Capítulo 4: Contraoferta.

1426 Words
La infidelidad nunca le había molestado a Daisy porque no le importaba demasiado Christian. Aún no tiene idea de por qué Christian no la ha enviado a algún lugar a cambio de alguien más. Claramente tiene el dinero para hacerlo, junto con una fila de omegas dispuestas. —Cúbrelo—, Christian chasquea mientras camina para sentarse en el sofá. Sacude las cenizas en el cenicero. Daisy lleva su mano hacia la marca en su cuello. Está en un lugar tan visible para que cualquiera la vea y lo odia. También odia la marca por lo que es. Pasa junto al sofá y entra en la cocina para al menos empezar a hervir agua primero. Lo último que quiere hacer es hacer esperar a Christian y a sus invitados para comer. Pondrá la olla en la estufa y luego cubrirá su marca con un poco de base antes de que lleguen aquí. Fácil. —Te hablé, omega. No malditamente te alejes de mí e ignores lo que te pedí. —Yo… —Daisy comienza y luego desvía la mirada al suelo mientras baja la cabeza. Inhala. Exhala. —Lo siento, Alfa. Solo quería empezar con el almuerzo para que no te hicieran esperar. No es común que los instintos omega de Daisy se activen así. Es natural para un omega querer obedecer a un alfa y hacer todo lo que esté en su poder para cuidarlo. Su relación Christian es confusa para la parte omega de ella, lo cual ella piensa que es comprensible cuando lo mira desde lejos. A Daisy siempre le queda luchar contra la omega en ella, que es la raíz del problema. Si fuera sumisa como Christian quería, entonces las cosas serían perfectas. En cambio, es una persona independiente y franca. A Daisy no le gusta que la menosprecien y humillen por su género secundario. Lo odia y cualquiera lo haría. —Creo que mis invitados deberían ser tratados con un poco de respeto, y tú mostrando esa marca como una puta no es cómo lo haces. Siempre estás lista para que te metan una polla por el coño, ¿verdad?— Christian sisea y se acerca hacia ella. —Eres una omega sin valor. Estos hombres no quieren una puta como tú y tienes suerte de que siquiera te permita servirnos. Cuando Daisy abre la boca para discutir hay un golpe firme en la puerta. Daisy mira a Christian con ojos muy abiertos y se apresura a cruzar su apartamento hacia la puerta principal. Suelta un aliento tembloroso mientras tira del dobladillo de su suéter hacia abajo antes de alisarlo. Christian literalmente la matará si esta reunión de negocios sale mal. Golpean nuevamente. Ella inhala y abre la puerta para saludarlos, solo para que Daisy se detenga en seco. Es Matthew. Está vestido igual de formal que anoche. Matthew parece reconocerla también porque comparte la misma expresión atónita en su rostro. Daisy aclara su garganta y abre más la puerta mientras se aparta, —Buenas tardes, el Sr. Smith está en la sala de estar. Hay una copia idéntica de Matthew que la sigue al apartamento. No está vestido igual de formal ya que sus brazos tatuados están completamente al descubierto. Por lo que Daisy puede ver, hay un tatuaje de una vaquera semidesnuda en su brazo izquierdo. ¿Qué tipo de idea para un tatuaje es esa? El hombre tiene un palillo entre los dientes y rebota mientras habla, su voz igual de profunda que la de Matthew, —Gracias. ¿Cuál es tu nombre? —Oh- — Las cejas de Daisy se fruncen mientras estrecha la mano del hombre, —Daisy Brown, señor. El hombre intercambia una mirada con Matthew. Daisy junta sus manos y los guía por el pasillo hacia la sala de estar. Christian se levanta y saluda a cada uno de ellos antes de que los tres se sienten en el sofá. —¿Puedo ofrecerles algo de beber? ¿Té? ¿Agua? —Un agua está bien, gracias—. Matthew dice y luego mira a su copia, —para Michael también, por favor. Daisy asiente con la cabeza una vez y se disculpa para ir a la cocina. Da la vuelta al mostrador de la isla y luego hacia la nevera, y agarra dos botellas de agua. Las coloca en la encimera antes de agarrar