Capítulo 2.2

2037 Words
Había separado un turno en un salón de belleza para que le ayudaran a arreglar su cabello y le hicieran un adecuado maquillaje para la ocasión, ya que no quería lucir mal el día de la boda de su hermana, para que Suki se sintiera orgullosa de ella. Sin embargo, un gran accidente de tránsito, por un problema en los frenos de unos de los vehículos que ocasionó un aparatoso choque que afectó a más de diez autos, llevó al hospital donde trabajaba a cuatro pacientes de gravedad que necesitaban ser intervenidos quirúrgicamente con suma urgencia, por lo que no pudo salir a la hora que había planeado y perdió su turno en el salón de belleza. Con apenas el tiempo justo pudo llegar a su apartamento para ducharse y vestir el atuendo que había planificado para esa tarde. Manejó apuradamente hacia la iglesia católica en donde sería la boda, ya que Suki quería vivir una boda occidental, aunque no fueran los novios practicantes de esa creencia religiosa. Temiendo no lucir a la altura que la majestuosa celebración ameritaba, rogó porque nadie la notara, pasar desapercibida y no avergonzar a su hermana, quien estaba empezando a sentir cariño por ella. A la ceremonia llegó retrasada, por lo que nadie notó su presencia al sentarse en una de las últimas bancas del recinto religioso. Cuando era el momento de que los novios salieran y arrojar sobre ellos el arroz y pétalos blancos que simbolizaban la dicha, prosperidad, felicidad y buenaventura en el matrimonio, mantuvo su bajo perfil al mezclarse entre los empleados de la iglesia que se unieron a los invitados a la boda para lazar a los novios aquellos detalles que le deseaban lo mejor para esa nueva etapa que juntos comenzaban. Al llegar a las instalaciones del hotel cinco estrellas en donde se realizaría la celebración de la boda, Kazumi se dirigió hacia la habitación en donde su hermana, junto a su madre y amigas, estaba preparándose para hacer su gran ingreso al salón de la fiesta. Ella entró ilusionada de poder abrazar a su hermana menor para desearle que sea muy feliz, para decirle que ese día no solo comenzaba su nueva vida como una mujer casada, sino que podría empezar también una mejor relación entre ellas. Kazumi, con su inmenso corazón, uno demasiado bondadoso y puro, había creído que su hermana en verdad la extrañaba, por lo que fue a verla el día de su boda, sin saber que en realidad todo era una vil mentira para hacer que vaya y dejarla en ridículo. - ¿Así que mi voz sentida y quejidos triste sí te convencieron y viniste? –dijo Suki con una sonrisa burlona-. ¿Cómo se te ocurre que querría que vinieras si siempre luces así de desaliñada? Me avergüenzas –Akane miraba seria la escena, pero en ningún momento intentó que Suki no abusara de Kazumi. - Lo siento, hermana. Hubo un serio accidente de tránsito y necesitaban mi ayuda, por ello perdí la cita en el salón de belleza. No debí venir –dijo Kazumi apenada porque avergonzaba a su hermana. - Al menos no has perdido tu dinero tratando de que te hagan lucir bien porque eso es imposible –soltó una de las amigas de Suki y todas rieron, excepto Akane. - ¿Y en dónde compraste ese vestido? Definitivamente no tienes buen gusto para nada –señaló otra amiga de la novia. En verdad el vestido de estilo grecorromano le quedaba muy bien a la médica, se amoldaba perfectamente a su cuerpo y resaltaba sus pechos, pero esas envidiosas nunca le dirían la verdad a Kazumi. - Es una dicha para la Familia Yamazaki que Naoki abriera los ojos y decidiera cambiar de novia, sino el pobre estaría uniendo su vida a este desastre de mujer –mencionó otra de las amigas, haciendo que continúen las risas burlonas en contra de Kazumi. - Pensé