Capítulo 19: ¿Qué le paso a mi hijo?

1879 Words
Después de que Adaline y Tati salieran de su habitación, demasiado contentas y excitadas con la perspectiva de una oportunidad de matrimonio para su cuñada, Kiara por fin pudo quedarse a solas y pensar, se pasó casi todo el día durmiendo y ahora, seguramente le costaría un poco conciliar el sueño. Recordó el sueño con Axel Brown y se preguntó porque había cambiado, antes los sueños húmedos habían tenido siempre al mismo protagonista: Luis Alcázar. Lo analizó más profundamente y se dio cuenta de que, desde que se acostó con él y perdió su virginidad, no había vuelto a soñar con Luis. Lo atribuyo a que ahora estaba casado y le pertenencia a Annie, pero se le antojó un poco tonto e infantil. Aún sentía que lo amaba y si no fuera porque su prima y su sobrino existían, entonces no dudaría en quitar del camino a cualquier otra mujer que se interpusiera entre ellos. Entonces ¿porque ya no había vuelto a soñar con él? Y por supuesto que no era porque Ulises existía en su vida. Lo que realmente le preocupaba era, que hubiese soñado precisamente con El idiota que jamás se comportaba cómo un hombre debería comportarse con una dama. La provocaba y la ofendía, se había reído de ella porque ya no era señorita, porque no era tonto y sabía lo que pasó esa noche en la casa de la playa, entre ella y Luis y aún no terminaba por entender, porque a su padre le caía tan bien, cuando ninguna de las otras personas lo soportaban, incluso Luis, aun cuando jamás dijo nada al respecto, ella sabía que no le agradaba. Ulises alguna vez le comento que el tipo era brutalmente honesto y que a nadie le gustaba que le escupieran sus verdades a la cara, que no había muchas personas que valoraran esa cualidad, sin embargo, consideraba que no era malo ser así, pero que tampoco estaba bien vanagloriarse y restregar que eres mejor o que sabes más que los demás. Consideraba que eran mucho mejores las críticas constructivas y él solo podía ofrecer críticas destructivas. Además, su mueca burlona y el sarcasmo eran dos de sus sellos particularmente desagradables, todo lo que salía de su boca tenía un tinte sarcástico. Pero Kiara, a pesar de haber escuchado opiniones similares a esa, se sentía más tentada a dejar que el tipo le cayera bien. Solo cuando se metía con ella y la atacaba, era cuando más lo detestaba, por lo demás, podría incluso sentirse identificada. Pasó otra semana sin tener noticias de Ulises, cuando llamaban para preguntar, decían que los operativos se habían intensificado en el centro del país. Así que adquirieron el hábito de ver las noticias nacionales de la tarde para saber que era lo que estaba ocurriendo y tratar de entender la situación tan complicada que estaba viviendo. Así cuando llamara, sabrían darle el apoyo necesario. Tati también lo hacía con el afán de saber si había bajas del ejército durante los enfrentamientos con los cárteles y el crimen organizado. Cuando decían que hubo heridos o alguna baja, siempre contenían el aliento cuando recibían una llamada de algún número extraño. Además de la violencia y las malas noticias, también se hablaba de una recesión en el país vecino y eso significaba que el país también tendría problemas. Kiara nunca veía los noticieros, no le gustaban las malas noticias y jamás se preguntó porque su padre le habla de la situación financiera de la familia, a lo cual jamás le ponía demasiada atención. Nunca atinó a imaginar que personas como ellos, como las familias con las que se habían codeado por generaciones, tuvieran problemas de dinero o al menos, nunca escuchó a ninguna de sus amigas o a su madre o a las madres de estas, que se preocuparan por el dinero. Y, por lo tanto, no le interesaban las recesiones y las tonterías como esas. Algunos días después, se había quedado dormida cerca de las tres de la mañana y a las cinco de la mañana, se desato el infierno en la casa de los Montemayor. El Tío Alonso se presentó en la casa, le pidió a una de las empleadas que la llamara antes que a su cuñada y a su sobrina. Alonso tenía la teoría de que, si no amaba a Ulises como imaginaba, ella tomaría con más tranquilidad la noticia. Se levantó, no quería bajar a recibirlo en bata, así que se puso un pantalón deportivo y una sudadera, se mojó un poco la cara y se ató el cabello con una liga. El hombre estaba al pie de la escalera, caminaba de un lado al otro con pasos enérgicos y tenía los hombros echados hacia atrás, en una actitud desafiante, como si estuviera dispuesto a no dejar que nadie lo encarara. —¿Paso algo? —se detuvo en seco y la miró con un gesto adusto en la cara, como si la recriminara por hacer algo impensable. —¡Te tardaste demasiado! ¿No sabes que a mí nadie me hace esperar? —Pues lo siento, pero, son las cinco de la mañana, estaba dormida y no iba a bajar medio desnuda para recibirlo —la miró de arriba abajo con desprecio, como si fuera la mujer más fea que había visto en su vida. —Tengo muy malas noticias y necesito que me ayudes a dárselas a Tatiana y a mi sobrina. No le estaba pidiendo un favor, era una orden expresa. Bajo dos escalones muy despacio, tratando de entender lo que