya, ¡niños! – se giró para encontrarse con ellos cara a cara – Cuidadla – soltó amenazante antes de salir.
Si él supiera...
En cuanto todo se calmó, decidí pasear por la propiedad privada para tomarme un descanso – además, la habitación olía demasiado a pintura y no podía dormir allí al menos durante esta noche -. A tan solo unos metros, pude ver un pequeño lago rodeado por una valla de madera bastante bonita. Me apoyé sobre esta y saqué el colgante que decoraba mi cuello. Este estaba siempre escondido bajo el cuello de mi camiseta, para que no se dañara. Me lo quité y lo acaricié con las yemas de los dedos mientras recorría cada detalle de este.
Echaba de menos a mi madre. Este collar lo hizo ella para mí.
Me encontraba hundida en mis pensamientos cuando escuché varios pasos cercarse hasta mí. ¡Genial! Lo que me faltaba.
Pararon en seco cuando estuvieron cerca de mí, iban a decir algo – probablemente una tontería – pero me adelanté.
- Jimin, tú eres el mayor entre vosotros tres, ¿verdad? – esperaba no equivocarme. Pero este asintió algo sorprendido por mi repentina pregunta. – Este es el tesoro más grande que tengo – cogí su mano y le puse el colgante en la palma – cuando tú y los demás confiéis en mí y me aceptéis, devolvédmelo – finalicé y solté su mano.
El silencio y la sorpresa estuvieron presentes durante unos segundos que parecieron eternos. Después, y sin esperarlo, se miraron entre ellos y empezaron a reír.
Entonces...como si de un relámpago se tratara, vi algo volar por los aires hasta caer dentro de aquel lago.
Había lanzado el collar.
- ¡DESGRACIADO! – le grité a la vez que le di un empujón.
- Jimin... te has pasado – dijo Taehyung atónito.
El nombrado hizo un gesto para que guardara silencio.
- Si lo encuentras, tal vez te dé una oportunidad – soltó con un tono de malicia en su voz.
Sin más espera, salté la valla y me metí en el agua. Por suerte, esta no era muy profunda, pues apenas me sobrepasaba la rodilla.
- Encuéntralo – rió ese idiota.
- ¡Que te jodan! – mi mal vocabulario empezó a florecer desde que pisé aquel lugar.
Para mi suerte, desaparecieron de mi vista.
Daba igual todo lo que intentara, puse mi último atisbo de esperanza en aquello, pero ya me habían demostrado que forjar una amistad, o al menos una relación normal de persona hacia persona, era completamente imposible.
Cada minuto que pasaba me desesperaba más y más. Necesitaba recuperar aquel colgante, eso era mi vida entera.
Las horas pasaban, mi ansiedad y lágrimas iban y venían como el frío que calaba mis huesos con más y más fuerza a medida que pasaba el tiempo. Pero me daba igual, no me iría de allí sin recuperarlo.
--
9:30 de la mañana. La cocina está llena de vida. El olor del desayuno llena la casa a la vez que el sonido de los cubiertos retintinea en el lugar.
- ¿Sabéis dónde está la chica? – preguntó el mayor de todos. – Ayer a las seis de la mañana ya estaba despierta haciendo el desayuno.
- Después de lo que sucedió, no creo que quiera volver a desayunar con nosotros, al menos, durante un tiempo – comentó Namjoon mientras miraba a los menores con el entrecejo arrugado.
- ¡Mejor! – exclamó Jungkook.
- ¡No digas eso! – le reprendió Seokjin - ¿Qué os pasa? ¿Por qué sois así? – dijo molesto.
- Seokjin Hyung, ya sabes que no es la primera vez que nos pasan este tipo de cosas. Las sasaeng ya nos han hecho pasarlo demasiado mal, es suficiente. – respondió Jimin.
- No la conocemos, es hija de nuestro jefe y, tal vez, diga la verdad – comentó Hoseok.
- No te dejes engañar. – resopló Taehyung.
Namjoon suspiró con molestia acerca de lo que decían sus menores.
- Voy a ir a llamarla – se levantó Seokjin de la mesa mientras se limpiaba la comisura de los labios con una servilleta.