que en verdad me extrañabas, hermana, que el no verme en el hogar donde crecimos juntas te afectaba, que por fin te dabas cuenta que podemos llevarnos bien y tener una bonita relación fraternal –dijo Kazumi aguantando las ganas de llorar al sentirse atacada por los comentarios que soltaban sobre ella. - Ingenua Kazumi –dijo Suki acercándose a la médica con una notoria pose de superioridad-. ¿En verdad creíste que algún día yo podría voltear a mirarte y desear tener una buena relación contigo? Ni en tus sueños ni en mis pesadillas, hermanita. El agua y el aceite no se mezclan, así como nosotras nunca vamos a tener una relación amical. Perdiste la oportunidad de ser mi amiga cuando decidiste destacar y opacarme. Recuerda que yo soy la bonita, la mujer a la que todos envidian y voltean a mirar, pero tú empezaste a llamar la atención al ser inteligente y logrando proezas académicas que yo no podía alcanzar, todo por querer estar por encima de mí. - ¡Eso no es verdad! –protestó Kazumi llorando-. Yo nunca quise quitarte la atención de nadie, pero tampoco podía dejar de ser yo, no podía matar mi talento, lo único que tengo y hace que sea Kazumi Shimizu. - ¡Eres patética, egoísta y una mala hermana mayor! –el narcicismo de Suki no le permitía ver que la patética, egoísta y mala hermana era ella por no aplaudir el talento de Kazumi, uno muy diferente a los que ella tenía, pero que no descubriría al ser un ser banal. - Suki, yo solo quería desearte que seas muy feliz –dijo Kazumi extendiendo los brazos, pidiéndole a su hermana menor un abrazo, pero lo único que obtuvo de ella fue un durísimo jalón de cabellos y que rompiera una de las tiras de su vestido. - Trágate tus palabras, sé que son falsas. Y ahora lárgate, que me avergüenzas. Este es mi día, mi momento, y no quiero que me lo arruines –Kazumi no sabía qué hacer, estaba tan dolida que no atinaba a moverse-. ¿Acaso eres sorda? ¡Lárgate de una buena vez! ¡Tú no eres mi hermana, no eres nada mío! Y con el corazón destrozado por una de las personas que más amaba y en quien quiso confiar, Kazumi salió corriendo de las instalaciones del hotel. En su llanto por el dolor que sentía, olvidó que tenía su auto aparcado en el estacionamiento del hotel y se alejó corriendo del lugar. Como la gente que andaba por ahí empezaba a mirarla de manera extraña y comentaba sin saber lo que le ocurría, empezó a dirigir su andar hacia calles apartadas de la gran avenida en donde se encontraba el hotel del cual quería alejarse lo más rápido posible. Estuvo corriendo sin rumbo y llorando amargamente por varios minutos, hasta que el tropezar con su mismo vestido la hizo caer sobre el asfalto de la calle y detenerse. Al levantar la mirada y darse cuenta que no sabía en dónde se encontraba, la joven médica sintió un poco de miedo. Tokio podía ser una ciudad segura, pero había zonas en las que podías toparte con gente nada agradable, dispuesta a hacer bastante daño a aquel que vieran indefenso, y ella, en ese momento, era una presa fácil. Al no tener consigo su celular y poder chequear el GPS para saber hacia donde moverse, empezó a caminar abrazándose a sí misma para sentirse segura. Había caminado un par de cuadras cuando de un pasadizo salieron un par de hombre de aspecto sucio y que se notaban que habían bebido más de la cuenta. Kazumi hizo como que no los vio y siguió su camino, pero esos hombres no iban a dejar que se vaya así nomás esa hermosa mujer que andaba con un vestido que marcaba muy bien su figura, una que hacía que la lascivia de esos asquerosos hombres despierte. - ¿A dónde vas, preciosa? ¿Acaso estás perdida? –preguntó el más alto de esos extraños. - Vamos, belleza, no nos ignores que podemos