Escupiré sobre tu tumba

Escupiré sobre tu tumba

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Blurb

"— Te acordaste muy tarde, mujerzuela — susurró con veneno en su voz —. Ahora ya no quiero verte nunca más en mi vida — dijo con frialdad —. Vete de aquí, de Italia, y de Europa de ser posible... No quiero volver a verte en mi vida...— le gritó —. Y si vuelves, te juro por Dios que te mandaré a matar y escupiré sobre tu tumba…— sentenció Don".

Se casaron por amor, pero una tragedia convirtió al poderoso Don en un hombre frío y cruel.

Ahora, Emily Blackstone, la brillante abogada que aún está casada con él, volverá a Italia para ajustar cuentas.

Él aún la desprecia por lo que cree que ella hizo.

Ella aún no perdona su cruel traición.

¿Será acaso que hay una posibilidad de reconciliación entre los dos o su cuento de hadas convertido en pesadilla está destinado al frío desamor?

ESTA HISTORIA PERTENECE A LA SAGA CRUELLA Y ES LA PRIMERA.

ES AUTOCONCLUSIVA Y SE PUEDE LEER DE MODO INDEPENDIENTE.

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Capítulo 1. El inicio
Donatello Fiorino descendió con elegancia de su lujosa Ferrari, con un rugir de potencia y lujo que parecía acoplarse a la esencia misma de Milán. El cielo se reflejaba en el capó pulido del automóvil, mientras que el exitoso italiano dirigía una mirada seria hacia el imponente edificio donde FIORINO Y ASOCIADOS ostentaba su dominio. A pesar de los años de poder, aún se sorprendía de la magnitud de su posición. Recordó los días de penurias junto a su pequeña hermana Magdalena, como si hubiera sido ayer, y se estremeció ante el contraste del tiempo pasado. — Buenos días, Aurelio —saludó a la imponente figura de seguridad apostada en la entrada del edificio. El hombre le devolvió el saludo con una inclinación de cabeza. Y un “Hola señor”. Sin embargo, Don insistió en la informalidad—. Ay, Aurelio, hace cuanto nos conocemos. Te he dicho mil veces que me digas Don; el "Señor" está en el cielo... —comentó con una expresión cómplice, inhalando el distintivo aroma de Milán que tanto había extrañado ese fin de semana —. ¿Todo está bien? ¿Algún acontecimiento inusual? —añadió con una ceja arqueada, mostrando su característica expresión inquisitiva. Ingresaron al edificio, siendo saludados por el recepcionista, pues Aurelio no solo era la persona encargada de la seguridad de ese lugar sino de la de Don en general, aunque al italiano no le gustaba ir con su propia seguridad salvo algún caso excepcional, incluso si había cosechado algunos enemigos en todo ese tiempo como abogado defensor para la mafia local. — No, todo ha estado tranquilo en su ausencia, señor —informó Aurelio con firmeza—. El señor Rico lo está esperando en su oficina, como imagino que ya sabrá —concluyó, generando un gesto agradecido por parte de Don. Rico era su secretario y asistente casi desde que había empezado así que conocía a Don hacía años. — Gracias, muy amable por ocuparte de todo —respondió el abogado con complicidad antes de dirigir su atención al elevador. Sin embargo, sus ojos fueron atraídos por una joven y deslumbrante mujer que ingresaba al edificio. Una rubia llamativa con un traje n***o que resaltaba sus curvas delicadas, unos tacones altos y un maletín que, aunque algo desgastado, ostentaba calidad de diseñador. — Bella —susurró Don, observándola detenidamente. Aunque no tan diferente de las mujeres con las que solía salir, esta tenía una elegancia innegable con su cuerpo envuelto en un traje formal que realzaba su atractivo y solo le hacía preguntarse qué delizia tendría debajo. — ¿Y quién es ella? —preguntó a Aurelio, con un dejo de curiosidad sin poder dejar de observar a la chica que una y otra vez apretaba la botonera, evidentemente parecía estar llegando a algún lugar tarde. El hombre un poco más mayor que el propio Don carraspeó y, con las manos a la espalda, respondió. — Es la nueva pasante...del estudio, señor —informó, apreciando la belleza de la joven, pero su