Leticia cierra las puertas de su recámara, siente como su pecho no deja de producirle una presión insoportable, todo por el dolor que siente.
—Soy la peor de las mujeres, siempre juré amarlo y ahora estoy siendo incoherente con mis palabras —habla con una voz muy alta Leticia.
—No digas eso. —Lentamente Rebecca la madre de Leticia va abriendo la puerta.
—¿Entonces cómo quieres que reaccione? prácticamente estoy dañando mi vida, lo menos que quiero es renunciar a los besos de Eduardo, dejar de sentirlo cerca de mí —Leticia dice, ella no quiere esconder para nada la angustia que siente.
—Yo te entiendo perfectamente, pero todo no puede ser solo amor. Supongo que ese capricho que tienes con él ya se te pasará. —Rebecca solo abraza a su hija, intentando disimular la gran sonrisa que está saliendo de sus labios.
Mientras tanto, Marcelo está arrugando una fotografía de Eduardo, mientras que la de Leticia solo la acaricia imaginando que es el cuerpo de ella.
Marcelo sale de su casa y conduce rápido, sus inmensas ganas por ver a la mujer que escogió no las piensa por nada esconder, al llegar a la casa de Rodrigo, Marcelo solo alcanza a ver la sombra de Leticia, mientras que su mente no deja ni un solo segundo de delirar.
Marcelo entra y Rodrigo le da un apretón de manos, de repente aparece Leticia, ella no deja de observarlo jamás le había parecido un hombre tan apuesto hasta ahora.
—Hija me ahorraste el tiempo, te presento a Marcelo —dice Rodrigo, mientras que Leticia y Marcelo se aprietan la mano, Marcelo no puede evitar besarle la mano a ella.
—Mucho gusto —dice Leticia con un tono de voz dulce, Marcelo de inmediato coloca su rostro completamente tenso.
—Él es de quién te hablaba hija, Marcelo será tu futuro esposo —dice Rodrigo levantando su frente, demostrando que ya no hay vuelta atrás en la decisión.
—¡Qué! —Leticia exclama alejándose lentamente de Marcelo.
—Hija, no —dice Rodrigo.
—Rodrigo no debes angustiarte porque precisamente soy yo el que debe hablar con ella, lo mejor es que nos dejes solos por un instante —dice Marcelo, mientras que Rodrigo solo obedece.
—De una vez tengo que hacerle una advertencia, usted pudo comprar absolutamente toda mi libertad, sin embargo, mi corazón jamás podrá hacerlo —grita Leticia.
—Precisamente tus reclamos me tienen sin cuidado, créeme que es lo que menos me importa porque desde ya debes entender que solamente hay una persona que da las órdenes y esa soy yo, debes dignarte a obedecer esa va a ser tu tarea como mi esposa. —Marcelo abre sus ojos, él no está dispuesto a agachar la cabeza por una mujer.
—No creo que del todo sea así, ya que por algo tiene que forzadamente conseguir una esposa —Leticia realiza ese comentario con sarcasmo.
—¿Crees que siempre sería demasiado amable? Recuerda que eres mía, aunque sé muy bien que por ti debí haber dado toda mi fortuna. En realidad, tu papá te valora un poco solo pidiendo una pequeña parte. —Marcelo se va acercando a Leticia y respira justamente sobre ella—. Tú solamente tranquilízate. —Marcelo se va inclinando, precisamente manteniendo toda la intención de besarla.
—Solo quiero que sepa que por sus malditos chantajes estoy sacrificando al amor de mi vida. —Leticia cubre sus ojos con ambas manos, cada segundo que transcurre piensa mucho más en Eduardo.
—Sí ese hombre es tan importante tanto así que me lo vas a repetir cada minuto que transcurre puedes regresar con ese tipo, probablemente tu papá disfrutará mucho vivir en la pobreza todo para que tú encuentres una supuesta felicidad; la cual puedo asegurarte que es completamente falsa. —Marcelo camina alrededor de Leticia confundiéndola mucho más.
—Precisamente ya no hay nada que hacer porque él prefirió venderme a un monstruo no me vaya a decir lo contrario porque para mí eso es usted, —dice Leticia, mientras que su garganta tiembla como nunca.
—En este instante no entiendes nada, siempre he estado enamorado de ti, aunque parezca el intento más inútil de todos sé que estarás dentro de poco mucho más aferrada a mí. No podrás escaparte de mis brazos, antes buscaras las maneras para volver a mí, seré como el agua que necesitas para continuar. —Marcelo siente que su corazón va a salir, precisamente no sabe cómo explicar que Leticia es su mundo entero.
—¡El amor jamás debería doler! —exclama Leticia, congelando cada sentimiento bonito hacia él.
—No te voy a rogar Leticia —habla desanimado Marcelo.
—Entonces rompa con este maldito trato el cual solo me afecta a mí. —Leticia parpadea lentamente.
—No puedo —vocifera Marcelo.
—¡Qué! —exclama Leticia de nuevo.
—Estaría loco si hago algo de lo cual me voy a arrepentir, espero que estés preparada porque dentro de poco oficialmente serás solo mía. Leticia entrégate toda, sé que te puedes perder en mí, recuerda que jamás me cansaría de ti; la pasión existirá con solo verte a los ojos. —Marcelo no deja de mirar los labios de ella, quisiera solo agarrarla con sus manos y hacerle saber que sólo existe su boca para besar.
—Esto simplemente lo harían los cobardes, aunque haga eso, quiero dejarle claro que yo sin Eduardo no puedo vivir porque a él lo amo y a usted por obvias razones simplemente lo odiare. —Leticia intenta caminar, no obstante, Marcelo se atraviesa.
—Ten mucho cuidado con lo que aseguras, porque probablemente tu corazón no escogerá el mismo camino que lleva tu cabeza. —Marcelo sale de la recámara, sus pasos son largos y cargados de mucha incertidumbre.
«Que ni piense que algún día lograra algo de lo que él tanto planea, porque haré que el paraíso que él quiere vivir se convierta en lo más tormentoso» piensa Leticia, todo al tratar de no sacarse de su mente a Eduardo, ya que por instantes la única imagen que se plasma en su cabeza es la sonrisa de Marcelo.