vasos del armario por encima de su cabeza. Siempre es brandy para Christian, Daisy ha dejado de preguntar ya que sabe qué traerle. Con una mirada hacia los tres hombres, Daisy puede ver que se han acomodado y están hablando. No tiene idea de en qué consiste la reunión, ya que Christian no habla de ello con ella. El alcance de su conocimiento es a través de los papeles que están tirados por la casa. Daisy llena los vasos hasta la mitad antes de intentar equilibrar su agarre en las tres bebidas. Sus manos son pequeñas, ¿vale? —Sus bebidas—, murmura Daisy mientras les entrega a cada uno las bebidas. Daisy se apresura de nuevo a la cocina y corre para llenar una olla con agua antes de colocarla en la estufa. Su corazón late rápido y está preocupada de que la noten. Si Christian se entera de que Daisy habló con Matthew anoche, le cortará la cabeza. A Daisy no se le permite hablar con otros hombres sin que Christian esté presente. Es hipócrita. Él la culpa cuando él es quien no es fiel. El agua comienza a hervir y Daisy vierte una caja de fideos de pasta. Entre la limpieza y la ducha, no tuvo tiempo de hacer nada desde cero. Solo puede esperar que la reunión en sí sea lo suficientemente importante como para que acepten lo que se sirve. Matthew no parecía el tipo de persona que se pondría quisquilloso con esas cosas, pero no lo sabe. Demonios, si alguien pregunta, no se conocen. Mientras Daisy intenta equilibrar sus tareas para el almuerzo, tensa los oídos con la esperanza de captar la conversación. Los tres alfas dan una impresión de confianza, ya que sus voces nunca vacilan. Incluso hay suaves risas aquí y allá. De los fragmentos que Daisy logra captar, no entiende mucho. Sin embargo, por lo que ha recopilado, Christian quiere comprar uno de sus negocios. Parece que, a medida que el aire en la habitación se vuelve tenso, el precio que Christian ofrece fue el movimiento equivocado. Las cejas de Michael se fruncen mientras se inclina hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas, —Eso es cómico. Por lo desesperado que estás, esperaría que valores lo que mi hermano y yo construimos desde cero. Esa oferta es escandalosa y un golpe en la cara. Los ojos de Daisy se abren de par en par y su aliento se queda atrapado en su garganta. Christian se detiene con su cigarrillo balanceándose entre sus dedos. Parece dejar que las palabras de Michael se hundan. Luego, golpea las cenizas en el cenicero, antes de decidir apagarlo por completo. —Contraoferta. —Nuestro negocio vale casi el triple de lo que has ofrecido, señor—, dice Matthew. —Ni siquiera debería considerarse una oferta. Una parte de Daisy se siente ingenua por haber asumido que Christian era justo en términos de negocios. Asqueroso. Dado que el hombre hace millones y puede permitirse un apartamento como este, tiene que estar haciendo algo bien, aunque Daisy no sabe cómo. —Tienes que estar dispuesto a llegar a un punto intermedio—, dice Christian mientras se recuesta en su asiento. Daisy desea que uno de los hombres se incline sobre la mesa de café y le quite la sonrisa arrogante de la cara. No es una mirada halagadora ya que solo parece arrogante en lugar de conocedor y seguro de sí mismo. Los vellos de la nuca de Daisy se erizan. Un destello de emoción parece pasar por los ojos verdes de Matthew y él ajusta los puños de su saco. —Te complaceré por un momento, Christian. Te venderemos la empresa por el precio que estás pidiendo. Por un veinticinco por ciento de participación. —Trato... — Christian sale disparado mientras se levanta con la mano extendida. —No he terminado—, continúa Matthew. Sus ojos abandonan los de Christian por un segundo para encontrarse con los de Daisy y luego vuelven al hombre frente a él. —Por tu oferta, junto con un veinticinco por ciento de participación, y- Se podría escuchar caer un alfiler. — …queremos a Daisy.
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