Capítulo XXIII: Serenata

1579 Words
Ansgar corre junto Hans, tomados de la mano. Aquella tensión entre ellos se volvía algo cada vez más sofocante. Hans no podía dejar de mirarlo y sonrojarse tan intensamente que le resultaba al rubio enternecedor y al mismo tiempo descolocaban sus sentidos más humanos. El joven Rockefeller definitivamente tomaría a aquel chico, lo haría suyo sin titubeos. Durante el viaje en el auto de uno de sus guardaespaldas, los latidos de Hans se volvían cada vez más fuertes, al punto en que los oídos de buen soldado como los de Ansgar, escucharon complaciente e impaciente aquella sinfonía tan dulce. Al llegar al edificio, completamente vacío por órdenes del magnate, arrastró al chico hasta el ascensor. —Ansgar, espera. —tembloroso trata de calmar al animal frente a él. —Ah… —gimotea al ser tomado por los muslos y levantado del piso, encontrándose cara a cara con aquel de ojos violetas, cerca, muy cerca. —¿Dime lo que quieres honestamente Hans? —jadeante y caliente rosa los labios del contrario con suavidad. —Dímelo. —Yo quiero que me hagas el amor. —Lágrimas ruedan por sus mejillas al sentirse tan abrumado y amado por aquel hombre. —Haré todo lo que quieras. —besa con suavidad aquellos labios. —Porque eres mío y de nadie más Hans Murphy. —Sí, yo te… —No, no lo digas… —gruñe y gimotea levente apoyando su frente en el hombro de castaño. —Juro que si lo dices voy a eyacular aquí. —respira hondo. El de ojos cafés lo abraza con suavidad asintiendo terriblemente sonrojado. Al llegar a la habitación, la luz de la luna ilumina hermosamente el lugar, causando que la garganta del chico tiemble nervioso y al mismo tiempo deseoso de que aquello pase. Ansgar con suavidad deja al joven sobre la cama y volviendo a sus labios, acaricia su lengua y cada parte de su boca con dulzura, profundamente, mientras escucha los jadeos y gemidos del chico, que sofocado le mira y acaricia con sus dedos las mejillas del rubio. —Te ves tan hermoso… —susurra sobre sus labios, causando que una corriente eléctrica toque cada vértebra del castaño placenteramente. Con suavidad quita el suéter del chico entre besos y caricias hasta llegar a sus pantalones y zapatos, despojándolo de los mismos con ligera desesperación. Con suavidad acaricia la piel de su estómago, admirando aquella hermosa piel fina y sensible. Llega finalmente a sus labios y besándolo con algo más de fiereza los toma sin más, como si de la intensidad asfixiantes y preciosa de notas de piano de Three Morceaux se tratase, acariciando sus muslos, espaldas cuello y mejillas, sin dejar escapar ni un centímetro de su piel. El cuerpo del más joven se estremecía como las notas de The Well-Tempered Clavier, tan dulces, tan profundas y melancólicas, tan fuertes y poderosas al mismo tiempo. Con suavidad el magnate lame las mejillas sudorosas y llenas de lágrimas de amor de Hans, de su H. M, porque sí, sí, es suyo y de nadie más. Lo esperó tanto tiempo, tanto para ser salvado de su propia oscuridad, de aquella que le estaba consumiendo por la pérdida de aquello tan valioso para su corazón. Por Dios, todas las notas de aquellas partituras que nunca se borraran de sus memoria, se escuchaban en aquella noche tan perfecta, tan sinfónica; las notas de Handel y Adagio por Giazotto. —Exodus… —jadea estremecido al recordar las hermosas notas de Luke Faulkner y al tocar la virilidad del muchacho que gime abrumado y atrapado a su vez aquellos ojos violetas. —Por Dios eres tan precioso. —Se coloca entre sus piernas suavemente admirando aquella imagen angelical y erótica que en tantas noches imaginó tener en sus brazos. —Sei così prezioso che potrei morire tra le tue braccia adesso. —Eres tan precioso que podría morir en tus brazos ahora. —toma sus labios mientras quita con lentitud la ropa interior del castaño, dejándolo completamente desnudo e indefenso. —Ah… espera… yo… —tratando de respirar le mira. —Shh… tranquilo… —susurra sobre sus labios con dulzura. —Todo está bien. —desnudando su pecho desabotona la camisa que extrañamente se hace terriblemente incómoda y sofocante lo que causa que rompa los botones mientras besa aquellos dulces labios. —Déjame darte la luna ahora mismo Hans. —dice suavemente en su oído causando que el cuerpo del joven se estremezca. Entre suaves besos como las notas del Valse Triste a manos de Luke Faulkner, acaricia los pezones del más joven con su lengua experta, chupando y mordiendo