Capítulo III: Dilo a mi corazón

1084 Words
Las caricias y jadeos desesperados no se hicieron esperar entre las paredes de las oficinas contiguas a la morada del león de cabellos dorados. Con brusquedad, Ansgar había volcado todas las cosas de la mesa al interior de su despacho para posteriormente colocar el cuerpo del chico sobre la misma. El de ojos cafés no para de temblar, ciertamente por la furia s****l que traía en los pantalones aquel hombre, definitivamente lo dejaría sin caminar un par de días y las palabras de aquel mesero las recordaría para siempre si no intentaba apaciguar a la bestia entre sus piernas. —Ansgar. —aprieta sus brazos, suplicando con la mirada. —No pienso calmarme. —ignorando la mirada de su víctima, sonríe satisfecho, dominado por el puro deseo carnal. Con rapidez, levanta al chico, colocando sus pies sobre el piso y volteándolo rápidamente, causando un grito ahogado en el chico. —Creo que el viaje en motocicleta será para mañana. —jadeante y sudoroso baja los pantalones del joven rápidamente, admirando sus glúteos suaves y espalda enrojecida por la vergüenza y la excitación. —Ya lo he visto todo, cariño. —se inclina y frota su erección fuera de los pantalones entre las nalgas del joven que gimotea abrumado y sorprendido, nunca había visto a Ansgar de esta manera. —Ansgar, por favor cálmate. —voltea con suavidad con ojos cubiertos de lágrimas. Al captar aquella mirada feroz que lo consume rápidamente, el instinto de huida se hace presente impulsándolo a tratar de escapar. —No irás a ninguna parte. —Estampan con brusquedad el rostro del chico sobre la mesa. —Esto te va a encantar, tanto que querrás repetirlo. ¿Sabes qué es lo más excitante de todo esto? —agarra su mentón, alzando la mirada del mismo, tan dócil y temerosa. —Que eres la única persona con la que me he atrevido a tanta vulgaridad y desfachatez dentro de mi empresa, cariño. Sin perder un minuto más de su paciencia y sin alejar aquellos ojos cafés de los suyos, penetra con fuerza al chico que abre sus ojos y se encoge sobre la mesa tembloroso, ahogándose de placer y dolor. Las embestidas aceleraron de manera repentina, sin dejar oportunidad al chico de recuperar el aliento. —Ansgar… por… ¡Ah… ah…! —Con fuerza entre gemidos y el movimiento enloquecido del escritorio que sostiene su débil cuerpo, hunde sus uñas en la madera de roble n***o, sintiéndose desvanecer. —Mírame. —entre gruñidos, gemidos y jadeos, aquel lobo blanco toma el cuello de Hans, dominante e imparable. —Oh, por Dios, es tan hermoso. —tiembla al escuchar el chapoteo y el golpeteo de su torso contra los glúteos del contrario. Aprieta las caderas del chico con su mano, hundiendo sus dedos en la piel ahora enrojecida, maltratándolo dulcemente. —¡Ansgar, detente! —entre gemidos, súplica, extasiado, sintiendo su cuerpo derretirse a punto de eclosionar. Las embestidas, al contrario, se hicieron más profundas y fuertes, causando que rechinar de las patas de la mesa se muevan frenéticamente adelante hacia atrás. Una palmada se estampa en el glúteo derecho del joven que gime sin parar, volviendo a excitarse después de haber tenido dos orgasmos, rápidos y secos. Ansgar da una embestida profunda que hace temblar de manera violenta el cuerpo del chico, abriendo a la par su boca húmeda, dejando escapar un gemido intenso, fuerte hasta ahogarse al final. El pene de aquel animal con nombre tocó su punto álgido, aquel que se localiza en la próstata, alrededor de la uretra y justo en el cuello de la vejiga, con fuerza y llenándolo con abundancia. El de ojos castaños se corre finalmente, pero tras todo el semen la orina se hace presente, causando llanto en el chico. Alarmado, Ansgar observa al chico y levanta su cuerpo, sin saber qué hacer. —Te dije que pararas. —solloza, tembloroso y sudoroso, tratando de tapar su rostro débilmente. Aquel Exsanguis había absorbido toda su vitalidad con un sexo rápido, pero placentero, algo que Hans nunca había vivido y sentido. —¡Te dije que te detuvieras! —aprieta la mano del contrario para zafarse a su parecer. —Hans. —Los ojos brillantes y conmovidos del contrario magnate, observa el rostro lleno de lágrimas. —Realmente te hizo sentir muy bien. Tranquilo, está bien. —saca su pene con suavidad junto a un gruñido de la zona anal del castaño, sin dejar de sostener al chico que sigue llorando. Con suavidad lo carga aún semidesnudo, sin dejar de mirarlo en todo momento. —Tranquilo, tranquilo. —arrulla al chico que se acurruca en su pecho para aumentar su llanto. —Shhh… —sonríe con suavidad y suspira mientras camina hasta llegar a la habitación a la que había dejado de ir un largo tiempo. —Mabel. —Señor Ansgar, dígame. —Llena la tina con agua tibia, por favor. —acaricia el rostro del joven que cada vez solloza silenciosamente, incapaz de mirar los ojos violetas de quien lo mima. —Pon algo de música para Hans. —De acuerdo, señor Ansgar. Pondré a calentar un poco de agua y pondré música para el señor Hans. Dream Weaver por Tommy Dorsey empezará a escucharse ahora. —Gracias, Mabel. —De nada, señor. Desde los primeros acordes, Dream Weaver sumerge a Hans en un mundo mágico y onírico, calmando su llanto y aumentado su vergüenza por tan dulces caricias que Ansgar da a su mejilla, ocultando esta vez su rostro en el pecho del contrario conmovido y emocionado. La orquesta de Tommy Dorsey fusiona el par de almas que se aman con devoción en una sola, aquellas almas de años pasados, aquellas almas que se encuentran en la época y lugar correcto para vivir en libertad. Las cuerdas, los vientos y los metales se entrelazan en una sinfonía celestial que acaricia los tímpanos de quienes escuchan en un silencio lleno de cariño, caricias, desnudando esa parte tan dulce y empalagosa de ambos, tan pura y genuina, sin importarle nada más que ese momento, inolvidable sin duda. —Hans, te amo. —dice dulcemente cerca del oído del contrario, quien se remueve con el corazón palpitando rápidamente. —Te amo, Hans Murphy. —También te amo. —atrapa finalmente aquellos ojos violetas, perdiendo la respiración por segundos para luego besarlo suavemente. Pierde la vergüenza y la reemplaza por el deseo de probar el néctar, el dulce y peligroso néctar de los labios de Ansgar Rockefeller.
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