mirada se encontró con la de Don, quien le lanzó una mirada de reproche, haciendo que Aurelio bajara la mirada cohibido. De repente, Don se sintió recorrido por un sentimiento desconocido de posesión. Quería a esa mujer para sí mismo, no quería que nadie más la mirara. Antes de que pudiera llegar a reaccionar de alguna manera pues había quedado hipnotizado como si él fuera un marinero que oyó el canto de una sirena, el elevador llegó y la joven se metió con rapidez dentro de el, las puertas se cerraron y él se las quedó mirando como un maldito idiota. MALEDIZIONE, se le había escapado, pero no por mucho… esa hermosa sirenita sería tarde o temprano, suya. Emily había apresurado sus pasos por las calles adoquinadas de Milán, con su elegante traje n***o de segunda mano ondeando en el aire mientras se apresuraba hacia el imponente edificio de FIORINO Y ASOCIADOS. Atravesó la entrada con un ligero saludo al recepcionista, cuya atención estaba centrada en su monitor y casi no le prestó atención. La ansiedad la envolvía mientras llegaba tarde a su primer día de trabajo en uno de los despachos de abogados más prestigiosos de Milán. Con el maletín apretado en la mano, Emily llegó al elevador. Mientras esperaba, miró fugazmente una sombra de dos hombres parados en un rincón del vestíbulo, pero no pudo distinguir sus rostros pues no llevaba sus gafas puestas. El eco de sus tacones resonaba en el hall mientras esperaba la llegada del maldito elevador. VAMOS VAMOS, pensaba la joven apresurada. Al ingresar al elevador, Emily respiró profundamente, tratando de controlar la oleada de nervios que la había invadido y limpio sus manos sudorosas en el traje. Deslizó la tarjeta magnética que le habían dado en su última entrevista para activar el ascensor y, mientras las puertas se cerraban, ajustó su saco n***o. La demora solo añadía tensión a su situación. Emily se preguntaba qué pensarían sus superiores sobre su retraso en el primer día, y eso la carcomía pues deseaba de todo corazón que eso saliera bien. Había viajado a Milán a través de una beca que había conseguido para hacer la especialización en derecho penal internacional luego de convalidar su título. Las puertas se abrieron con un suave ding, y Emily emergió en el piso indicado. Aunque el nerviosismo seguía latente, trató de mantener la compostura mientras recorría el pasillo en busca de la oficina de su jefe. Los retratos de abogados destacados que adornaban las paredes le recordaban la magnitud del lugar en el que ahora trabajaba. Frente a la puerta de la oficina, Emily sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Dio dos golpes suaves antes de entrar, encontrándose con la figura del secretario del dueño del lugar y jefe de la firma, Donatello Fiorino. — Buen día, señor Politti. Lamento mucho el retraso en mi primer día. Hubo un problema con el transporte —se apresuró a explicar, manteniendo la mirada en el suelo antes de alzarla hacia él con una sonrisa nerviosa. Donatello Fiorino la observó detenidamente desde atrás, apenas la había llegado a alcanzas pues realmente su sirenita era rápida. La tensión en el aire se palpaba mientras el italiano asimilaba la presencia de la nueva pasante. — No se haga problema signorina — respondió Don haciendo que la joven se girara y alzara su cabeza para mirarlo pálida —. Ha llegado a tiempo…— dijo con un tono ronco haciendo que la joven inmediatamente se sonrojara. — Oh… señor Fiorino, cuando lo siento yo… lo compensaré…— murmuró muerta de miedo ante la imponente figura de uno de los abogados más importantes y mediáticos de todo Italia de hecho. Don la miró con sus ojos brillantes y la observó con esa sonrisa lobuna en su rostro, que sus adversarios temían, y que las mujeres anhelaban pues era el preludio de alguna situación amatoria como cuando se inclinaba entre sus piernas y las devoraba hasta dejar sus piernas temblando de éxtasis total. — No se preocupe, estoy seguro de que lo hará…

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