ligeramente hasta bajar a su ombligo tortuosamente y mordiendo levemente la zona. En un baile casi desesperado mete el pene del chico en su boca, chupando y succionando con gusto y hambriento. —¡Ahh… Ansgar… espera… ah… ahh..ah! —gime entre lágrimas mientras sostiene el cabello del rubio, que a pesar de las protestas del contrario profundiza más la felación. —¡Ah… ah…yo..! —El Clair de Lune por Debby estaba a punto de explotar en su cuerpo, llevando su alma hasta lo último y finalmente llegando al clímax en la boca de aquel hombre imponente. —Mmm… —estremece y tensiona los músculos de su cuerpo al sentir el líquido preciado en su garganta. —Eres tan delicioso. —relame sus labios atrapando aquellos ojos débiles y extasiados. —Abrázame… por favor…—Con las pocas fuerzas que quedan en sus brazos, alza las misma ligeramente para ser abrazado con suavidad por aquel hombre. —Te amo… —solloza suavemente por fin, sintiendo su cuerpo libre de cadenas. —No… espera… ah..Dios… —Aquel hombre aprieta las sábanas y eyacula con fuerza manchando el exterior de sus pantalones. —Oh, Dios… —jadea y gime abrumado. —Te dije… que… —jadea cerca de sus labios. —Te dije que… —Lo sé… —acariciar su rostro. —Ponlo, deprisa. — —gimotea, siendo presa de sus deseos lujuriosos. —Todo lo que tú quieras. —se despoja rápidamente de su pantalón y ropa interior, dejando a la vista una prominente erección y semen desbordando de su pene. —Lo haré rápido y el dolor se irá. —¿Lo prometes? —pregunta sintiendo su corazón a mil. —Lo prometo. —lo abraza mientras besa profundamente sus labios y con suavidad su pene erecto y lo posiciona en la zona anala del joven, embistiendo rápidamente. —¡Ah… ah..! —sintiendo el aire irse de sus pulmones tiembla, sintiendo dolor y luego placer, sintiéndose completamente lleno. —Ah… —gime respirando rápidamente. —Tranquilo, calma. —acaricia la mejilla del castaño con suavidad. —Respira. —besa tiernamente sus labios. —Mírame, mírame… —atrapa aquellos ojos cafés húmedos. —Todo está bien, no hay nada a lo que temer. —Ah… ah… —gime sin dejar de ver aquellos ojos violetas tan dulces y lujuriosos. Ansgar empieza a embestir con suavidad y delicia, en un baile húmedo, profundo y dulce, sintiendo el interior cálido de aquella hermosa lila blanca. —Sei bellissimo e così delizioso. —Eres hermoso y tan delicioso. —gruñe entre gemidos y jadeos en el oído del contrario. —¡Ah… ah… ah! —gime lleno de placer mientras escucha aquellas palabras tan excitantes, aquellas palabras que siente que le hablan con dulzura y cariño. —Ti amo, ti amo tanto. Sei la cosa più bella che mi sia capitata nella vita. —Te amo, te amo tanto. Eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida.—acelera el vaivén. —Ah…uhg… ah.. Ansg… espera ah… ah… —gime sin parar al ser embestido sin parar, sin que aquella dulzura se pierda y abrumados más.— Ah… oh, Dios… ah… ah… —Oh… sí… Ti amo, ti amo così tanto. Sei la cosa più bella che mi sia mai capitata. —Te amo, te amo tanto. Eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida. —acelera y profundiza las embestidas. —Te amo… ah… ah.. te amo.. —solloza entre gemidos abrazando su cuello y sintiendo el pene del contrario entrar profundamente y a punto de eclipsar. —¡Ah… ah.. aaahhh! —curva su espalda y segundos después el de ojos violetas llega al clímax junto a él, llenándolo por completo de semen, llenándolo por completo de placer. —Oh… —se deja caer sobre el cuerpo del joven, sudoroso y extasiado. Con suavidad se acerca a su rostro y besa dulcemente sus labios, y sacando su pene con cuidado, lo abraza finalmente mientras reparte suaves besos en sus mejillas, ojos nariz y cuello. —¿Estás bien? —pregunta jadeante, observando aquellos dulces ojos. —Sí… —responde débilmente, sintiéndose desfallecer. —No… puedo.. —Está bien, tranquilo, —acaricia su cabello. —Los días, los días, sí, los días no se acabarán tan fácilmente y aunque el mundo estuviera ahora en plena destrucción no dejaría de hacerte el amor. —recita suavemente aquel poema sin dejar de ver sus ojos. —Duerme. —susurra en sus labios. —Mmm… —cierra sus ojos poco a poco hasta dormir finalmente lleno de frescura. El silencio se convierte en su melodía más preciada mientras se envuelven en la calidez de los brazos del otro. El tiempo se detiene por un instante, permitiéndoles disfrutar de la plenitud y la dicha que han experimentado juntos.
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