Caos, final y principio de todo

1083 Words
“Antes que todas las cosas, em um comienzo, fue el infinito Caos.” Hesíodo Ben llegó a su mansión, luego de aquel día lleno de inconvenientes y problemas. Primero, el choque con aquella chica en el café, luego el inconveniente con Davis y tercero, las llamadas de su ex a quien no se digno a responderle. Subió hasta su habitación, se quitó la chaqueta y la dejó sobre la cama, aún sentía el olor a café en su ropa, por más que intentó quitar aquel aroma con gel y perfume, no lograba eliminarlo así como tampoco lograba eliminar de su mente, a la culpable de aquel aroma. Sonríe con satisfacción al recordar el cuerpo tembloroso y los labios húmedos de la nueva pasante cuando la tomó de ambos brazos. Aunque estaba enojado con ella, no podía negar que le gustaba la idea de sentir el control sobre ella. Ben siempre ha sido un hombre obsesionado por controlar todo a su alrededor, sólo que la vida se ha encargado de hacerle ver que eso es imposible. Su matrimonio perfecto se derrumbó cuando descubrió que su mujer lo había traicionado con su propio chofer. Mientras él se ocupaba en trabajar día y noche por brindarle una vida llena de los lujos, a los que su esposa staba acostumbrada a tener, la hermosa mujer se revolcaba con Emir, el chofer que él contrató para ella. Sus hijos, llevaban estilos de vida tan antagónicos al suyo que a veces pensaba que era um complot del universo para derrumbarlo. Aún así, Ben Collins era indestructible o eso quería parecer. Terminó de desvestirse y fue hasta la ducha, necesitaba relajarse un poco, y lo logró momentáneamente. Minutos después salió del baño envuelto con su albornoz blanco, se sentó en la cama y se dispuso a descansar un poco para luego bajar a cenar. Los golpes en la puerta lo sacaron de su estado de expectación. —Sr Collins, por favor, ¿está allí? —preguntó la empleada de confianza de Ben. Él se levantó, abrió la puerta un tanto enojado por la interrupción a su descanso. —¿Qué ocurre, María? —Señor, la Sra Erika necesita hablar con usted. —le entrega el teléfono inalámbrico. —Puede retirarse, María. —Ben cierra la puerta y atiende la llamada— ¿Qué es lo que quieres, Erika? ¿Para qué me llamas? —Se trata de Jaspe, tuvo un accidente en su auto y está muy mal, Ben. El hombre palidece ante aquella noticia. —¿Qué dices? ¿Dónde está? —pregunta angustiado. La mujer le indica la dirección de la clínica. Ben lanza el teléfono sobre la cama, comienza a vestirse apresuradamente, toma las llaves de su auto y baja las escaleras dando largas zancadas. Sale de la mansión y sube a su auto. Durante el trayecto sólo piensa en su hija. —¡Dios! No permitas que le pase algo a mi hija. —golpea una y otra vez el volante, con frustración, con impotencia, con culpabilidad. Él había recibido las llamadas de Erika durante toda la tarde, aún así su orgullo le había impedido atender a su ex. Si hubiese dejado de lado su ego habría contestado, sólo espera que no sea demasiado tarde. Las lágrimas se deslizan por su rostro, él las limpia con el antebrazo. Minutos después aparca el auto y baja de su coche. Se encamina hasta la entrada de la clínica. Camina por el largo pasillo sin detenerse, llega a la recepción, pregunta por su hija: —La Srta Jaspe Collins ¿Dónde se encuentra? —¿Es usted familiar? —pregunta la mujer. —Es mi hija, joder. —esgrime. —Disculpe, son políticas de la empresa. La Srta Coliins se encuentra en sala de recuperación en la UCI. Mas, es un área restrin... —antes de que la recepcionista complete la frase, Ben la deja con la palabra en la boca y se encamina hacia ese lugar. Al llegar, en la sala de espera se encuentra con Erika, quien al verlo se lanza entre sus brazos y se refugia en su pecho. —Ben, nuestra hija está muy mal. —llora desconsoladamente, mientras el pelirrubio, la abraza, a pesar de su frialdad, dentro de él seguía sintiendo algo por su Erika. —No te preocupes, Jaspe va a estar bien, haremos lo que sea para que ella esté bien. —No me dejes sola en este momento —ella levanta su rostro y lo mira a los ojos. —Nunca te dejé sola —responde con cierta hostilidad. Para Ben, escuchar esa frase era revivir aquel momento de su pasado en el que su esposa justificaba con ese argumento su traición. Ben la lleva hasta la silla, Erika se sienta y lo mira con la angustia dibujada en su rostro. —Ya regreso, voy a hablar con el médico. —ella asiente. Ben se aleja por el pasillo en dirección al consultorio médico. Toca la puerta un par de veces, aguarda la aprobación para entrar. —¡Adelante! —Ben abre la puerta, entra y se aproxima al escritorio del médico.— Siéntese por favor —le indica, termina de darle instrucciones a la enfermera de turno, luego que esta sale, le pregunta:— ¿En qué puedo ayudarle? —Soy Ben Collins y soy el padre de Jaspe Collins. Quiero saber cómo está mi hija. —La paciente tuvo un fuerte accidente, realmente de milagro está con vida —Ben se lleva las manos al rostro— Tuvo una contusión cerebral bastante fuerte por lo que tuvimos que intervenir quirúrgicamente de inmediato. Está en recuperación, las siguientes cuarenta y ocho horas serán cruciales. —¿Puedo ver a mi hija? —la voz de Ben está cargada de tristeza y dolor. —No, lo lamento. La paciente no puede recibir visitas, lo mejor es que usted y su esposa, regresen a su casa y vengan mañana. No tiene sentido que estén aquí. —¿Doctor, ella va a estar bien? —pregunta y esta vez su miedo lo hace estremecer por completo. —Posiblemente logre sobrevivir, mas las secuelas del accidente no sé que tan graves puedan ser. Hay que esperar que despierte, sólo nos queda esperar y tener fe, es una chica joven y fuerte. Aquella respuesta maquillada con pinceladas de esperanza, dejan en Ben un sabor amargo y la angustia a flor de piel, todo en ese día había sido un caos, un completo caos...
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