Josef iba a abrir su casillero cuando vio que en la puerta de éste un sobre rosado pegado, bastante dudoso lo arrancó y vio qué decía "para: Josef Sandoval".
Rápidamente lo abrió y leyó:
"Querido Josef.
Hace tiempo que he querido decirte esto, pero no tenía las fuerzas suficientes para poder sacar las palabras correctas que te hagan saber lo que estoy sintiendo ahora mismo. Tal vez tú no me conoces, tal vez no sabes de lo que estoy hablando.
Todas las mañanas te veo de lejos con ganas de querer correr y hablarte, pero soy muy tímida y nunca encuentro el valor para hacerlo. Aunque, puedo asegurarte que en este instituto no hay otra niña que te conozca mejor que yo.
Te conozco desde que tengo cinco años, sé que tus padres compraron una casa a dos cuadras del instituto para que, cuando entraras a estudiar se te hiciera fácil ir a clases. Tu mejor amigo Tomás vive al lado de tu casa y todas las noches van a sus clases de natación. Tu color favorito es el morado, tienes una hermana de cinco años llamada Sofía a quien amas y proteges mucho.
Si me pusiera a escribir todo de ti, nunca terminaría, ya que siempre reparo hasta lo más mínimo de ti. Puedo asegurar que en estos momentos tienes que estar revolviendo tu cabello —eso era lo que hacía Josef en ese instante, se sorprendió tanto que volvió a leer aquellas últimas palabras y abrió su boca de la impresión— verás, todo esto solo lo hago por una simple razón, yo... estoy enamorada de ti.
Siempre he soñado con hablar contigo en las meriendas y poder ser una gran amiga tuya, no aspiro a algo como amor porque sé que nunca te enamorarías de mí. Pero si estas palabras causaron algo en ti, no importa si es lástima... ¿podrías cumplir mi único deseo? Siempre he querido hablar contigo en persona.
Att: Keidys Gonzales Pardo. "
A Josef le había encantado aquella carta; empezó a creer que esas palabras llenas de tanta ternura solo pudo haberlas escrito una bella niña dulce. Por lo mismo, mientras caminaba a su casa, no paraba de leerla una y otra vez.
Esa noche fantaseó con lo que haría al día siguiente, la buscaría y le pediría que fuera su novia, seguramente sus amigos se morirían de la envidia al contarle sobre ella.
Al despertarse se arregló bien y se bañó en perfume. Bajó al comedor y sus padres se sorprendieron al verlo tan coqueto.
—¿Y eso? —preguntó su mamá, Tatiana.
—Cuando regrese a casa les contaré —se sentó a la mesa y su madre le sirvió unos huevos revueltos con unas tostadas.
Al salir, le mostró a su amigo Tomás la carta que le habían escrito. Así poco a poco sus amigos se sumaron y se impresionaron de aquellas palabras.
Todo iba muy bien en su día, se sentía enamorado de aquella niña ¡y eso que no la conocía en persona!, pero ya podía verse junto a ella: no dejaba de fantasear con su hermosura.
Toda esa mañana estuvo impaciente porque llegara el primer descanso, y cuando así lo hizo, reunió a todos sus amigos en la cafetería para ponerse en la misión de buscar a aquella niña; lo bueno es que le dejó el nombre con sus apellidos completos.
En el momento en el que Josef les decía a sus amigos por dónde debían empezar a buscar, una niña se acercó.
—Dis-disculpen... —dijo en un hilo de voz.
Todos rodaron a mirarla y vieron a una niña gorda, de cabello corto (que no le lucía para nada bien), tenía su rodilla derecha vendada y una bendita en su frente. Sus dientes estaban separados y algo amarillos; los dedos de sus manos jugaban entre sí.
Todos arrugaron sus rostros al ver lo fea que era.
—Josef... Este... Yo... Yo soy quien te escribió la carta —confesó ella cabizbaja.
Hubo un momento de silencio y sus amigos lo miraron fijamente, muy escépticos.
Josef estaba impactado, "pero qué fea..." pensó.
En ese momento sus amigos soltaron las carcajadas.
