Los días en la cabaña se estaban acabando, y Alejandra se sentía muy mal como para poder salir de su cuarto: —Dios... Mi cabeza... —sollozó. —Toma, debes estar sedienta —escuchó la voz de Tomás. Se acomodó en la cama y lo observó detenidamente, estaba con un jugo de naranja: —Lo preparé para ti, quiero disculparme por haberte tratado mal anoche, fui muy grosero. Perdón —dijo Tomás, se sentó en la cama y mostró una sonrisa. Aquellas palabras estremecieron el pecho de la joven, había esperado tanto la noche anterior para poder escucharlas, estaba muy mal, la pasó pésimo por aquel acto que hizo. Aquella declaración que tanto había repasado una y otra vez fue despreciada por el mismo joven que ahora pedía perdón, ¿es justo el que una persona se vaya una y otra vez y cuando quiere volver