ayudarte a sentirte segura a nuestro lado –dijo el otro más pequeño, pero que se notaba que era el peor de ese par porque empezó a jugar con un cuchillo que sacó de uno de los bolsillos de sus pantalones. - Oye, guarda eso, que la vas a asustar –dijo el alto al ver a su compañero con el arma cortopunzante en la mano. - ¿Esto? No, preciosa, que no te asuste, a ti no te haría daño, es solo para protegernos del mal que hay por aquí –Kazumi empezó a caminar un poco más rápido. Quería correr, pero el tobillo le dolía un poco tras la caída que sufrió y sabía que esos hombres podrían alcanzarla sin problemas-. Vamos, bonita, ven con nosotros, la vas a pasar bien –dijo el bajito del cuchillo y se acercó lo suficiente para tocarle el brazo. - ¡No me toque! –gritó Kazumi notoriamente asustada. - ¡A mí nadie me da órdenes, mujer! –dijo el más pequeño y se acercó lo suficiente para meter su mano entre las piernas de Kazumi. La médica gritó un fuerte «¡suéltame!», aterrada por como ese hombre se atrevió a tocarla de esa manera. En eso, sin que se lo esperara, el hombre que la estaba atacando se alejó bruscamente de ella. Por la fuerza, ella cayó sentada, pero no se golpeó contra el pavimento, ya que un cuerpo la sostuvo y la ayudó a apoyarse en el suelo sin que se hiriera. Al abrir los ojos, porque por el miedo que sentía los cerró con mucha fuerza, vio a un tercer hombre que peleaba contra los dos borrachos que la estaban molestando. El primero en alejarse corriendo fue el ebrio más alto, pero el pequeño, envalentonado por el cuchillo que portaba, se quedó a darle pelea a quien salió en ayuda de Kazumi. Al principio el agresor de la médica parecía que podría dejar mal herido a su defensor, pero este sabía pelear y desarmó al borracho, luego le propinó un par de patadas, una en el estómago y otra en la cara, lo que hizo que el tipo cayera aparatosamente, golpeándose la cabeza contra la acera y perdiera momentáneamente el conocimiento. - ¿Se encuentra bien? ¿Acaso la hirieron? –preguntó el defensor de Kazumi, quien resultó ser un joven hombre que ella calculaba que tendría la edad de Naoki por la fuerza de su voz y la complexión atlética que tenía. Al mirar el rostro de su defensor se encontró con unos bonitos y muy llamativos ojos dorados. ¿Un japonés de ojos dorados? Eso es algo muy inusual, ya que en esa r**a no es común encontrar a alguien con ojos del color de la mezcla perfecta entre el tono de la miel y el brillo del sol. Y el recuerdo de ese par de ojos que por primera vez vio, hace once años atrás, cuando apenas era una niña de doce años, llegó, y con él el nombre de ese amable, muy educado y guapo adolescente a quien llegó a considerar su amigo, a quien ayudaba a estudiar cuando iba a la casa de su amiga Reiko cada vez que podía, secreto que le guardaban su chofer y su guardaespaldas. - ¿Shiro? –Kazumi soltó ese nombre esperando que quien tenía enfrente de ella sea en realidad el amigo de la adolescencia que no pudo volver a ver porque sus vidas dieron giros inesperados cuando ella terminó la escuela y él no tuvo un lugar seguro en donde quedarse a vivir. - ¿Kazumi? –la voz de él pronunciando su nombre le sonó muy dulce. Si supiera que para él escuchar su voz mencionando el suyo le pareció como si un ángel lo estuviera llamando. La médica, que no dejaba de temblar, se aferró al cuerpo de su amigo reencontrado con un abrazo que él respondió sin dudar-. Tranquila, todo está bien, estás a salvo –decía él mientras acariciaba sus cabellos, esos hermosos cabellos oscuros de la muchacha con la que soñaba todas las noches, esperando algún día volverla a ver. Y ese día al fin llegó.
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