Capítulo 14.3

2013 Words
Ella despedía a su paciente cuando al llamar al siguiente recorrió el pasillo con la mirada y se topó con aquella dorada que amaba y había extrañado. No pudo evitar entristecer al ver que en esos bonitos ojos que siempre la miraban con amor había un brillo producto de la acumulación de lágrimas. «¿Acaso está triste porque no nos hemos visto en estos días? ¡Muy mal, Kazumi Shimizu! ¿Cómo puedes decir que te interesa Shiro, que lo amas si lo haces sufrir solo porque eres una cobarde?», se recriminaba a sí misma mientras invitaba pasar al paciente y hacía su máximo esfuerzo por no mostrar que haberlo visto le causó gran conmoción. Cuando el momento de llamar a Shiro llegó, ella caminaba muy nerviosa al lado de la paciente de ochenta años que acababa de atender. Abrió la puerta y estaba despidiendo a la anciana cuando esta le dijo: «No lo evite, se nota que ese apuesto joven de brillante mirada tiene mucho amor para darle, Dra. Shimizu. Acepte su amor, no vaya a ser que luego se arrepienta de no haberlo hecho», y tras ofrecerle una sonrisa a la médica, se fue caminando hacia donde estaba Shiro, a quien le dijo: «Es tu turno, joven de hermosos ojos dorados. La Dra. Shimizu te está esperando». A ella le dio un poco de vergüenza al percatarse que los pacientes que esperaban su turno se dieron cuenta del intercambio de miradas entre ellos, de lo nerviosa que estaba de verlo ahí y lo impaciente que él estaba por hablar con ella. La médica vio a Shiro saltar de la silla, hacer una reverencia de 90° a la anciana y caminar apurado hacia ella. Ahora la vestimenta de su amigo había mejorado y le hacían lucir más guapo de lo que ya era. También llevaba los cabellos bien peinados, algo que le gustaba, aunque también extrañaba verlos caer sobre sus ojos, ya que era su excusa perfecta para rozar su bonito rostro al querer despejar su mirada. Cuando él pasó por el costado de ella, pudo oler el aroma de Shiro, uno que dejaba destacar el olor a madera y cítricos que le atrajo muchísimo y provocaba pegar su nariz al pecho de su amado amigo Ya adentro del consultorio, él se quedó parado enfrente del escritorio de ella. La médica inició la plática para romper la incomodidad entre ellos. - Hola, Shiro kun, ver tu nombre en la lista de pacientes de esta mañana fue toda una sorpresa ya que no esperaba que vinieras al hospital a pasar consulta conmigo –lo dijo mientras caminaba hacia su asiento. - Pedir una consulta médica contigo fue la única forma que encontré de poder verte sin que te negaras –la voz de Shiro expresaba que estaba algo desilusionado, dolido por el comportamiento de la médica en los últimos días. - Siento mucho que hayas pensado que no he querido verte, pero he estado muy ocupada. Las dos noches que me quedé contigo cuando estuviste hospitalizado hizo que no apoyara en emergencia en los turnos nocturnos, por lo que debí recompensar mi ausencia de esos días –ella rogaba que él se creyera esa mentira. Ella se mantenía parada a un lado de su silla, sentía que quería correr a los brazos de su amado amigo y decirle que ya sabía lo de su amor por ella y que también sentía lo mismo, pero recordó que eso no sería justo para Shiro, ya que debía ser libre cuando conociera la fabulosa vida que podría tener siendo un Fukuda para que no se sienta comprometido con ella en absoluto y pueda decidirse por alguien más si así le interesara. - De acuerdo, te creo –dijo Shiro sonriéndole, pero con algo de lamento en su mirada. - ¿Y cómo te has sentido en estos días? –preguntó Kazumi queriendo pedirle perdón por ser así de tonta con él. - Un poco de dolor ante algún movimiento brusco, pero no más. He podido descansar en una cómoda cama y al no tener que trabajar cargando cosas o empujando algo pesado me ha ido muy bien. Creo que ya es hora de retirar los puntos quirúrgicos –dijo sin poder dejar de mirarla con anhelo, ya que quería abrazarla como alguna vez se lo permitió en alguna salida que tuvieron. - Para eso no era necesario que vinieras a mi consultorio, gustosamente hubiera ido a la Mansión Fukuda para retirar las suturas –Kazumi caminó hacia la camilla que se encontraba detrás de él separando el espacio de auscultación del de consulta por un biombo, y le pidió con un gesto que la acompañe. Ella le indicó que se eche en la camilla, pero antes Shiro cuestionó lo que acababa de decir. - ¿Por qué lo harías? Ir a la mansión de mis abuelos para atenderme –él estaba apoyado en la camilla y ella a solo dos pasos de él. - Porque somos amigos y me preocupo por ti –dijo Kazumi mordiéndose la lengua para no declararle su amor. - ¿Solo porque somos amigos? –había tristeza en la expresión y voz de Shiro, pero también pudo entender que él estaba insinuándose. Él era tan transparente que hasta le salió un natural puchero que ella quería deshacer a besos, de la misma manera como detuvo la furia de su amigo hace unos días atrás, una que se manifestó tras haberse enterado de la verdad de su origen. - Shiro, quizás no entiendas ahora lo que te voy a decir, pero, al ser un Fukuda, vas a tener la oportunidad de descubrir un mundo inmenso de posibilidades. Podrás conocer a muchas personas bellas e interesantes con quienes congeniarás, y tendrás la oportunidad de elegir entre varias opciones a la mejor de ellas para compartir tu camino de vida –ella no había terminado de hablar cuando él se adelantó dos pasos y la tomó por la cintura con uno de sus brazos, pegándola a su cuerpo de la misma manera