El vestido de novia era un sueño, ella era un sueño hecha mujer, embutida en ese absurdamente caro vestido. Axel le había dicho que podía tener lo que quisiera sin importar el precio y eso fue exactamente lo que había obtenido, lo mejor de lo mejor, jamás volvería a carecer de nada. Incluso la casa era enorme y absolutamente impresionante. Trataba de distraer su mente recordando lo poco que vio de la casa, cuando la puerta de la recámara se abrió abruptamente sobresaltándola. Su nuevo esposo estaba en el umbral, ya no llevaba zapatos, ni saco, ni chaleco y la camisa estaba completamente abierta, podía ver su pecho perfectamente esculpido, paso saliva y trato de apartar la mirada pero le fue imposible porque tenía en sus ojos, esa mirada oscura que desnudaba, la misma que tenía cuando se vieron por primera vez. De pronto se estremeció y se imaginó que estaba desnuda, se llevó la mano al pecho y la otra al vientre como si quisiera cubrirse, pero al sentir la suave tela del vestido se sintió absurda y tonta. Los nervios la traicionaban y no sabía que decir, hasta ese momento no había caído en la cuenta de que, todos esos lujos y comodidades tenían un precio y que este, era muy alto.
Era su noche de bodas numero tres y las dos anteriores habían sido un suplicio. ¿Cómo es que había tomado la decisión de hacerlo de nuevo?
SEIS AÑOS ANTES........
Kiara entro como un vendaval al estudio de su padre, sin llamar antes o pedir permiso para entrar. Su padre se levantó enojado por la intempestiva interrupción, pero al ver a la luz de sus ojos, haciendo pucheros y con los ojos anegados de lágrimas, se suavizo. Detrás de ella, su esposa Cristina negaba enérgicamente con la cabeza y le dedico una sonrisa a modo de disculpa, al hombre que se encontraba de pie frente al escritorio de su marido, trato de tomar el brazo de su hija para llevársela del estudio.
—¡Papito, por favor! —con un tirón del brazo se soltó del agarre de su madre y corrió a refugiarse a los brazos de su padre.
—¡Vamos, Kiara! Te dije claramente que tu padre estaba ocupado en una reunión importante —trato de separarla, pero estaba aferrada al cuello de su padre— ¡Por favor, Bernardo! Esta vez no la defiendas.
—¿Pero que pasa mujer?
—¡Nada! Tonterías de niña malcriada.
—¡No…! —la mirada de su madre decía que no estaba jugando, así que modulo el tono de voz. Ella podría manipular a su padre, pero cuando su madre tenía esa mirada, incluso ella, no era capaz de desafiarla— No son tonterías.
—Mi niña preciosa —le tomo la barbilla y le dio un pequeño beso en la nariz— Déjame terminar esta reunión y hablaremos de lo que sucede.
No le quedó más remedio que asentir y dejarse llevar por su madre, fuera del estudio. Sabía lo que vendría a continuación, un largo sermón acerca de cómo debía comportarse y como siempre, cuando una hermana se portaba mal, las dos debían compartir el castigo, lo que no contribuía demasiado al amor fraterno entre las hermanas Villareal. Kiara por ser la mayor, tenía más responsabilidad y ejercía cierta autoridad sobre Aura, que replicaba al doble, todos y cada uno de los defectos que su hermana mayor poseía, por lo tanto, el resultado era una niña imposible de controlar y tolerar, al menos para los que no formaban parte de su familia, ya que los padres se veían en la penosa obligación de lidiar con su insoportable hija menor. Su padre termino su reunión media hora después y fue al rescate de su esposa que estaba lidiando con sus dos revoltosas hijas.
Y sin importar los sermones de su madre, las cosas salieron exactamente como Kiara quería. Después de ruegos, súplicas y llantos por parte de Kiara hacia su padre, advertencias y miradas reprobatorias por parte de su madre, acordaron que la fiesta de sus 21 años se llevaría a cabo exactamente el día de su cumpleaños, el jueves por la noche y el viernes por la mañana todos los jóvenes partirían a la casa de la playa para festejar a solas y lejos de los aburridos adultos. Su padre convenció a Cristina poniendo las manos al fuego por Kiara y su buen juicio, sin embargo, su madre acepto con la condición de que hubiera dos adultos presentes. Dos adultos que fungirían como chaperones de la fiesta y tenían que ser dos jóvenes responsables que no se dejaran manipular por la horda de universitarios desenfrenados e irresponsables. Y así fue como todo salió según lo había planeado, en cierto momento, la misma Cristina menciono a Luis Alcázar y su compañero de la universidad, ya que le parecieron dos muchachos muy responsables, serios y ya graduados, que, según su experta opinión, ya habían pasado por los primeros años de juventud desenfrenada, y ahora se encontraban en la etapa de mayor madurez.
La horda de universitarios llego en varios autos a la casa de la playa, con las hormonas alborotadas y completamente listos para pasar un fin de semana desenfrenado. Kiara y su hermana llegaron en la camioneta propiedad de Luis Alcázar y detrás de ellos, en su propio coche, Axel Brown. La mañana se les fue en tomar el sol, jugar en la playa y comer cuando les avisaron que el bufet estaba listo. Mas tarde se prepararon para la fiesta, donde los cócteles, la cerveza y el tequila fueron las bebidas más populares. Luis no acostumbraba a beber demasiado, de hecho, podía tomarse dos o tres copas de escocés y terminar más borracho que una cuba. Kiara lo sabía, contaba con eso y estaba preparada, la fiesta estaba en su apogeo y la mayoría de ellos ya estaban más que entonados. Luis trato de evitar que tomaran demasiado alcohol, pero no había podido hacer nada contra más de veinte universitarios descerebrados que lo único que buscaban era embriagarse y divertirse. Sin embargo, Kiara no había bebido, estaba enfocada en su objetivo, así que no estaba nerviosa, claro que no, jamás estuvo más segura de lo que quería. Aún era virgen, contrario a lo que todos pensaban de ella, pero no le importaba, porque se había reservado exclusivamente para esa noche especial. Su primera vez tenía que ser con Luis Alcázar Leman, quien por supuesto, sería su marido algún día, pero necesitaba comprometerlo de alguna manera o cualquier lagartona que conociera en lo futuro, podría quitárselo. No es que dudara de sí misma o de su belleza o de su capacidad para conservar lo que le pertenecía, pero no podía estar las veinticuatro horas del día con él. Luis era un hombre de honor, si le daba su palabra a una chica, la cumpliría. Era como esos caballeros de las novelas de época que tanto le gustaba leer. Todas las chicas lo hacían por sentimientos superficiales y se aseguraban de que todo el mundo lo supiera para obligar al hombre a casarse, pero ella lo haría simplemente por amor y por eso no debía enterarse nadie, eso era imperativo. Y cuando fijaran la fecha del matrimonio, nadie dudaría de que su boda era realmente por amor. Ese era su máximo sueño y lo realizaría, porque ella era Kiara Villareal Creel y siempre conseguía lo que quería.