Regina, viste una camiseta color rosa con cuello en "V". La compré con ella o eso creo. Trae unos pantalones holgados y zapatillas de hacer ejercicio.
— ¿Mónica? —preguntó atragantándose con el nombre.
—Oye, las preguntas las hago yo. Pensé que eras mi amiga ¡Que no había secretos! ¿Y ahora me sales con esto?
—Tiene carácter —oigo que susurra el señor mayor a Connor.
—Ni que lo digas —respondió a mis espaldas.
Entonces, me doy cuenta de que Connor sabe quién soy, de que no estoy aquí siendo desconocida. Me doy la vuelta y evitando sentirme intimidada por su puesto en la mafia, lo examino con la mirada.
— ¿Tú sabías que la conocía?
Connor hace un gesto con la mano para restarle importancia —: Soy el perro guardián de mi hermana.
— ¿Tu hermana? —me vuelvo hacia Regina, que está intentando contener sus lágrimas.
Me siento herida, traicionada y engañada. Sin embargo, quizá y me vi venir un silencio de su parte. Yo le confié todo y quizá aunque no le pregunté, pero debió habérmelo contado desde el principio.
—Primor —oigo decir a su padre, mientras ella guarda silencio mirando los patrones abstractos del mármol—, luego puedes hablar con ella sobre sus... Cosas de chicas, pero ahora, estamos hablando de negocios.
— ¿Negocios? —preguntó Regina mirándome extrañada.
—Sí, negocios que veo que podré aceptar.
Quizá me arrepienta, pero caí por donde caen los soñadores: por las oportunidades que puede brindar el dinero. Ya mi madre se las arreglará sin mí, o bueno con su novio y sin mí. La casa es frecuentada por Janson, un hombre que conoció en el área de comestibles de un supermercado.
—Magnifico, justo lo que necesitaba —El hombre hace un gesto a una de las mujeres de servicio, aunque más bien parece una autómata.
Regina me mira sin comprender la situación. Por lo que veo aquí es una sumisa de su padre, pero en la calle es una chica distinta ¿Tiene dos personalidades? Veo ira en su mirada, una que puede ser capaz de derretir el suelo. Su pie resuena en la habitación, tal vez por ansiedad ¿De qué? No lo sé, pero ahora mismo estoy mirando justo lo que ella: la nada.
Sin esperarlo, el chico que apareció en el hueco del techo viene bajando las escaleras, con la autómata de la criada.
—Aquí viene el niño Mileto, señor —dijo la mujer quedándose parada al pie de la escalera.
—Lo siento. —susurra Regina y yo creyendo que era por la discusión, la hundo con la mirada. Sin embargo, cuando el niño toca el suelo, comprendo mejor el porqué de sus palabras.
—Así que tú eres la mujerzuela que va a hacer el intento de no desaparecer en dos días —se mofa el chico.
— ¿Que yo qué? —pregunto mirando al pequeño niño peinado con el pelo hacia atrás y vestido de traje. Un clon de Connor.
—Ya sabes, irte del mapa en un abrir y cerrar de ojos por... —busca la palabra poniendo su mano en el mentón— ¿Causas misteriosas? —Comenzó a reír— Mira, te aclaro que no he desaparecido a Cecilia por ser mi hermana —señalo a Regina— Pero contigo... —toco su barbilla de nuevo, pensativo.
— ¿Cecilia? —una nueva cosa que adjuntar a los secretos de la mujer que está a mi lado. Esta que ahora desconozco.
—Sí —dijo Connor—. Lamento decirte, que tu amiguita no es quién crees —agregó esbozando una sonrisa. Como si no lo supiera ya.
Regina, o Cecilia, como quiera que se llame, me lanza una mirada cargada de disculpas. Intento aislar ese tema y concentrarme en el chico de unos doce años que, ¿Me está amenazando de muerte?
—Niño... —comencé a decir, pero levanto un dedo para callarme.
—Mileto.
—Niño —dije manteniéndole la mirada—, no te conozco bien. No he comenzado a trabajar, ni mucho menos sabes mi nombre para que vengas a hacer falsas expectativas. Podemos ser amigos.
Los hombres me miraban maravillados.
—Fantástico —dijo el señor mayor—. Betzabeth —llamo a la criada que apareció por el arco a la izquierda—, llévala a su nueva habitación. Ya Cecilia hablara con ella mas tarde.
—Pero padre... —refuto la rubia con rapidez.
—Más tarde, dije —advirtió el hombre en actitud amenazante y Cecilia guardo silencio.
—Sígame, señorita —me exigió la muchacha a la cual obedecí.
Es una morena con ojos color miel un poco saltones. La seguí por un amplio pasillo con paredes en madera y suelo en mármol.
—Betzabeth —probé con su nombre.
— ¿Dime?
— ¿Cuánto duró la ultima niñera de Mileto?
Ella bajo la mirada, parece compadecerse por mí.
—Era agradable. —dijo finalmente y continúo con su camino.
¿Agradable? ¿Era? Al parecer hay algo aquí que se me oculta. Claro, aparte de quizá toda la vida de alguien en quien creí poder confiar. Pero bueno, al parecer debo estar alerta. Creo que seguí los pasos de caperucita, solo que no soy tan tonta como para dejarme comer del lobo.
—No respondiste mi pregunta —dije siguiéndola por una puerta transparente y corrediza.
—Un mes. Luego decidieron buscar algo más fuerte. Y bueno, llegaste tú.
Llegamos a una estancia pequeña, muy iluminada. Hay un juego de cuatro sillones grandes rojos y una mesa para el té en medio. Me doy cuenta de que, al parecer, toda la casa sigue el mismo patrón: techos en yeso, piso en mármol y paredes de madera. En un pasillo, al fondo, puedo divisar una pequeña cocina y mesa de comedor.
—Esta es la sala del personal. Aquí se reúnen los trabajadores de la casa, tenemos una pequeña cocina al fondo. La ultima a la derecha, es tu habitación —dijo dirigiéndose a un pequeño estante. Saca unas toallas, me pasa un juego de seis con una sonrisa amable y agrega—: Bienvenida a la familia de trabajadores de los Cappone.
No sé qué esperar, aparte de terminar muerta. Pero igual le devuelvo la sonrisa y me dirijo lentamente a la habitación. Abro la puerta y me consigo con una cama grande y mullida, un pequeño escritorio junto a la ventana y un armario pequeño con dos puertas.
Me lanzo a la cama con un cobertor turquesa y miro el yeso, evitando dirigir mis cavilaciones a la traición de quien creí mi amiga. Pienso en mi madre y su preocupación, pero también pienso un poco en mí. Sé que este niño no sabe con qué se ha topado y que quizá, ni se imagina el carácter que puedo tener.
Puede que triunfe a pesar de todo en un empleo en al que, prácticamente, llegue a la fuerza.