Parte uno: Capítulo III:Viviendo bajo la luz del sol, amando bajo la luz de la luna.

1051 Words
Good Morning por Abe Lyman, se escucha, allá, a lo lejos, lejos y dulcemente y tocan con delicadeza los oídos de Hans que yace entre las sábanas en un estado de somnolencia y dolor, una picazón en su pecho le hace quejarse suavemente, aún dormido. Su rostro refleja la fatiga de una noche agitada, llena de pesadillas y constantes ataques en medio del sueño, mientras sus ojos entrecerrados luchan por mantenerse abiertos, la música se acerca un poco más a sus sensibles tímpanos, aun acariciándolos con dulzura. Su pelo, despeinado y rebelde, enmarca delicadamente su rostro ahora con un poco más de color en las mejillas. “No, déjenme”, grita en sus sueños mientras se remueve en las sabanas ahora sudoroso e inquieto. Sus movimientos son lentos y cautelosos, pero la energía que emana de las mismas gritan angustia y terror, como si cada gesto le recordara el malestar que lo aqueja, como si aquello fue un mero acto de liberación ante sus pesadillas, ante lo irreal, lo que no sucede ahora. Se remueve entre las sábanas, buscando una posición más cómoda que alivie su cuerpo adolorido y su mente perturbada. Un dicho grita a pulmón con orgullo, “Duerme en otra posición y las pesadillas se acabarán”, eso dice, pero para Hans esa realidad no es posible. Su expresión muestra un atisbo de confusión y cansancio repentino, como si estuviera cansado de huir de aquel lobo rabioso en sus sueños. Sus labios, entreabiertos, exhalan suspiros de cansancio, mientras su mente lucha por escapar de la neblina del sueño, las garras de aquel animal y enfrentarse a la realidad que lo espera, una incluso más aterradora. Agitado se sienta en la cama, sintiendo las punzadas en su cuerpo con pesar. Su mirada perdida y soñolienta refleja el conflicto interno que lo consume, como si estuviera atrapado entre dos mundos, el de los sueños y el de la vigilia. —¿Dónde estoy? —suspira cansado y se abraza a sí mismo. Con dificultad observa aquella gran habitación. —Esta no es mi habitación. —Alarmado, a pesar del cansancio se levanta débilmente sosteniéndose del mueble a su lado. —¿Harry? —sintiendo sus pulmones cerrarse poco a poco debido al pánico y la presión del momento. —¿Harry, dónde estás? —¡¿Qué mierdas crees que estás haciendo?! —grita enfurecido aquella voz inconfundible. —¡Ah…! —asustado cae al suelo y tapa sus oídos, sin poder soportar el grito violento de aquel lobo blanco de ojos violetas. Trata de levantarse para huir del lugar aturdido, tropezando torpemente hasta caer nuevamente al suelo. —Harry… —ahogando aquellas palabras debido a la agitación en su pecho, empieza a sollozar silenciosamente mientras agarra su pecho angustiado. —Mierda. —masculla y exasperado toma la inyección de repuesto que Harry, el llamado de mejor amigo de Hans, le había dejado en caso de emergencia. —¿Acaso soy tu madre para andar en esta mierda? —se acerca rápidamente para tomar al chico con brusquedad de la muñeca y agitarlo, causando que este lo golpee con fuerza en la mejilla. —¡Déjeme, no me toque!, ¡¿quién es usted?! —grita aturdido fuera de sus sentidos y de todo razonamiento lógico. —¡No, suéltame! —¡Soy Ansgar, escúchame! —toma al chico entre sus brazos con fuerza, entre golpes, empujones y patadas. Con la mayor delicadeza del mundo lo lanza sobre la cama y se coloca sobre él rápidamente para evitar su huida. Rápidamente, saca la inyección de emergencia y presiona aquel tubo en su cuello. Aprieta el activador y todo el líquido es insertado en su sangre. —No… —Lleno de debilidad abre sus ojos, nublados por las lágrimas y ve aquellos ojos violetas mirarlo con compasión. “No puede ser”, piensa incrédulo, aquel hombre jamás miraría a alguien con compasión o siquiera lástima. —No… quiero… no… —Tranquilo… shhh… calma… —sin saber por qué Ansgar se acerca a la oreja de aquel chico para susurrar de manera dulce y amable que el peligro se ha ido por medio de palabras calmantes. —Calma… —incapaz de acariciar su cabello aprieta sus manos y la furia vuelve a sus sentidos alejándose rápidamente de aquel chico inconsciente. —Esto es una mierda. —masculla. Respectivamente, el teléfono suena a todo timbal, irritando más al rubio que corre rápidamente para tomar la llamada. —¿Ahora qué?, les dije claramente que no deben llamar a esta habitación. —Lo sentimos señor, pero el mejor amigo del joven Hans ha venido con una caja y nos preguntamos si debemos dejarlo pasar. —Imbéciles, mientras no haya veneno, bombas y armas, déjenlo pasar y ya está. —tira el teléfono sobre el escritorio y respira hondamente mientras acaricia su cabello. —Cada vez son más inútiles. —estira su cuello y voltea para ver al joven bautizado por su incipiente perverso como “Murphy el llorón de Belfast”, sonríe ligeramente al recordar aquella ocurrencia. Sus sentidos se activan al escuchar los pasos desde el ascensor al final del pasillo de alguien. —Harry. —susurra. —B-Buenos días, disculpe que venga tan temprano. Traje ropa y medicina para Hans, el sedante solo es para urgencias y… —Acabo de usarlo. —dice indiferente. —Se volvió loco y casi me arranca la cara a golpes. —¿Qué? —alarmado se acerca, ignorando al mastodonte frente a él. Acaricia el cabello de Hans con cuidado y lo arropa cual padre a su hijo. —¿Cuánto le dio? —¿Cómo qué cuánto? —Por Dios, ¿le dio toda la dosis?, le dije que solo debía ser la mitad. —agarra sus cabellos angustiado. —Llame al doctor para que revise sus signos vitales, no vaya a ser y lo haya dejado en coma. —acomoda al chico en sus brazos con suavidad. —Rápido, el tiempo es oro. “Mi maldito tiempo también”, fastidiado se retira deprisa para buscar al doctor, caminado con rectitud por el pasillo hasta llegar al ascensor. Al entra se encuentra con Estefanía, una mujer rubia, bastante hermosa con la que se había tenido sexo salvaje incontables veces.
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