Miré con detalle el diario entre mis manos, la portada de cuero estaba algo gastada y vieja. Una fina capa de polvo adornaba el lomo del pequeño cuaderno. Acaricié la superficie con mis dedos mientras debatía mentalmente si abrirlo o no, no tenía la suficiente valentía como para descubrir algo que no quería saber realmente, porque prefería una dulce mentira que una agónica verdad. Nox me había dicho que era uno de ellos, un Revolies. Cosa que era imposible porque yo era hija de Katherine y Zeth Cambell, recordaba toda mi infancia en Washington, siempre siendo presionada por ellos para dar lo mejor de mí. No había alguna posibilidad de que fuera cierto. Sabía que era su forma cruel de infundir terror en mí, porque me odiaba y tal vez quería enloquecerme. Era esa la manera de complacer su