que ella posó el suyo sobre él cuando se subió a horcajadas en su regazo. - Para mí, tú eres la más bella e interesante en todo el mundo –la mirada de Shiro comunicaba súplica y determinación, algo que le hizo entender que con él no se podría razonar, que solo debía esperar que el tiempo pase y él sienta curiosidad por conocer a otras personas. Como sintió el fresco aliento de Shiro sobre su rostro por la cercanía de sus cuerpos, ella se sonrojó y mordió su labio inferior para aguantar las ganas de darle un beso. Sin bajar la mirada, ella le respondió. - Solo te pido que te des la oportunidad de conocer el mundo que ojii chan te mostrará y que desees crecer, mejorar como persona –esas palabras él las entendió como un consejo que su amada amiga le entregaba porque quería que él sea digno de ella, y que para ello no bastaba con tener un apellido importante y mucho dinero que no sabía cómo cuidar ni multiplicar. - Lo conoceré y creceré, seré un mejor hombre –la intensidad de su mirada le hizo saber a Kazumi que Shiro acababa de hacerle una promesa. «Seré digno de ti, te pediré que seas mi esposa y te haré muy feliz», pensaba él mientras perdía la consciencia del tiempo y espacio al embelesarse observando los labios de la médica. - Shiro, debes acostarte en la camilla para poder retirar las suturas –dijo Kazumi temblando al imaginarse que su amado amigo terminaría besándola, pero él no lo hizo, quería esperar a ser una mejor versión de sí mismo para confesarse. Él soltó su cintura y dio dos pasos hacia atrás para sentarse en la camilla y luego recostarse en ella. Todo esto lo hizo mirándola de esa manera especial que solo le entregaba a ella porque era la única que despertaba en él la ternura y el deseo a la misma vez, así como la pasión y el aprecio. Ella le pidió que subiera un poco su camiseta y le ayudara a desabrochar el cinturón que sostenía sus pantalones. Cuando él subió el polo y ella vio los músculos abdominales perfectamente marcados, quiso tocarlos, pero sabía que sería muy imprudente. Shiro no pudo evitar que la erección que empezó cuando pegó el cuerpo de Kazumi al suyo creciera, por lo que la médica pudo notarla, algo que la puso más nerviosa aún. Las manos de Kazumi temblaban, pero se obligó a ser profesional, así que se colocó los guantes descartables y con una pinza y tijera empezó a cortar y retirar las suturas. El dolor que sintió durante la extracción de algunos de los puntos hizo que Shiro se olvidara del placer que sintió al tenerla cerca y la erección fue desapareciendo, algo que lo alivió. Ella empezó a calmar su respiración al concentrarse en hacer bien su trabajo ya que le apenaba escucharlo quejarse entre dientes. Él apretaba la mandíbula para ocultar la incomodidad que sentía cuando ella halaba el hilo quirúrgico tras haberlo cortado. Cuando la médica terminó de extraer las suturas, ambos estaban más cómodos, en confianza y pudieron continuar hablando un poco más. - Creo que conmigo has terminado las consultas –dijo Shiro y Kazumi asintió con la cabeza mientras guardaba el instrumental que utilizó y se deshacía de los guantes-. ¿Estás ocupada por la tarde? –la voz de él sonaba segura, alegre, no como la que tenía al ingresar al consultorio. - La verdad es que ya puedo irme a casa –dijo ella jugando con sus manos parada a un par de metros de él, quien ya estaba sentado en la camilla. - ¿Quieres acompañarme a almorzar? –preguntó Shiro con un aire de coquetería, algo que hizo que ella se sonrojara y mordiera su labio inferior para mantenerse calmada. - Sí, claro –confirmó contenta porque volvían a ser los mismo de siempre. - Entonces toma tus pertenencias que Sosuke san nos espera –la cara de duda en ella hizo que le explicara a qué se refería-. Recuerda que aún estoy siguiendo una dieta especial por lo de la cirugía, así que tenemos que ir a la Mansión Fukuda para almorzar –él sonreía con picardía, como si hubiera hecho una travesura. - Pero no puedo llegar sin que obaa chan y madre sepan que me has invitado –se excusó Kazumi. Shiro sacó su nuevo teléfono celular de última generación y marcó el número de su abuela. - Obaa chan, te llamo para preguntarse si puedo invitar a Kazumi chan a almorzar con la familia –la médica no podía escuchar la respuesta que Umiko le dio a su nieto, pero la sonrisa de este le revelaba que de seguro era una muy satisfactoria para él-. Gracias, obaa chan. Dentro de poco estaremos en camino. - Cinco días viviendo con Los Fukuda y te has convertido en un niño consentido y embaucador –dijo Kazumi riéndose por haber caído sin darse cuenta en la trampa de Shiro para llevarla a pasar tiempo con su familia. - Lo hice para pasar tiempo contigo y que aproveches en conocer a mi familia –Shiro tomó uno de los cabellos de Kazumi que estaba desordenado cayendo por la frente de la médica y lo acomodó detrás de su oreja. Ese gesto la puso nerviosa, pero lo que hizo que ponga sus nervios de punta fue que Shiro se acercara a su oreja para hablarle muy de cerca, sintiendo su aliento y respiración golpeando en esa zona tan sensible de su cuerpo-. Además, cuando quieras, tú también me puedes consentir, yo no me opongo. - ¿Y también te dejarás embaucar? –preguntó ella nerviosa por la proximidad y el provocativo contacto - Sí, siempre y cuando tus embustes me sirvan para pasar tiempo a tu lado –se alejó lentamente de ella, tomó su mano y la haló ligeramente para abandonar juntos el consultorio.
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