Recorremos la costa por un largo rato viendo el bonito mar totalmente cristalino y de arena mortalmente blanca, que según leí en un libro de turismo es considerada la más clara de todo el mundo en general. Lentamente comienza a atardecer mientras nosotros escuchamos música caribeña y nos sonreímos entrelazando nuestros dedos mientras yo le contesto a Teresa que no para de mandarme mensaje a mi celular que dicen algo como “¿Cuándo te casas?, ¿Ya estás embarazada?, ¿Y mis recuerdos?, Tengo hambre, tráeme de comer.” Que no hacen más que hacerme reír. —¡Ahí está! Miro como me señala una bonita casa de madera blanca algo desgastada frente a la inmensa playa cristalina. Es la única en la zona y a varios kilómetros de distancia por lo que veo y claramente sus luces parecen encendidas.— ¿Q