Capítulo 1
La respiración se me escapa y mis oídos solamente escuchan un pitido, las últimas palabras que escuché no quieren entrar a mi cerebro, mis ojos lo ven todo, no he podido cerrarlos ni por un segundo, sino hasta que decido correr. Apenas llegaba a casa, aun no me quitaba los zapatos; pero las bolsas de comida en mi mano cayeron de forma estrepitosa en la entrada cuando escuché voces con rumores sobre el origen de una sirena que se acercaba al vecindario. Tal vez la puerta quedó abierta y la leche se derramó por todo el suelo, no lo recuerdo.
Fue cierto día de enero, un jueves que nunca llegó a terminar, mientras el frío azotaba mi rostro desnudo y mis pies se movían con desespero. Pensé en lo extraño de sus últimas palabras, pensé en lo hiriente de las mías. Puedo borrarlas, eso pensé, a ello me aferré y di la vuelta a la manzana para dirigirme a su casa. Había algunas personas allí, la puerta estaba cerrada, alguien había llamado a la policía porque vio algo en la ventana. Nadie se atreve a forzar la puerta, solamente miran y hablan, yo sigo corriendo.
Nos veo jugar en el patio trasero de la casa, lo veo sostener mi mano cuando mi padre se fue de casa y nos veo jugar a escalar al balcón. Eso hago, paso entre la multitud y escalo un lado de la casa hacia el balcón. Intentan detenerme con sus voces, no quieren que vea; pero debo verlo para creerlo y aún así no lo creo cuando abro la puerta de su habitación con nuestras memorias rodeandonos, su toque cálido se está congelando, no, él ya está frío desde hace varias horas, puedo sentirlo. Caí sobre mis rodillas al instante y escuché algo romperse dentro de mí, empezaba a sentirme liviano, miserable y de repente mis sentimientos han desaparecido, me han dejado, como él; y recuerdo, recuerdo. Recordé su mirada triste y su voz entrecortada, y luego mis palabras, repitiéndose en el aire una y otra vez, no me importa si mueres mañana.