CAPÍTULO ONCE Riley reflexionó en silencio durante casi todo el viaje de vuelta a Fredericksburg. La consejera académica no le había dicho mucho por teléfono. Lo único que Riley sabía era que Jilly había golpeado a otro niño en la escuela. La estaban esperando en la oficina de la consejera para ayudar a aclarar las cosas. Cuando se acercaron a la escuela, Bill rompió el silencio. “Deja de culparte por esto, Riley”. Riley siguió mirando por la ventana. “¿Qué te hace pensar que eso es lo que estoy haciendo?”, dijo. “Vamos, Riley. Acuérdate que estás hablando conmigo”. Riley vaciló y luego dijo: “Temo que realmente esté metiendo la pata como madre”. Bill dejó escapar un gruñido de desaprobación. “¿Y qué? ¿Qué padre no cree que está metiendo la pata? ¿Crees que soy un padre perfecto?