Este se dirigió hasta la puerta del dormitorio y tocó dos veces.
- ¿(TN)? – la llamó - ¿Estás despierta?
Pero no hubo respuesta.
- Voy a entrar – avisó antes de abrir la puerta lentamente. Pero, para su sorpresa, no había nadie. La ventana estaba abierta de par en par y las cortinas ondeaban con la suave brisa que entraba. El olor a pintura ya no era tan fuerte pero aún estaba presente.
Las pisadas rápidas bajando las escaleras llamaron la atención a los seis chicos que estaban continuando con el desayuno.
- No está – dijo este mientras recuperaba el aire.
- ¿Qué? – se levantó Namjoon de la mesa tan rápido que el chirrido que hizo al raspar el suelo se metió en el oído de todos.
Los tres menores empezaron a cruzar miradas nerviosas entre ellos.
Y alguien lo notó.
- ¿Qué habéis hecho ahora? – Yoongi se acercó amenazante hasta los tres.
- Nada... quiero decir... No creo... ¿no? – Jungkook empezó a soltar cosas sin sentido.
- ¿Qué dices? Jimin, de qué habla – exigió ahora al chico que estaba en medio.
- Pues...anoche...encontramos a la chica en el lago. Nos dio un colgante y me dijo que cuando confiáramos en ella, se lo devolviera. – bajó la mirada.
- ¿Y? – preguntó Jin mientras esperaba algo más.
- Lo lanzó – se apresuró Taehyung.
- ¿Lo...lanzó? – Namjoon recapacitó - ¿¡Lanzaste el colgante al lago!?
- Escuchadme – dijo Jimin mientras se ponía en pie. Seguir sentado en la silla le estaba empezando a agobiar. – No podrá encontrarlo – sonrió de lado.
- ¿Por qué? – esta vez Jungkook parecía sorprendido.
Metió la mano en su camiseta y sacó algo brillante. El collar de (TN) colgaba de su cuello.
- Porque lo tengo yo – hizo una mueca orgullosa.
- Pero... yo vi cómo lo lanzaste. – habló Taehyung.
Pero Jimin negó con la cabeza.
- Lo que lancé fue una moneda. – sonrió victorioso – Seguramente se dio por vencida y tendrá que abandonar la idea de ser nuestra octava integrante. Probablemente esté por ahí recogiendo sus cosas y dando un último vistazo al lugar. – se cruzó de brazos mientras pensaba que aquella era la mejor ocurrencia del mundo.
Jimin esperaba palabras de agradecimiento o incluso aplausos por su gran hazaña. Pero, al contrario, tuvo que enfrentarse a los más mayores.
- ¿Y si sigue ahí fuera? – preguntó Hoseok.
- ¡Es imposible! Iba en manga corta y ya hacía frío. El agua del lago está congelada y en la madrugada sobrepasamos varios niveles bajo cero.
- ¿Cómo te harás responsable si ella está aún en el agua? – soltó amenazante Yoongi.
El acusado quería aguantar la compostura y pensar que todo había ido según la idea que él tenía en mente. Pero todo se le iba derrumbando poco a poco.
- Más te vale que de verdad esté mirando el paisaje y no buscando el dichoso colgante – le señaló Namjoon con el dedo índice varias veces.
- ¡Ya veréis como no está!
Sin más espera sin discutir más, decidieron salir hasta el lago.
- ¿Veis? Os dije que no aguant... - se quedó callado, como si hubiera perdido el conocimiento del habla.
--
Mi cuerpo ya no respondía muy bien a mis decisiones. No sabía cuántas horas llevaba allí, pero el sol ya había salido. Me daba igual seguir allí el tiempo que fuera, necesitaba aquel tesoro.
La debilidad de mi mente recobró algo de fuerza al escuchar varios pasos chapotear sobre el agua.
- ¡(TN)! – gritó Seokjin mientras corría hacia mí.
Namjoon me cogió del brazo y empezó a tirar de mí.
- Vamos fuera – dijo.
