Él en cuanto me subió al auto, y luego subió él. No despego la mirada de la carretera. Y no dejaba de aumentar la velocidad, cada tanto miraba por el rabillo del ojo e íbamos a más de 120 Kilómetros por horas, las calles estaban más que transitadas, pero el idiota se las arreglaba para pasar a cualquier tipo de auto, sentí el cambio de camino. Las ruedas se habían despedido del pavimento para ahora saludar a una carretera llena de piedras y tierra. No dije nada en todo el camino, no quería, no quería hablar ni mirarle. Sentí su mano posarse en mi muslo y hacer una leve acaricia, eso se sentía tan bien. Pero caí en la cruda realidad, tenía los brazos cruzados así que los desdoblé y saqué con brusquedad su mano de mi pierna. Él gruño pesadamente. No le di importancia, siguió conduciendo, n