Capítulo 6

885 Words
  Jaycee se sorprendió mucho al verlo escupir sobre el pañuelo; por ello, miró el pañuelo que sostenía en su mano y le dijo: "¿Qué pasa? ¿Estás bien?"   Al sentir la mirada de Jaycee sobre él, Auster Mu guardó rápidamente su pañuelo y mirándola con crueldad, le dijo: "¡Jaycee! Tú me enfermas."   Después de decir eso, se levantó inmediatamente y se fue enojado.   Mientras el hombre se iba al baño, Jaycee miraba fijamente la espalda recta y hermosa de aquel hombre; pero, cuando sintió que las lágrimas cayeron por su rostro, se dijo: “Lo siento, Auster. Finalmente te disgusté.”   Jaycee trató de calmarse, levantó su mano para secarse las lágrimas y continuó comiendo.   Cuando Auster Mu llegó al baño, tiró el pañuelo manchado de sangre y golpeó la pared con un puño.   “La odio desde el fondo de mi corazón; pero, ¿por qué me enojan sus palabras una y otra vez? No debería ser así. Debería haberla torturado poco a poco y así, devolverle toda la vergüenza que ella me ha ocasionado”, pensó el hombre muy molesto.   Cuando Auster Mu regresó a la mesa, Jaycee ya se había ido, eso le molestó un poco; pero, cuando observó fijamente la mesa y vio que las espinacas y el perejil habían desaparecido, su ira explotó.   “¡Maldita sea, qué amor tan profundo! No puede creer que se lo haya comido todo.”, pensó el hombre.   Mientras tanto en el hospital.   "Sr. Mu, su ira está atacando su corazón. Por favor, no esté tan enojado, o sus pulmones realmente explotarán.", le informó el médico que lo examinó.   "Lo entiendo, no le cuente a nadie más sobre esto, ¿de acuerdo?", ordenó el hombre inmediatamente; luego, se levantó para irse.   Cuando Jaycee regresó al hospital, se apresuró a ir al laboratorio para que le extraigan la sangre. Luego de ello, se dirigió a UCI; sin embargo, no se dio cuenta de que cuando salió del ascensor, Auster Mu la vio a lo lejos.   Al ver la mirada ansiosa y preocupada de la mujer, el hombre entrecerró levemente los ojos y decidió seguirla.   Jaycee, que no se había dado cuenta de que Auster estaba observándola, se acercó impacientemente a la sala de su hijo y al mirar su pequeña figura a través del cristal, se sintió un poco aliviada. Pues, aunque solo fuera un minuto al día, se sentiría a gusto con solo verlo.   "¿Tu hijo?", dijo una voz seria cerca de su oído.   Jaycee estaba aturdida y nerviosa; sin embargo, se apresuró a secarse las lágrimas con la manga de su blusa, trató de cubrir los puntos rojos de la alergia en sus brazos y dándose la vuelta, le dijo: “Jefe Mu, ¿No se has ido todavía?” Mientras le decía ello, Jaycee miró fijamente al hombre y lo saludó de mala gana.   "¿Tu niño?", repitió Auster Mu, mientras su mirada se enfocaba en aquel niño de la sala que estaba conectado a diferentes tubos.   "¡No es mío! Es hijo de mi padre y su amante, mi medio hermano", mintió Jaycee.   "¿Así que trabajas tan duro solo para ganar dinero y curar a este pequeño bastardo?", dijo Auster Mu, mirándola fijamente a los ojos.   Él sabía de la quiebra de la empresa del padre de Jaycee; además, como se rumoreaba que fue causada por su amante, el hombre lo había creído.   “Pequeño bastardo.”, dijo Auster Mu.   Al escuchar esas palabras, Jaycee sintió como si la apuñalaran; realmente, le habían dolido sus palabras.   “¡Qué irónico! No puedo creer que alguien se refiera así a su propio hijo. ¡Auster Mu! Si supieras que tu hijo nació enfermo con una extraña enfermedad, ¿me matarías?”, pensó ella.   Mientras pensaba en ello, Jaycee sonrió suavemente y le dijo: "Claro que no, no estoy ganando dinero para él, por supuesto. Él tiene seguro y no es mi responsabilidad criarlo, solo quiero que se recupere rápidamente para poder enviarlo al orfanato; de esa forma, puedo viajar alrededor del mundo con mi amante."   "Ah.", resopló Auster Mu burlonamente; luego, le dijo: "¿todavía piensas en viajar mientras tu hermano se encuentra en UCI? Claro, prefieres enviarlo a un orfanato, para que el bastardo de tu padre no interfiera en tus asuntos. Eres desalmada, Jaycee."   Para Jaycee, cada una de sus palabras y cada oración, son como dagas que apuñalan con fuerza su corazón.   Sin embrago, al ver el desdén y el sarcasmo en sus ojos, apretó el puño con fuerza; pero, aun así se rio y sin darle importancia, le dijo: "Yo, Jaycee, siempre ha sido una persona fría y cruel, ¿cómo es que el jefe Mu no sabe eso?"   Después de decir ello, se fue caminando imponentemente; sin embargo, cuando se dio la vuelta, no pudo evitar las lágrimas en sus ojos, pero no se las secó, en cambio, una risa de burla apareció en su rostro.   “Si tan solo supieras, que la víbora desalmada está en tu casa. Aquella víbora que tomó el control de mi abuela enferma y que no me dejó acercarme a ti. No te habría engañado, si hubiera sabido que podríamos estar juntos.”, pensó Jaycee.
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