When you visit our website, if you give your consent, we will use cookies to allow us to collect data for aggregated statistics to improve our service and remember your choice for future visits. Cookie Policy & Privacy Policy
Dear Reader, we use the permissions associated with cookies to keep our website running smoothly and to provide you with personalized content that better meets your needs and ensure the best reading experience. At any time, you can change your permissions for the cookie settings below.
If you would like to learn more about our Cookie, you can click on Privacy Policy.
Punto de vista de Ayda La mañana después de mi pelea con Sebastián fue mucho más doméstica de lo que pensé que sería. Desayunamos en el salón de té en lugar de en el comedor como esperaba. La informalidad de la disposición de los asientos era justo lo que necesitaba. Una cosa que me gustó de mi vida como plebeyo fue cómo las prácticas cotidianas (como las horas de comida, la lectura o incluso los pasatiempos) se realizaban en un entorno comunitario. Una práctica que sólo a aquellos que habían soportado largas amistades generacionales basadas en la buena voluntad y el entrenamiento mutuos, o por la formalidad de estar relacionados entre sí, se les permitía tener acceso en una casa de aristócratas. En el hogar de un plebeyo, no había ninguna formalidad rígida debido al decoro; ¡Uno podía