- ¡No! ¡Suéltame! – respondí a la vez que intentaba soltarme de su agarre. – tengo que encontrarlo, es muy importante para mí – sentencié.
- ¡Vámonos o te enfermarás! – recibí como respuesta.
- ¡Que no! – dije soltándome al fin, pero perdí el equilibrio y fui a caer. Justo en ese instante noté como mi cuerpo comenzaba a elevarse por el suelo. ¿Q...qué haces? Bájame, voy a buscarlo.
- ¡No seas idiota! – gritó Seokjin – El colgante no está en el lago.
Espera... ¿qué? ¿Qué acababa de decir?
Ambos chicos me sacaron del agua y Jin me bajó de sus brazos. Levanté la mirada y vi a un Jimin cabizbaja mientras, de entre sus dedos, un brillo me hizo recobrar vida.
- ¡El colgante! – se lo arrebaté y lo miré fijamente - ¡Es el colgante! ¡Lo encontré! – creo que nunca antes me había emocionado tanto como en ese mismo instante. Incluso vi un atisbo de sonrisa amable en la cara de algunos chicos.
Pero esa felicidad duró poco pues mi cuerpo empezó a sentirse más débil que cuando estaba dentro del agua.
- ¿Ocurre algo? – preguntó Namjoon rápidamente mientras abrió sus brazos como acto reflejo.
No pude responder, solo noté mi cuerpo sentirse adormilado y caer al suelo.
- ¡(TN)! – escuché la voz de Yoongi.
- Estoy bien, estoy bien – intentaba decir.
Noté manos cogerme y ponerme en pie, otras me tocaban la cara y alguien me puso una chaqueta encima. Aunque me sentía y estaba consciente, mi mente no podía hacer funcionar mi boca tal y como yo quería. No podía decirles que estaba bien.
- ¿Cómo va a estar bien? Está pálida y tiene los labios completamente morados. – escuché una voz realmente enfadada, pero no sabía de quién se trataba.
Alguien más hablaba, seguramente los siete, pero ya me costaba diferenciar las palabras.
Tras un camino algo torpe, llegamos a mi habitación: la reconocí por el leve olor a pintura.
- Chica, (TN) – escuchaba a Yoongi intentando espabilarme.
- Mmm . murmuré.
- Reacciona, vamos – habló ahora Namjoon.
Me revolví un poco en la cama y conseguí que mi cuerpo se moviera tal y como quería yo. Me senté y me agarré la cabeza con las manos.
- ¿Te encuentras mejor? Deberías ir a ducharte y ponerte ropa seca. Una vez lo hagas, podrás descansar todo lo que quieras – dijo uno de ellos. Tal vez Seokjin, aunque ya no estaba segura quién era el dueño de cada voz.
- Si – dije en voz baja.
Había vuelto en mí, endeble y sin mucha fuerza, pero lo suficiente como para arrastrar mi frío cuerpo hasta el lavabo. Puse el agua lo más caliente que mi piel podía aguantar, pero, aun así, no recuperaba la temperatura normal de mi ser.
Una vez terminé con la que se convirtió en un verdadero reto, me puse el pijama y me metí en la cama tapándome hasta la cabeza. Con las yemas de mis dedos acaricié el colgante – que ya rodeaba mi cuello – y me quedé completamente dormida.
El reloj marcaba las cuatro de la madrugada. Lee María respiraba con dificultad y no podía parar de temblar pues no recuperaba el calor corporal.
Aquel cuerpo enterrado en mantas sacó una mano para alcanzar el móvil y marcar el número de su antiguo canguro y compañero de juegos.
- Park Soo Min, ¿puedes venir a por mí? No me encuentro nada bien – dijo aquella voz a duras penas.
- ¿¡Qué!? – la voz de la chica al otro lado del teléfono asustó tanto al hombre que hizo que se levantara de su cama en un segundo. - ¿¡Ocurre algo!? ¡(TN)!
La chica no pudo responderle, pues el frío se apoderó de ella y la adormeció.
Hasta aquí el cap de hoy!!
Espero que OS guste muchisisisimo como a mi escribirlo jiji.
Muchas gracias por leer y hasta pronto!!