¿Amarte? ¡Jamás!

1189 Words
Alejandra estaba sentada en una banca del colegio junto con Tomás, los dos no creían lo que acababa de suceder, estaban un tanto extrañados por el cambio de Mateo. —Fue muy raro, se supone que él moría de amor por ella —expresó Alejandra. —Bueno, ella es una odiosa de primera, es algo normal —explicó Tomás cruzándose de brazos. —Pues sí, por fin lo aceptas. —Bueno, es que Keidys en televisión se veía tan linda que cualquiera se enamoraría de ella. Pero, cuando se conoce en persona, cualquiera la odia —se burló Tomás, los dos jóvenes soltaron carcajadas. —Sí, no puedo creerlo, qué engaño el que hace esa chica —Alejandra volvió a carcajear. Después de un rato, Alejandra y Tomás se miraron fijamente. Ella sentía que su corazón empezaba a latir fuertemente mientras sus mejillas se ruborizaban en gran manera. Lentamente se acercó a Tomás y lo besó, era un momento que toda su vida había esperado, desde pequeña estuvo enamorada de Tomás y por fin pudo sentir sus labios. Tomás se separó de ella bastante enojado. —¡¿Qué te pasa?! —Soltó en tono seco. Se levantó de la banca y empezó a limpiarse los labios— ¡no me vuelvas a besar y mucho menos te vuelvas a acercar a mí! —Se empezó a alejar de ella—, qué asco. Alejandra pudo escuchar las últimas palabras del joven y sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, le habían roto el corazón. Keidys estaba sentada cerca de allí y quedó con la boca bien abierta por lo que había hecho ese joven, qué horrible. Eso no podía quedar así, ella debía vengarse. Aunque dudaba en acercarse a Marcela, no hace mucho que la había tratado mal. Pobre chica, por lo que podía darse cuenta era como un costal de boxeo, todos querían maltratarla. Se sentía identificada con Alejandra, quería hablarle, si se arriesgaba podría hacerse amiga de ella. Qué más da, cosas locas era lo que quería hacer. —¿Eres tonta? —preguntó frente a Alejandra. Por sus adentros maldijo, no era la manera adecuada de acercarse a la chica. —¿Qué? —inquirió Alejandra alzando su vista, quedó confundida cuando vio a Keidys. —No debes llorar cuando un hombre hace algo así, lo que debes hacer es romperle tú el corazón —se sentó a su lado. De cierta manera se sentía conectada con Alejandra, algo así fue lo que le hizo Josef en el pasado. Por la personalidad que veía en aquella chica, sabía que sería fácil hacerse amigas, no quería seguir sola en ese colegio, se estaba volviendo loca. —Hace una hora me dijiste que era una tonta y bruta porque sin querer te salpiqué con mi refresco, ¿y ahora me das concejos para vengarme? —Alejandra respingó sus cejas con incredulidad. —Sí. —Estás loca, no me agradas y no voy a seguir hablando contigo —Alejandra se levantó de la banca, iba a empezar a caminar cuando recordó las palabras de Tomás. —Podría ayudarte a enamorarlo y así hacerlo arrepentir por haberte tratado de esa manera. Somos mujeres y sabemos que lo que más nos duele es el que un hombre nos rechace, ¿no? Hubo un momento de silencio y después Alejandra volteó y miró fijamente a Keidys, que tenía un rostro malicioso al ver que había acabado de encontrar una aliada en su venganza. —Había acabado de burlarme de ti hace unos segundos, no me agradas, eso te lo puedo asegurar, pero, ya que ese idiota acaba de hacerme sentir pésimo, voy a aceptar tu propuesta —soltó Alejandra sentándose a su lado. Keidys dejó salir una sonrisa de satisfacción. La entendía, en aquellos momentos se podía sentir una impotencia que te hace querer comerte el mundo para demostrarle de lo que eres capaz de hacer a la otra persona. —Bueno, lo que pasó hace rato, te debo una disculpa. —Dijo Keidys—. Es que no estoy en mi mejor momento, lo siento. Alejandra pudo ver en el rostro de aquella chica que imploraba a gritos tener una amiga. Se suponía que ella la odiaba, pero, por los ojos hinchados de Keidys, pudo divisar su dolor. “¿Será que lloró mucho después de lo que pasó?” pensó Alejandra. Qué más da, le daría una oportunidad a Keidys. —Bueno, solo no vuelvas a gritarles a los demás, este colegio suele tener estudiantes que se conocen desde niños y ganarás fácilmente enemigos si sigues tratando mal a otros —sugirió Alejandra—. Si me vuelves a tratar mal, olvídate de volver a hablar conmigo.   . . Tomás llegó al salón de clase donde estaba Mateo, junto con Josef, que no se veía nada bien. —¿Qué pasó? —preguntó acercándose a ellos. Observó que los ojos de Josef estaban rojos, ¿estuvo llorando? —Keidys —contestó Mateo.   —Ay, esa tipa, en serio que es una caspa —se enfadó y se sentó al lado de Josef—, no te preocupes, amigo, no le prestes atención a las cosas que dice, en serio, ella siempre se cree la mejor, por eso estoy planeando darle una lección para que no se meta más en la vida de las otras personas; la odio tanto. Después que le explicaron bien las cosas a Tomás, se sintió mal por haber dicho todo lo anterior. Él en el pasado fue quien empezó a burlarse de ella y el que la bautizó como la “gorda rechazada”. —Bueno… Es verdad, está en todo su derecho de enojarse, yo en particular le hice la vida imposible, pero es que estábamos muy pequeños, yo no pensaba en las consecuencias —explicó Tomás. Mateo dejó salir un suspiro de decepción. —El único que se salva aquí es Mateo —dijo Josef. —Ah… verdad, siempre le ha gustado la gordita —se burló Tomás. —Cállate ya… Fui el único que me compadecí de ella, por tu culpa, la pobre siempre lloraba escondida en los rincones del colegio —dijo Mateo con enfado. —Siempre te dije que no la molestaras más, pero eres tan terco —refunfuñó Josef. Llevó su mirada a Mateo—. ¿Fue en ese tiempo que te empezó a gustar Keidys? —Sí, ella era muy cariñosa y bastante frágil. Aunque, ahora me tiene muy confundido, cambió bastante. Ahora es una odiosa de primera. —Entonces, no estás enamorado de ella —musitó Josef. Sus amigos no pudieron escuchar aquello. .                                                                                             . . Al comenzar las clases los chicos vieron entrar a Alejandra junto con Keidys, eso fue muy extraño, ellas no dejaban de conversar, parecía como si Keidys le explicara algo y Alejandra le prestaba mucha atención. Se sentaron juntas y todos las quedaban observando muy extrañados. —¿Qué está pasando entre ellas? —preguntó Tomás a Mateo. —Ni idea, toda la clase han estado conversando, —contestó Mateo confundido—, ¿qué estarán planeando?                                
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