Ella se levantó del banquillo que había delante del tocador y dijo: −¿Me ves bien?, ¿lo bastante bonita para ti? −Me resulta difícil decirte lo adorable que eres− dijo Lord Víctor−. Pero, amor mío, Dios ha sido muy bondadoso y esta noche serás mi esposa y por primera vez puedo decirte cuánto te amo, sin sentirme culpable. La Princesa se rió y levantó el rostro, como ofreciéndole sus labios. Con gran lentitud, como si saboreara el momento, él la abrazó y la ciñó contra sí. Mientras la besaba, el éxtasis que ya habían sentido otras veces, los condujo hacia el cielo. Con la mayor dificultad, Lord Víctor soltó a la Princesa, diciendo con voz profunda y un tanto insegura: −Ya es casi hora de irnos. −¿Iremos juntos en el mismo carruaje?− logró preguntar la Princesa. Su rostro estaba radia