—¡Qué fea! —gritaban y la señalaban con sus dedos.
Keidys empezó a asustarse por las burlas de todos y sus lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.
Josef solo estaba inmóvil, no dejaba de repararla, además, las burlas de sus amigos lo enfadaron. Se sentía humillado: él era sumamente bello; popular hasta en los profesores; tenía las mejores notas; las niñas siempre se enamoraban de él y sus padres le compraban lo que estuviera a la moda entre los niños de su edad. No le parecía justo que estuviera en esa situación, tenía que detenerla en ese mismo instante.
—¿Quién te crees que eres? —Preguntó repentinamente y ella se asustó por el tono que utilizó—. ¡¿Crees que yo sería novio de algo tan feo como tú?! —Le gritó—, ¡vete, no quiero verte!
Todos los amigos de Josef no dejaban de burlarse. Keidys no podía creer que la estuvieran humillando de esa manera: todo su cuerpo empezó a temblar, su corazón latía con mucha fuerza y además, estaba llorando a chorros.
Los demás niños que estaban en los pasillos empezaron a ver lo que sucedía y poco a poco se iban concentrando alrededor de ella.
Keidys al ya no soportar lo que estaba sucediendo salió corriendo de allí, se dirigió a la entrada del colegio mientras limpiaba sus lágrimas con sus manos. En ese momento empezó a llover y ella se empapó el uniforme con la fuerte lluvia.
—¡Yo no soy tan fea, no soy tan fea, yo puedo ser muy bonita, sé que puedo ser muy bonita...! —se repetía una y otra vez mientras corría por la larga calle.
Seis años después:
Keidys tenía diecisiete años de edad, estudiaba fuera del país en un reconocido colegio de élite, tenía ya varios años viviendo con sus tíos, que eran dueños de una reconocida revista vendida a nivel mundial, además, su madre había creado una marca de ropa que se volvió muy famosa y la chica se convirtió en la imagen de la revista: varias veces modeló en las pasarelas de esta marca.
Esos últimos años la buena fortuna tocó a la puerta de la familia Gonzales.
La joven era muy famosa por su hermosura: alta, delgada y con tallas perfectas; cualquier hombre querría tenerla como novia.
Aunque, también la conocían por ser la adolescente modelo con más años de soltera, los medios de transmisión no podían ganar dinero con ella por aquellos escándalos de amores y esas cosas.
Pero, la verdad era que la joven no tenía novio por algo que nunca se le había olvidado: Josef. Aquel niño que se había burlado de ella cuando pequeña: quería hacerle la vida cuadritos, humillarlo, romperle el corazón.
Solo había esperado todo ese tiempo para poder volver a aquel colegio y ver su rostro de impresión al decirle que ella era aquella niña. Humillarlo frente a todo su grupo. De seguro se había vuelto más arrogante que antes; claro, como ahora el desarrollo tuvo que haberlo puesto más guapo que antes, aunque no era el único.
Keidys se había terminado de bañar, estaba frente al espejo y miraba su nuevo uniforme.
—Este es mi gran día —soltó una sonrisa torcida y puso sus manos en su cintura. Debía asistir a su primer día de clases en aquel colegio donde una vez le había dado la carta a Josef.
Sus padres al enterarse que ella volvía al país soltaron un gran grito, habían gastado una fortuna en su antiguo colegio, era costoso y reconocido, querían que se graduara allí, y ella ahora salía con esas cosas. Sin embargo, aceptaron, ya que les hacía falta tenerla en casa y, además, por más que ellos dijeran que no, Keidys seguiría su plan de volver a su país natal, por más que se lo impidieran; era demasiado obstinada.
Keidys miró de cerca el colegio al bajarse del auto. Había un gran grupo de estudiantes esperando a las afueras del colegio. Ella caminó con paso seguro para entrar al instituto, vio que los estudiantes por las ventanas del colegio miraban y gritaban de la alegría. Keidys había ganado gran fama, y eso le gustaba, porque ya no era aquella niña tímida que alguna vez le lastimaron el corazón: ahora podía mirar a los ojos a Josef y pisotearlo, para eso había vuelto.