Parte tres: Capítulo XII: Enemigos Invisibles

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—¡Adiós! —grita sonriendo, soltando una suave carcajada al final. —Viejo bipolar, ¿no que le caías mal? —pregunta Midas mirando al ansiado desaparecer a lo lejos. —Al parecer no. —suspira y vuelve la mirada al resto de los presentes, sonrojándose al instante. —Bueno, n-no siendo más, tengan una feliz tarde. —El estómago del castaño ruge sacando carcajadas de algunos y sonrisa de otros cautivados por la torpeza del chico. —Venga, lo invitamos a comer, expresan al unison los Peterson. —Lo siendo, qué pena. E-está bien, si ustedes… —No, vámonos. —El de cabellos dorados se levanta y agita su abrigo. —No seas grosero, solo es una comida. —Sin darse cuenta el joven Hans coloca los ojos en blanco y vuelve la mirada a los Peterson. —Me encantaría. —sonríe con suavidad mientras un lobo blanco le mira ofendido. —Este es el meme de cuando tu mujer te regaña, perfecto. —ríe a carcajadas Noir. —Tu sentido del humor es un asco. —dice Zazas para luego bostezar. —Señor Ansgar. Llama uno de los guardaespaldas y le informa algo al oído. Todos miran extrañados y al ver la señal con los dedos de Ansgar el semblante de los presentes cambia, se levantan tan rápido como pueden sin perder la compostura. Ansgar se acerca y toma de la mano a Hans; El castaño sin comprender lo que sucede mira al de ojos violetas. —Alguien nos estuvo siguiendo, están cerca de la zona debemos irnos ahora. —Ansgar visiblemente alterado por la situación, camina deprisa con Hans a su lado. —Ansgar, espera. Con premura, carga al chico en el vehículo, cerrando la puerta con un golpe contundente. Se desploma en el asiento del conductor, con la respiración ligeramente agitada y con apenas tiene tiempo para ajustar el cinturón de seguridad antes de darle un indicativo al conductor con un gesto nervioso; El conductor asiente, Hack que se atraganta, “Nunca lo había visto así”, piensa el mismo y caen en la cuenta de quién más está en el auto, alarmando de inmediato. Sin pérdida de tiempo, el motor ruge, las luces parpadean y el automóvil se lanza hacia adelante con rapidez, chirriando el pavimento. —Ansgar, ¡Dime! —Exige el castaño confundido y tomando el rostro del de cabellos dorados. —Por favor, cálmate, tranquilo, mírame. —Yo… yo… —Se atraganta temeroso por primera vez en su vida tan asustado como ahora. —Le Firenzes, enviaron a hombre de una fracción diferente para limpiarse las manos si pasa algo. Es como… como si fueran una fracción que no está ligada por completo al jefe, a Juan Pablo de Santis, ese hijo de puta. —Saca un arma debajo de su asiento y la carga rápidamente. —Ansgar. —con los ojos llenos de lágrimas toma el rostro del contrario. —Me estás asustado, por favor. —Con dedos temblorosos rosa los labios del contrario, devolviéndolo a la realidad. —Los siento, lo siento. —abraza al chico y deja su arma a un lado. —Tranquilo, no dejaré que nada te suceda. Hack, por favor ve tan rápido como puedas, activa la alarma, esos hijos de puta están por todas partes. Una luz repentina ilumina a través de la ventana trasera, proyectando sombras espeluznantes sobre el vehículo que huye a toda velocidad. Dos negocios cercanos quedan envueltos en llamas y escombros en segundos, y la fuga se convierte en total persecución de vida o muerte. —¡Mierda, Hack, acelera! —Con prisa Ansgar, ajusto el cinturón en el cuerpo de Hans que comienza a llorar, asustado, incapaz de soltar el brazo de Ansgar. —Tranquilo, por nada te desabroches esto. —acaricia la mejilla del castaño para calmarlo. —En la sexta calle detén el auto y cámbialo en la tienda de víveres, ¿entendido? —ordena al hombre que asiente rápidamente. —¿Qué haces? —pregunta alarmado el de ojos cafés. —Ansgar. —trata de desabrocharse el cinturón, pero este no cede. —Voy a volver por ti, solo quiero que llegues a salvo. —No. —Hans, seré lo más rápido posible, debo encontrar al jefe. —¡No quiero que te vayas! —grita asustado para posteriormente llorar. —No vayas. —Lo siento. —sintiendo cu corazón siendo presionado, sale armado del mismo, escuchando las negativas de Hans. —¡Alessandro! —Mierda. —cierra sus ojos con fuerza y sigue caminando rápidamente, alejándose del coche. El auto arranca y la balacera empieza; El repiqueteo metálico de disparos rompe la tranquilidad que por un momento se asentó solo para dejar entrara algo peor que explosiones al azar, dando inicio a una balacera llena de frenesí, sangre y gritos de dolor de quienes caen como moscas, “Son demasiados”, piensa agitado mientras se cubre tras el muro de un negocio, observa detalladamente su entorno y encuentra las escaleras al edificio principal de donde un francotirador italiano se regodea, —Hijo de puta. —masculla enfurecido y sube rápidamente. El sonido se propaga en ondas, resonando entre los edificios. —Bastardo. —dispara cuatro veces acabando con la vida del francotirador. —Qué torpe eres. —Le mira con asco y recarga su arma. Toma su teléfono y marca rápidamente. —Ellinore. —Carajo, Ansgar, ¿dónde estás? —pregunta agitada mientras termina de vestirse tan rápido como puede. —Estoy en la torre nueve dentro de la marcación. —Adivino, ¿un francotirador de mierda? —Sí, ahora ven aquí, me iré ahora, estoy buscando al jefe. —cuelga rápidamente. —Está bien. —La azabache mira su teléfono algo confundida. —Dos ataques en tan poco tiempo, no es buena señal.—acaricia su cabello y observa a Harry que la mira preocupado. —Lo siento no sabía que ya estabas despierto. —se acerca rápidamente besa sus labios; Este se vuelve más profundo y el calor empieza a emanar. —No, carajo, me tengo que ir. —se separa de golpe. —Ellinore, no vayas, es muy peligroso, incluso mi abuela me escribió pidiéndome que no salga. —frota sus manos ansioso. —Por favor. —musita, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos. —No me hagas esto ahora. Debo ir, esto hace parte de nuestras vidas, si dejamos que tomen dominio de la zona estamos acabados. —respira hondo y le observa. —Harry… —No digas nada más. —vuelve a la habitación rápidamente, encerrándose. —Dios, no nos llevamos muy bien tú y yo, pero no dejes que se enoje conmigo por mucho tiempo, ¿sí? —mira al techo rogando a Dios con fastidio tal cosa. Suspira. —Comencemos.
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