quería decir. —Ulises, ¿cierto? —Si. —¿Qué-que le pasó? —su voz se quebró y sus ojos se anegaron de lágrimas, aunque no alcanzaron a caer. —Murió. —¡¿Qué?! —bajo otros dos escalones, resbalo y cayó sentada sobre los dos últimos— ¿Murió… en un operativo? —Si. Cayó abatido por una ráfaga de disparos en un enfrentamiento. No sé que tenía en la cabeza el muy estúpido, según decía la copia del informé que me enviaron, todos estaban a resguardo y él salió a descubierto gritando como un lunático y disparando a diestra y siniestra. —Era su sobrino, ¿cómo puede hablar así de él? —No me vengas con hipocresías —cuando levantó el rostro para mirarlo, una solitaria lágrima recorrió su mejilla y su cara reflejaba verdadera tristeza. Quizás le tenía algo de cariño, eso o era una actriz excelente— Yo no soy Tatiana o Adaline, a mí no es fácil engañarme y yo sé que no fue por amor que te casaste con Ulises, algo querías o algo obtuviste y ahora lo único que puedes estar sintiendo es… alivio. —No voy a gastar saliva tratando de convencerlo de algo para lo que ya está predispuesto en mi contra y siguiendo la línea de su discurso, le diré que… Al menos yo soy una desconocida, formo parte de su familia hace apenas doce meses, pero usted lo conoció toda su vida y jamás tuvo para él una sola palabra de aliento, de apoyo, de amor fraternal. Al menos yo sé que lo hice feliz el tiempo que estuvimos juntos y si murió no fue por mi culpa, fue por la suya y todo el mundo se va a enterar de lo que hizo y todos sabrán que lo obligó a regresar allá para quedarse con el control de todo el dinero de los Montemayor. —¡Eres una perra, Kiara Villareal! Jamás lo hice por eso y él lo sabía. —Usted jamás lo acepto por ser quien era, lo obligó a elegir una carrera militar que no le gustaba y él hacía todo lo que usted quería porque lo consideraba como a un padre, quería que se sintiera orgulloso de él. Y eso, Sr. Alonso Montemayor, no lo digo yo, lo dice y lo sabe todo el mundo. Jamás fue muy discreto al hablar sobre su sobrino, sus críticas hacia su carácter débil y sus insinuaciones sobre su amaneramiento son de dominio público. Y ahora que murió en esas circunstancias, todo el mundo hará conjeturas, especulará y sacará sus propias conclusiones. Sin darse cuenta, la discusión subió de tono, despertaron a los otros integrantes de la casa. Tatiana y Adaline estaban en lo alto de la escalera y escucharon las últimas palabras de Kiara. Ella se había levantado de los escalones, sus lágrimas ya caían a raudales mientras le gritaba y él subió los dos escalones que lo superaban, en actitud agresiva. El grito de Tati evitó que llegara hasta su objetivo. —¡Alonso! —ambos miraron hacia arriba sorprendidos— ¿Qué le pasó a mi hijo? —Murió en un operativo. El grito desgarrador de Adaline, hizo estremecer a Kia, subió con rapidez los escalones y alcanzó a sostenerla, por poco rodaba por los escalones. Sin embargo, lo que más la dejó impactada fue la reacción de Tatiana. Se quedó parada en el mismo escalón, no reaccionó ni siquiera cuando su hija estuvo a punto de rodar por la escalera. Sus lágrimas caían y no se preocupaba por contenerlas o limpiarlas, parecía estar en un proceso complicado de asimilación. Pero de pronto hablo y todos, incluyendo a su hija, se volvieron a mirarla, había pasado casi diez minutos en silencio, sin moverse un ápice. —¿Cómo murió, mi hijo? —¿Qué relevancia tiene eso, Tatiana? —Toda. Dime cómo murió. —No hay ninguna necesidad de que ustedes sepan los detalles de su muerte. —¡No te estoy pidiendo tu maldita opinión! Así que, dímelo ahora. —Ulises… —titubeó un poco. —Alonso… —Todos estaban resguardo, había fuego cruzado e inesperadamente Ulises salió a descubierto gritando y disparando, lo acribillaron. Murió al instante, tardaron 24 horas en recuperar el cuerpo. El enfrentamiento fue muy duro y tardó varios días, tenían sitiada una casa de seguridad, la propiedad estaba a las afueras de la ciudad muy cerca de la frontera. —Espero que sepas que… esos criminales no asesinaron a mi hijo. El autor intelectual de su muerte eres tú. —¡Estas loca! No sabes lo que dices. —Se muy bien lo que digo y tú lo sabes también porque te lo advertí. Mi hijo no estaba nada bien emocionalmente y si hizo eso, fue porque seguramente estaba desesperado. Si lo hubieses llamado y le hubieras permitido regresar, entonces mi hijo estaría vivo. —No me quedare a escuchar estupideces. Se que todas están en shock y sobre todo tú, quieres encontrar un culpable, pero Ulises es el único culpable. Él y su debilidad de carácter para afrontar adversidades. Eso prueba que lo criaste en un mundo de algodón y no soporto la presión, se derrumbó emocionalmente y su único escape fue hacer que lo asesinaran. —¡No te atrevas a culpar a mi hijo! —Me voy, solo vine a darles la noticia. Obviamente me encargaré de todo, les avisaré cuando me entreguen el cuerpo. Se dio la media vuelta y caminó enérgicamente hacia la salida, tenía un aire de orgullo que fue como una bofetada para Tatiana, quien jamás se cansaría de repetir que él fue quien causó la muerte de su único hijo.
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